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El marraxo no es el lince ibérico

e. abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

J.M. JORDÁN

El sector pesquero emprende acciones para evitar que este escualo acabe en la lista de especies amenazadas

21 mar 2019 . Actualizado a las 16:25 h.

La flota de palangre de superficie, un segmento con marcado acento gallego, trata por todos los medios de frenar la ofensiva con la que varias organizaciones ecologistas, con México como país instrumental, pretenden incluir al marraxo sardinero (Isurus oxyrinchus) que Galicia pesca con pez espada, quenlla y algún que otro túnido, entre las especies amenazadas, un escalón en el que coincidiría con el lince ibérico si es que, ahora que ya existen 600 ejemplares, se retira del catálogo de en peligro de extinción. La propuesta que México ha elevado a la CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) es incluir la especie pesquera en el apéndice II, donde figuran las que no están necesariamente amenazadas de desaparición pero que podrían llegar a estarlo si no se controla estrictamente su comercio. Estas transacciones, aunque no se prohíben, sí podrían quedar supeditadas a la concesión de un permiso de exportación o un certificado de reexportación... En definitiva, papeleo y burocracia que dificultan, cuando no desalientan, el comercio. Una complicación que, a juicio de los profesionales españoles, no tiene razón de ser. Porque aseguran que el stock no está en estado tan crítico. O por lo menos existen serias dudas de ello. Desde luego, no se encuentra, ni de lejos, en la situación biológica del tiburón ballena o el martillo, que sí están listados en el apéndice II. Ni tan siquiera está en el caso de su primo cercano el mako o marraxo carite (Isurus paucus), menos abundante, y del que es difícil diferenciarlo incluso para un observador experimentado, explica Jaime Mejuto, investigador del equipo de túnidos y afines del Oceanográfico de A Coruña.

Cambio en los modelos

Mejuto sostiene que en la última evaluación del stock, del 2017, una variación en los modelos empleados, deficiencias en los datos de alguna flota importante y un cambio en las series temporales, contradijeron unos informes elaborados por los científicos españoles en base al análisis del rendimiento de 800 millones de anzuelos en 26 años y que arrojaban una tendencia estable del marraxo dientuso. Por eso considera un despropósito ese resultado que llevó a congelar el volumen de capturas y a establecer medidas férreas de control y que ahora sirve de excusa a las organizaciones ecologistas para azuzar a México a apostar por introducirlo entre las especies amenazadas y poner trabas a su comercio. Más de las que, por otra parte, ya tiene, pues no hay que olvidar las complicaciones que los palangreros de superficie ya encuentran actualmente para transportar las aletas de tiburón, después de que varias compañías navieras se sumaran al llamamiento de los conservacionistas que, desde Hong Kong -consumidora masiva de este producto-, lanzaron un boicot para impedir el traslado por vía marítima de un producto del que España es uno de los principales exportadores (20 millones de euros anuales).

El problema es que a los profesionales del palangre de superficie les cuesta mucho hacer ver que realizan una explotación sostenible y que no campan a sus anchas por los océanos sin límite alguno, sino que su evaluación y control está en manos de diferentes organizaciones regionales de pesca (ORP), como puede ser la ICCAT, en el Atlántico, la IOTC del Índico o la WCPFP del Pacífico. Les cuesta convencer a la sociedad de que buscan la sostenibilidad del tiburón del mismo modo que cuando se dirigen a la merluza, al rape o al pez espada y se les hace cuesta arriba incluso hacerse entender por Bruselas.

La UE apoya a México

De poco parecen haber servido los talleres que realizaron en la capital belga los productores de Lugo (OPP-7) y Vigo (Arvi) para explicar a funcionarios, oenegés, ecologistas y organizaciones pesqueras de otros países la pesquería de tiburón, y otras acciones que han realizado para demostrar sus buenas prácticas. Solo así se explica el apoyo que el Consejo de la UE brindó a la propuesta de incluir el marrajo dientuso en el apéndice II de CITES. Un respaldo para el que ni ha esperado a leer las recomendaciones del panel de expertos de la FAO, que se reunió para valorar las nuevas incorporaciones. El sector, a través de Cepesca, ha solicitado a Bruselas la retirada del apoyo a la propuesta de México, al tiempo que ha pedido responsabilidad y coherencia a otros países que la han respaldado, como es el caso de Brasil, que se alía con la tesis mexicana al tiempo que bloquea las medidas de gestión en el Atlántico sur.

Todos los países de la UE a excepción de España se alinearon con la propuesta de México «Estamos convencidos de que las ORP y los Gobiernos están mejor preparados para monitorizar el estado de las poblaciones de tiburones y regular estas pesquerías de forma sostenible», apunta Javier Garat, secretario general de Cepesca. Insiste en que la situación del marraxo no es comparable a la de otros tiburones y en que, al contrario de lo que sucede con otras especies, como los tigres o los elefantes, «los productos del tiburón, carne, aletas, aceite o cartílago, se destinan al consumo humano».

Sergio López, gerente de la Organización de Productores Pesqueros de Lugo (OPP-7) recuerda, al igual que Garat, que en la antesala de la lista de CITES también estuvo el atún rojo y, sin llegar a entrar en ella, se recuperó por las medidas tomadas en la ICCAT y hoy el stock está recuperado y en niveles históricos de biomasa. Claro que, en ese caso, España tenía el apoyo de Francia e Italia, con intereses en el atún rojo. En esta ocasión está sola. Su Gobierno fue el único de los 28 que rechazó la propuesta de patrocinar la iniciativa de México.

Desde luego, las trabas al marraxo tendrían un impacto importante en esta flota, que desembarca unas 3.000 toneladas al año, por valor de 10 millones de euros y que se ha visto duramente castigada por decisiones como la política de aletas adheridas, que, según Cepesca, ha provocado la desaparición de 20 espaderos en los últimos 5 años, además de haber incrementado en 33.000 euros el coste de cada marea.