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El interés de los furtivos por el pulpo dispara las incautaciones de nasas

L. Vidal REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

VITOR MEJUTO

Solo en julio crecieron un 60 %, aupadas por los buenos precios del cefalópodo

22 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En la última campaña completa se comercializaron en las lonjas gallegas casi 2.000 toneladas de pulpo, cuyas ventas dejaron unos ingresos cercanos a los 17 millones de euros, la cifra más alta en diez años. Son los jugosos números que mueve el negocio del cefalópodo, una especie a cuyos encantos sucumben consumidores y los profesionales que se dedican a su captura y, también, los furtivos. Prueba de esa capacidad de atracción, acrecentada además por unos elevados precios en el mercado, son las 5.500 nasas que se calaron de forma irregular en la costa gallega solo durante el mes de julio, y que han sido incautadas por el Servizo de Gardacostas, que reforzó los controles coincidiendo, precisamente, con el fin de la veda.

Son un 60 % más de las que se retiraron en el mismo mes del año pasado y fruto de una mayor actividad inspectora: un 13 % más de controles, detectándose un 7 % más de infracciones que en julio del 2018. «É unha cantidade substancial», apunta Lino Sexto, subdirector xeral del Servizo, que atribuye tal incremento «ao prezo que leva o polbo, que conduce a que moita xente abandone as boas maneiras e vaia polo camiño máis doado e menos conservador». Y eso que en el rastreo de este miércoles por la ría de Arousa, en el que participó la conselleira de Mar, Rosa Quintana, no hubo pesca.

Que esos útiles requisados estuviesen calados de forma irregular significa que, o bien se sitúan en zonas prohibidas, o se colocan en tiempo de veda o no llevan la correspondiente identificación. «Eles si saben onde as deixan e logo localízanas por GPS e retíranas», cuenta Sexto, que reconoce que el trabajo de rastreo por parte de los agentes no es fácil. «Tiran un grampín pola proa ou pola borda da embarcación e vaise arrastrando polo fondo ata localizar onde van enganchadas as nasas. Se non hai distintivos que as identifiquen, van para terra e decomísanse», explica. «Antes os métodos eran máis de andar pola casa. Os naseiros empregaban botellas de auga, por exemplo. Hoxe todo o mundo ten plóter».

Respecto al perfil del furtivo que va al pulpo, Sexto advierte de una modalidad creciente que ya ha sido denunciada por varios naseiros. «Estamos vendo que hai xente que lles rouba as nasas aos profesionais e logo vainas levantar cunha embarcación da sétima lista [barcos de recreo sin ánimo de lucro]. Xa non fan sequera a inversión nos aparellos».

Sin embargo, a pesar del esfuerzo realizado por las autoridades -el Gobierno gallego comenzó a afrontar el fenómeno del furtivismo hace diez años, con la puesta en marcha de un Plan Integral-, «desgraciadamente aínda non fomos capaces de acabar con esta lacra. É unha práctica bastante habitual e xeneralizada». Y pese a todo, las estadísticas reflejan una mejora de la situación: la media anual de inspecciones ha crecido desde entonces un 35 % y las infracciones e incautaciones, un 40 %, además de triplicarse el número de decomisos de productos extraídos de manera irregular.

Consumidores responsables

En esa lucha, recuerdan desde la Xunta, cumple un papel fundamental el último eslabón de la cadena: la persona que compra el pulpo para comérselo. «Non habería un só furtivo se non houbese quen llo mercara», advierte Sexto, a la vez que hace un llamamiento a la responsabilidad, para que no se adquiera producto fuera de los canales legales de comercialización. «Pódencho vender máis barato ca no mercado ou incluso máis caro, dicíndoche que é fresquísimo, que vén directamente do mar. Pois aínda que pareza incrible, hai xente que pica e compra ese discurso», se lamenta.

Rañeiros de Cabo de Cruz se sienten «acosados» por el Servizo de Gardacostas

J. m. JAmardo

En los arenales de Cabo de Cruz (Boiro) sigue sin reinar la paz. La tensión entre los productores de a pie y a flote se ha acrecentado en las últimas semanas. Ayer, en A Retorta, los rañeiros se fueron a faenar bajo la atenta mirada de una lancha del Servizo de Gardacostas. En la zona se han colocado varias boyas que delimitan las zonas de trabajo -para evitar intromisiones- pero una de ellas, de color blanco, está inoperativa. Un barco estaba trabajando por dentro de la señal y, según apuntó un portavoz, «os gardacostas estaban a facerlle fotos. O home foi explicarlles que esa marca non tiña validez e os funcionarios non lle contestaron». La situación no gustó al resto de compañeros que, como medida de protesta, vararon sus lanchas en el arenal durante quince minutos.

Fuentes del colectivo indicaron que todos los días sufren este «acoso», también por parte del sector de a pie que «nos está a escrutar e quitar fotos continuamente», y que viven con la incertidumbre de no saber si van a ser sancionados, ya que las multas tardan varios meses en llegar. Desde Mar indicaron que un agente de Gardacostas se acercó simplemente para informarles de que tenían que trabajar en los lugares establecidos, y que no se levantó acta de infracción. «Isto vai máis aló dun problema pesqueiro. É de orde social. Teñen que convivir. O mar hai que compartilo», dijo el subdirector del Servizo de Gardacostas, Lino Sexto. «Só buscamos unha solución pacífica. Non quero nin imaxinar que consecuencias podería ter un enfrontamento».