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Galicia apuesta por las espinas de pescado para protegerse del sol

l. vidal REDACCIÓN / LA VOZ

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Ingenieros de la UVigo estudian el uso de fosfato cálcico más allá de las harinas de pescado y las prótesis

11 oct 2019 . Actualizado a las 17:50 h.

Los descartes de la pesca son utilizados desde hace tiempo en la fabricación de harinas, y el fosfato cálcico presente en los espinazos se ha descubierto como un componente ideal para implantes dentales o prótesis. «En una de cadera, el titanio funciona bien, pero si la recubres con fosfato cálcico, se integrará mejor y será más amable para el cuerpo», explica Juan María Pou Saracho, catedrático del Departamento de Física Aplicada de la Escuela de Ingeniería Industrial en la Universidad de Vigo, donde llevan diez años investigando las posibilidades de este ingrediente natural. «También sirve para purificar aguas contaminadas con colorantes tóxicos, ya que las partículas de fosfalto cálcico tienen una gran capacidad para filtrar metales pesados».

Cuando analizan las partículas de fosfato cálcico de las espinas para saber su composición, las someten a distintos tipos de iluminación, entre ellas la luz ultravioleta. «Comprobamos que la absorbía muy bien así que dedujimos que podría bloquear bien la luz solar», cuenta Pou.

Para obtener los filtros solares, pasan esas partículas de fosfato cálcico por una nube de vapor metálico generada por un haz láser, incorporando elementos metálicos al fosfato cálcico y obteniendo las partículas modificadas que son la base para los nuevos filtros. «Así la radiación se refleja de forma dispersa. Eso no quiere decir que si nos ponemos esa crema, vayamos a ser como el villano de Terminator», aclara el catedrático.

No todos los peces aportan lo mismo. El granadero o la palometa tienen una cantidad de fosfato cálcico mucho menor que el atún, el pez espada o el bacalao, mientras que la merluza o la lubina estarían en una situación intermedia.

La ventaja respecto a formulaciones que ya se comercializan, con compuestos como el dióxido de titanio o el óxido de zinc, es que el material es inocuo para la salud y para el medioambiente. «Los ingredientes químicos absorben la radición, con lo cual esta no llega a la piel, pero el producto se calienta y ese calentamiento no le viene bien a las células de la piel. Otros filtros contienen otras partículas que reflejan la luz, por tanto no hay calentamiento, pero producen radicales libres que provocan el envejecimiento de la piel».

Respecto al impacto en el medio marino, diferentes estudios han demostrado el devastador efecto de los compuestos de los actuales protectores solares. «En Hawái prohibieron la venta de bronceadores con oxybenzona y octinaxato porque se están cargando los arrecifes de coral».  

No huele a pescado

El próximo paso de este grupo de investigación encabezado por el Dr. Mohamed Boutinguiza y Mónica Fernández-Arias es conseguir traspasar la barrera del laboratorio y llegar al consumidor. «Somos optimistas sobre la posibilidad de una salida comercial. De hecho, ya hay una empresa extranjera interesada», reconoce Pou.

Y que nadie piense que irá oliendo a pescado por la playa: «El material con el que trabajamos viene congelado y no huele. Llega tratado».