Los pueblos ferroviarios de Lugo abandonados por el tren

UXÍA CARRERA / CARLOS CORTÉS LUGO / MONFORTE / LA VOZ

SARRIA

Uxía Garelo en el apeadero de Céltigos, el único que se mantiene en esa línea
Uxía Garelo en el apeadero de Céltigos, el único que se mantiene en esa línea OSCAR CELA

Estaciones como las de Rubián fueron grandes núcleos de actividad hasta que se convirtieron en apeaderos

30 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«A nosa historia non cambiou coa fábrica de cemento, cambiou máis de cen anos atrás coa chegada do tren porque grazas a iso instaláronse aquí». Así resume la vecina de Oural María Luisa Álvarez la importancia de la estación de tren del pueblo. A Pobra de San Xiao, Laxosa y Oural, a pesar de tener históricamente poca población, se convirtieron en grandes núcleos de actividad gracias a la parada del tren. Pero hace ya más de 20 años que su estación se convirtió en un apeadero por el que ya no para ninguna línea, ni la regional ni la de alta velocidad. La vida que les dio el tren, también se la quitó, así lo cuentan sus vecinos.

La estación de Oural permitió que se instalara en los años 60 la empresa más potente de la comarca, lo que ahora es Cementos Cosmos, ya que a través del ferrocarril llegaban vagones cargados de materia prima y se iban con cemento o clínker. Para la cementera todavía sigue trabajando, pero el tren ya no recoge viajeros en el pueblo sarriano. «Nada fixo máis mal que o peche da estación, nin o parón da cementera», recuerda María Luis Álvarez, que regenta un ultramarinos desde hace 40 años.

Hace ya veinte años que no es posible bajarse o subirse a un tren en ningún punto intermedio entre las estaciones de Monforte y Sarria. Bóveda, Rubián y Oural tenían apeaderos que en tiempos inyectaban vida a estas localidades. En Rubián, el principal de los dos apeaderos que tuvo el municipio de Bóveda, la maleza crece alrededor del edificio de su vieja estación. «Antes na estación descargábase de todo e aquí vivían os xefes de estación, os gardaagullas, moita xente... agora non queda nada», dice una mujer mayor en Rubián desde la ventana de una casa próxima a las vías.

La decadencia de Rubián

Se llama Mercedes Yáñez y es de la parroquia de San Fiz de Paradela, en el municipio de O Corgo, pero lleva más de cincuenta años viviendo en Rubián. Llegó en 1968 con su marido, ya fallecido, porque a él le habían ofrecido trabajo en la fábrica local de ladrillos. En aquel momento, el tren era un modo de transporte preferente, tanto para viajeros como para mercancías y a través de la vía llegaba de todo. Con su casa a menos de cincuenta metros de la estación, Mercedes estaba rodeada de ferroviarios. «Daquela cargábase na estación moita madeira e descargábase millo para as vacas e moitas outras cousas», recuerda. Por ser optimistas, se podría decir que en este barrio se vive ahora con mucha más tranquilidad, «Tranquilo é -dice Mercedes con algo de sorna-, pero pasa o día e case non ves unha persoa».

La estación de Rubián nunca estuvo en el centro del pueblo, que creció entre la carretera de Lugo a Monforte y la vía del tren. Construida a unos doscientos metros de la carretera y a finales del siglo XIX, la actividad alrededor de esta estación ferroviaria hizo crecer con el paso del tiempo un pequeño nuevo barrio, una fila de casas en paralelo al camino que lleva a las vías.

Los últimos trenes que todavía paraban en Rubián dejaron de hacerlo en 1999. Eran los entonces denominados regionales, los actuales de media distancia, que se supone que son los que tienen que ser más capaces de extender este transporte público a cualquier lugar, por pequeño que sea. Pero en 1999 Renfe decidió dejar de hacer incluso las paradas facultativas, las que el maquinista respeta solo si hay algún pasajero que quiera subir o bajar en ellas.

Para entonces ya hacía mucho tiempo que Rubián generaba un tráfico mínimo de viajeros y que nadie contrataba vagones de mercancías para cargarlos o descargarlos en este lugar. El apeadero de esa localidad languidece desde entonces, pero tiene mejor aspecto que otros de esta misma línea. La confusión viene de que hace relativamente poco que quedó deshabitado y todavía no acusa del todo la falta de mantenimiento.

Hasta hace algo más de dos años todavía tenía un inquilino, un vecino sin relación alguna con Renfe. El hombre enfermó, tenía que salir a hacer diálisis dos veces a la semana y ya no podía con las escaleras y con el frío que llegaba a pasar en un edificio demasiado grande para una sola persona, así que acabó marchándose a Lugo. Y con él se fue la poca vida que le quedaba a la vieja estación de Rubián.

Paradas sin uso, pero sometidas a revisiones

En la parada de Laxosa, en el municipio de O Corgo, también se instaló otra gran empresa: Jamones González. Esta estación tenía una gran carga de paquetería y mercancías y la zona próxima a ella fue quedando abandonada poco a poco. Lo que también pasa en los alrededores de los otros dos apeaderos. A Pobra de San Xiao no solo perdió su histórica parada, que en los años setenta estuvo repleta de trenes de mercancía sino que ADIF trasladó las vías a una nueva ubicación que nunca se ha utilizado. Así, la capitalidad de Láncara perdió parte de su relevancia y su vida como núcleo principal. A pesar de que estas paradas no se utilicen, sí son sometidas a revisión, como explica el encargado de la empresa ferroviaria de las paradas entre Monforte y Lugo. Tras el cierre de estos apeaderos, Sarria y Lugo centralizaron toda la demanda, adonde también se tienen que desplazar los vecinos de los pueblos para poder viajar, porque quedaron «olvidados.

La única salvada

Solo queda una parada en un pequeño pueblo que todavía se salva: Céltigos, en Sarria. Gracias al servicio ferroviario se instaló el histórico balneario que pasó a ser Fontecelta. Por ello fue una parada muy concurrida aunque ahora es «facultativa», es decir, solo para si hay pasajeros esperando, pero casi nadie las emplea por la falta de horarios. Uxía Garelo, vecina de la parroquia, cuenta que aprovecha la tranquilidad para pasear con su perra.