El último muiñeiro de Sarria que sigue trabajando a sus 85 años bajo encargo

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA SARRIA / LA VOZ

SARRIA

Adolfo González acude todos los días al molino en bicicleta
Adolfo González acude todos los días al molino en bicicleta Carlos Castro

Adolfo González mantiene el oficio tradicional y acude diariamente al molino familiar, que es su mayor pasión: «Sempre quixen quedar peneirando»

12 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Si la desaparición de los muiñeiros estuviese de la mano del sarriano Adolfo González, sería un oficio eterno. En la parroquia de Manán, el hombre de 85 años continúa acudiendo todos los días al molino familiar, que sigue en perfecto estado y en pleno funcionamiento. Su pasión por esta labor tradicional lo convierte en uno de los últimos muiñeiros de la comarca de Sarria.

«Non sei cantos anos ten o muíño, eu recordo que estaba no testamento dende os meus avós», asegura Adolfo. Aunque lo que sí recuerda son todos los días que ha pasado en el molino desde su infancia. El histórico edificio está situado en el puente que se adentra en la aldea sarriana de Manán a la orilla del río Sarria, escondido en esta época del año por una alta plantación de maíz. El molino, de piedra con el tejado de pizarra, mantiene su construcción tradicional y, además, su antiguo mecanismo, que la familia González se ha preocupado por ir arreglando con el paso de los años. Lo que destaca en este clásico entorno es un papel impreso pegado en la puerta que indica un número al que llamar para hacer los encargos. Una situación que nada tiene que ver con la antigua demanda de la labor de los muiñeiros: «Estabamos moendo día e noite sen parar ata en inverno, cando o frío e a chuvia facíano moi duro», recuerda Adolfo.

En el molino desde los siete años

Desde Manán vendieron harina varias generaciones anteriores a Adolfo, ya que era el oficio familiar acompañado de la cría de vacas. «Eu viña a axudar aos meus pais dende os sete anos», cuenta. El sarriano rápidamente descubrió la que hasta el día de hoy es una de sus mayores aficiones. «Como era pequeno, a miña nai dicíame que fose para casa pero eu sempre quixen quedar peneirando», cuenta Adolfo. Tanto «fozaba» en el molino que el sarriano también sufrió un par de accidentes y en una ocasión la peneira le cogió un dedo y casi lo pierde.

El muiñeiro rememora los tiempos en los que su oficio era imprescindible: «Nós traballabamos con tres panaderías, como Pallares e Peruscallo, de Sarria, pero tamén con clientes de Palas de Rei». Por aquel entonces, los panaderos se desplazaban decenas de kilómetros para trabajar con la harina que producían en Manán: «Traían ata vinte cargas diarias para moer». El trabajo era tal, que el molino tenía que quedarse en funcionamiento día y noche sin parar. A veces Adolfo se iba a su casa a las tres de la mañana, pero en otras ocasiones tenía que estar presente sin descanso para llegar a tiempo a los encargos. «Tívenlle que dicir ao cliente de Palas de Rei que non podía seguir porque traballar no inverno, cando menos traída ten a auga e coas condicións duras do tempo, era imposible».

Los molinos eléctricos y el trigo procesado provocaron la desaparición de esta tradición, que actualmente trabaja a cuenta gotas. De hecho, antiguamente las piedras del molino se tenían que cambiar cada dos meses y ahora con tres o cuatro veces al año es suficiente. «O que moemos agora son os sacos dos amigos ou de apaixonados aos muíños que buscan unha fariña de maior calidade», cuenta González.

Pedir piezas a Barcelona

En uno de los aspectos en los que más nota Adolfo lo que mermó el oficio de los muiñeiros es a la hora de reparar sus piezas. El mecanismo actual del molino de Manán es el antiguo, solo que con partes renovadas. Para las piezas de madera, el sarriano tuvo que contratar a un carpintero especial y para conseguir una nueva tela de la peneira tuvieron que pedirla a una tienda de Barcelona: «Xa non queda nada daquel mundo», sostiene.

Las instalaciones del molino son las originales, renovadas por carpinteros especialistas
Las instalaciones del molino son las originales, renovadas por carpinteros especialistas Carlos Castro

Adolfo no quiere imaginarse el día en que no queden muiñeiros porque él se desvive coger la bicicleta e ir a pasar las tardes moliendo trigo, una tarea para la que «non sirve calquera» y que necesita unas manos experimentadas. «Cando foi o confinamento volveume tola querendo vir ao muíño ou dicíndome que viñera eu para vixiar que todo seguira ben», cuenta su hija. Más allá del oficio, Adolfo disfruta en Manán rodeado de sus nietos, su hija y acompañado de su gato, para los que se le escapa una sonrisa cuando los ve jugar.