Viviana Fernández-Pico, escritora: «Pienso que el amor es la excepción, no la regla»

VILALBA

Cristina Herrero Ortego

«Sé por qué te miento» es la última novela de esta lucense, conocida como empresaria tras los zapatos de Lolita Blu. En el libro nos pone los pies en la tierra a la hora de enamorarnos

26 abr 2021 . Actualizado a las 23:24 h.

Viviana Fernández-Pico (Vilalba-Lugo, 1980), quien destaca profesionalmente por su firma online de zapatos Lolita Blu, presenta su cuarta obra, Sé por qué te miento, tras Taradas, La voluptuosidad de la tristeza y Te dibujaré una armadura, sobre su hijo Otto. Tiene otro más, Alejo.

—El libro versa sobre el amor romántico, pero habrá más temas.

—El principal es la desmitificación del amor romántico, pero trata muchos otros: la lucidez del desamor o la importancia del deseo como fuerza que nos encumbra o nos despeña. De hecho, la protagonista tiene una frase con la que me siento muy identificada: «Somos del tamaño de nuestro deseo». Hablo de nuestra capacidad de desear, no solo en el ámbito erótico sino como energía también creativa, de los roles de género (volver a repensar lo que es masculino y femenino y no ceñirnos a los estereotipos), la ambición, la identidad, el impacto del éxito y del fracaso en nuestra propia identidad, cómo nos vemos nosotros y nos ven los demás...

—El amor romántico estaba relacionado con la relación epistolar. Hoy hubiera sido por WhatsApp.

—A mi protagonista le sucede algo muy habitual en nuestros días: contacta con ella un amor adolescente a través de Facebook. Es una persona a la que no ve desde los 15 años y de la que no sabe prácticamente nada, salvo lo que le va contando en un chat. No quiero desvelar el libro, pero ella se da cuenta de que gran parte del proceso del enamoramiento es pura idealización y cuando conoces a alguien por Internet, ya la idealización campa a sus anchas.

—La pandemia es el caldo de cultivo perfecto para la dependencia emocional, me dijo una psicóloga hace poco.

—Nos han metido en la cabeza que para ser feliz tienes que encontrar tu media naranja y que para ser pleno tienes que tener una pareja y que ahí fuera «hay un amor esperándote»... ¡Lo que es una auténtica chorrada! De hecho, la protagonista se da cuenta en un momento de que el amor es la excepción, no la regla. Puedes encontrar ese amor, pero lo normal es que no lo encuentres. Y que no sea incondicional, ni eterno ni totalmente desinteresado. Existe una búsqueda permanente, una lucha por el equilibrio en medio del desorden, pero no la contemplación de un ser superior al que vivir encadenados.

—Así se extinguiría rápido la raza humana. Supongo que quiere concluir una verdad amorosa universal: que lo primero es aprender a quererme yo.

—¡Qué va! Soy fan del amor y del emparejamiento; simplemente creo que hay que ajustar las expectativas, darle un poco de realismo y no llamar amor a todo. Y por supuesto, cultivar primero el amor propio porque hay que elegir por gusto y no por necesidad.

—Para concluir que el amor romántico no existe o no dura, ¿tuvo alguna experiencia en primera persona?

—Tendré muchos defectos pero tuve siempre la virtud de que nunca me enamoré de los hombres fatales ni de los ‘malotes' ni de los que me hacían sufrir ni de los que pasaban de mí. Me enamoré de mi marido bastante joven y me casé bastante joven, pero para enamorarme, necesitaba admirar. Ahora llego a la conclusión de que la admiración es una forma de enamoramiento que envejece mejor que las demás. Además, los estudios científicos ya revelan que es imposible: la pasión y el enamoramiento tienen fecha de caducidad porque es un proceso hormonal, biológico, sea cuál sea el estímulo. Por tanto, tiene que haber una parte racional que permanezca y permita al amor envejecer mejor. Si estás buscando ese subidón de endorfinas y adrenalina tendrías que cambiar de pareja cada tres años.

—Existe «La isla de las tentaciones»...

—Alucino con el programa. Creo que los eligen para que den juego. Me pregunto cómo pueden ser tan simples e inmaduros. Se enrollan con alguien que acaban de conocer en un ambiente idílico, sin obligaciones, playa y todo fantástico... y dicen: «Es que estoy sintiendo cosas que hacía tiempo que no sentía». Si me voy a la República Dominicana con un desconocido y no hago nada más que tomar el sol y cócteles con él, ¡claro! No es la vida real; luego llega la suegra, la hipoteca, ir a comprar el pan y las miserias de cada día...