Patrocinado porPatrocinado por

De carpintero a patrón de litoral: «En unos días embarco en un yate»

Lucía Vidal REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

Francisco Javier, de A Guarda, tuvo que cerrar su negocio de carpintería con la crisis, y ponerse a estudiar. Con el título de patrón de litoral en la mano, el escenario de su nuevo destino laboral será el Mediterráneo

24 mar 2019 . Actualizado a las 16:19 h.

La suya es una historia de reconversión forzada, como la de tantos. Francisco Javier Vieira, de A Guarda, se dedicaba a la ebanistería. Después de trabajar por cuenta ajena, montó junto a un socio su propio negocio de carpintería. Pero llegó la crisis. «Con 33 años me vi sin trabajo y con deudas. Mis padres tuvieron que ayudarme y yo me puse a estudiar. No me quedó otra». Hizo la ESO y se le abrieron las puertas de los ciclos. «Me gustaban los barcos y el mar y dije, venga, pues patrón de litoral». Han sido dos años de ciclo medio y otros dos de superior. A mayores del título, Javier se ha sacado la tarjeta profesional: «Te la dan con un período de embarque para conseguir mando, atribuciones como oficial o capitán».

A punto de rozar los cuarenta, ve la meta más cerca. «El 8 de octubre me marcho con mi mujer a Valencia». El Mediterráneo será su destino. Y un yate, su casa. «Es el barco de mis futuros jefes. En verano navegaremos con los propietarios, y en invierno nos dedicaremos al mantenimiento de la embarcación, vigilar que todo esté a punto para las vacaciones».

Bien vestido y perfumado

Su flechazo con la náutica deportiva tuvo lugar en medio de la formación. «Pidieron un alumno al instituto y me tocó a mí. Estuve en Baleares, Croacia y Venecia. Estoy contento de haber elegido esta vía. Es un trabajo muy bien pagado. Aquí se gana dinero. Es un sector con mucha demanda, y no solo para titulados, también para marineros, camareras... », admite Javier, que define como un abismo la diferencia entre su segundo contacto con el mar y su bautismo de triste recuerdo. Javier olerá bastante poco a pescado en su nueva aventura laboral. «Iré bien vestidito y perfumado», presume. Nada que ver con lo vivido en el año 95, rememora Javier. Tenía dieciséis años. Veía a los chavales de mi pueblo cómo volvían del mar llenos de billetes y claro, cuando eres joven, el dinero es lo único que ves. Y allá me fui, a la pesca del palangre, algo muy tradicional en mi localidad. Pero claro, en esa época los barcos tenían una habitabilidad muy precaria. Dormíamos todos juntos. No había duchas. Nos lavábamos como podíamos, en un bidé. El trato personal no era muy bueno. Los patrones eran gente mayor que había aprendido el oficio a base de palos» No hicieron falta más pruebas. Con aquello no iba a seguir. Al pisar tierra decidió que lo suyo era la carpintería.

«Embarcado no tienes tiempo para disfrutar del dinero que ganas»

«Los tiempos de ahora no son los de antes. Nos gusta viajar, estar con la familia. Y eso en los períodos de embarque, ya sean 6+1 (seis meses en el mar y uno en tierra), 4+1, o 2+10 días, es imposible. No te da tiempo ni a disfrutar del dinero que ganas. Yo no tengo hijos pero aún así creo que no me compensaría estar más tiempo en el mar que en casa». Un motivo más que decantó la balanza hacia la náutica deportiva y no hacia la pesca, «aunque esta última también se pague bien, por ejemplo, en arrastre en Malvinas». El periodo de formación en el Instituto ha superado sus expectativas: «Aquí aprendes bastante, hay buenas instalaciones, te salen ofertas de trabajo...».