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La venganza en plato frío de «fish & chips»

e. abuín REDACCIÓN / LA VOZ

PESCA Y MARISQUEO

ANDREW KELLY

La flota británica no pesca todo el bacalao ni el eglefino que consume. Tendrá que importarlos con aranceles

27 jul 2019 . Actualizado a las 23:01 h.

El Reino Unido es el Big Ben, los hooligans, la cerveza, el té de las cinco... y el fish & chips. Esos trozos de pescado rebozado y frito metidos en un cucurucho de papel de periódico que engrasan las tardes de los viernes de los británicos han alcanzado tal fama global que el mismísimo Jamie Oliver -el equivalente en el Reino Unido al afamado Arguiñano- no ha dudado en difundir al mundo la «auténtica receta británica» del fish & chips. Un Jamie Oliver, al que, por cierto, la pesca gallega guarda ojeriza. Y no por la receta de paella con chorizo que en su día levantó en armas a los tuiteros de toda España, sino porque le atribuye la paternidad del veto a los descartes que ahora sufren. Cuentan que fue él el que un día se subió a un barco allá por el Báltico o el mar del Norte, quedó asombrado con la cantidad de pescado que se devolvía muerto al mar. Pero esa es otra historia cuyo final está escribiendo ahora mismo la flota, que no puede tirar ni un pez por la borda.

Estábamos con lo del fish & chips y su popularidad en Gran Bretaña. Una afición que puede salirle más cara por ese empeño que ha mostrado su población por abandonar la UE. Ocurre que el Reino Unido consume más pescado blanco, ese que usa para freír rebozado, del que captura y, por tanto, para cubrir la demanda de sus fish & chips se vería obligado a importar toneladas de bacalao, eglefino y abadejo. Si el país decide abrir sus aguas a la flota comunitaria, esas compras a sus antiguos socios, la mercancía, seguirían llegando en la factura con el mismo total en euros. Ahora bien, si no permite faenar en sus caladeros a quienes hasta ahora venían haciéndolo -un puñado importante de barcos gallegos-, tendrá que abonar aranceles.

Y así es como la UE chantajea al Reino Unido. Con el producto estrella de su gastronomía, tan propio de la idiosincrasia británica como su flema y su particular sentido del humor, por más que no haga gracia a la flota gallega, que siempre apostó por mantener el status quo más allá de la separación. Una posibilidad que parece ahora más alejada con Johnson como líder conservador y futuro primer ministro británico. Los funcionarios comunitarios ya advirtieron de un posible encarecimiento de la materia prima y no descartaron el desabastecimiento de bacalao, eglefino, carbonero, abadejo y más pescados blancos que usan los británicos. Toda una venganza en plato frío por si no dejan a los comunitarios seguir pescando allá.

Pero ahora que el Reino Unido está haciendo un repaso de lo que es su pesca puede que sus analistas descubran que lo que se ha marcado Bruselas es hasta cierto punto un farol. Es vedad que los británicos consumen más pescado blanco que el que puede proporcionar su flota. Pero tampoco es menos cierto que sus principales proveedores no se encuentran en la UE, sino en Islandia, Noruega y China. El mercado comunitario apenas envía el 23 % del bacalao que importa la isla. Se beneficia, eso sí, de los acuerdos preferenciales que esos países tienen con la UE y con los que tendría que negociar su propio pacto.

 Más de 100.000 toneladas

Los británicos admiten que son importadores netos de bacalao. En el 2017 compraron fuera 110.000 toneladas, por 554 millones de euros, y exportaron 17.000, una cantidad similar a la que desembarcó en puertos de Gran Bretaña la flota que ondea su bandera. Claro que para adquirirlo van con mayor frecuencia a Islandia, de donde proceden 27.000 toneladas. Y se traen más de China, 23.000 toneladas, que de Noruega, 14.000 toneladas, según las estadísticas de su Administración pesquera (Marine Management Organization). Es decir, que el bacalao que importan de los demás Estados miembros suma más o menos los que piden a China y, por tanto, serían 127,4 millones a los que le subirían los aranceles.

Algo similar ocurre con el eglefino. No hasta los extremos del bacalao, que para cubrir la demanda interna necesita importar el 87 %, pero sí tiene que acudir al extranjero para cubrir el 61 % de la demanda total, que en el 2017 rondó las 76.000 toneladas, de las que 30.000 fueron desembarcadas por la flota británica en su suelo y el resto, 47.000, importadas por 146 millones de euros. Y cierto que en su mayor parte vino de Europa, pero lo hizo principalmente, otra vez, de Islandia y Noruega, a los que compró 17.000 y 16.000 toneladas, respectivamente, mientras que China facilitó 7.000.

 Mucho que perder

Ahora bien, puede que no lo sufra en su fish & chips, pero los analistas son conscientes de que el Reino Unido tiene más que perder que la UE si se imponen aranceles. Y es que, los británicos exportan la mayor parte de sus capturas y los productos marinos que consumen son principalmente importados. Pesca caballa, langostino y vieiras que manda al mercado europeo y compra bacalao, eglefino y abadejo, además de camarones y gambas, que son sus especies favoritas. Incluso manda fuera más de la mitad del salmón que cultiva. Según los analistas del holandés Rabobank, el 70 % de lo que pesca lo exporta a la UE y meterlo en el mercado comunitario sin un acuerdo de comercio, subiría la factura entre un 8 y un 20 %, dependiendo del producto de que se trate. En el caso de bacalao, la UE a países que no tiene acuerdo aplica entre un 7,5 % y un 18 %.