El fraile de Pol que acabó implicado en una guerra en Asia y que llegó a santo

Xosé María Palacios Muruais
XOSÉ MARÍA PALACIOS VILALBA / LA VOZ

POL

MANUEL LABRADA

Nació en la parroquia de Suegos, fue monje dominico y desarrolló su labor en el actual Vietnam

19 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Predicar el Evangelio es un mandato del Nuevo Testamento. Pero una vida centrada en la religión también puede dar lugar a peripecias tan variadas como la de iniciarse en una parroquia del actual concello de Pol y terminar a miles de kilómetros de distancia. Así le ocurrió a José María Díaz Sanjurjo (1818-1857), que vino al mundo en Suegos y que murió en Tonkín, territorio hoy perteneciente a Vietnam. De su nacimiento se cumplen 200 años este mes.

Fue canonizado en 1988. Su incorporación al santoral equivale en cierto modo a que su figura sea más reconocida. En su caso, además, hay descendientes suyos que todavía viven en la zona en la que él nació: uno de ellos es Manuel Labrada Díaz, sobrino bisnieto y gran conocedor de la historia de Pol.

José María Díaz Sanjurjo nació en Suegos, que en el primer cuarto del siglo XIX pertenecía a la jurisdicción de Lea y que luego sería absorbida por la de Luaces. Ese territorio forma parte del actual municipio de Pol, que además incorporó zonas, hoy pertenecientes a las parroquias de San Martiño de Ferreiros y de Santo André de Ferreiros, de la jurisdicción de Meira.

Manuel Labrada, que aporta esos datos, explica que los orígenes de José María Díaz Sanjurjo por línea materna estaban afincados en Suegos desde bastante antes de su nacimiento: a principios del siglo XVIII, dice, ya había alguno en esa zona. Su madre era de Valonga, parroquia también perteneciente al actual concello de Pol.

Fue el mayor de los seis hijos que tuvieron José Díaz y Josefa Sanjurjo. Desde un punto de vista económico, la familia no carecía de medios: «Había unha boa propiedade», dice Labrada. Desde una perspectiva religiosa, las creencias católicas estaban firmemente arraigadas: hubo algún sacerdote entre sus antepasados, y su hermana María Rosa fue monja en un convento de Vilagarcía de Arousa, en donde murió.

No sorprende, pues, que la familia lo enviase al Seminario de Lugo para realizar estudios. Esa etapa se interrumpió, y pronto (1839) se le añadió otra circunstancia, la muerte de su madre. Sin embargo, poco después reanudó los estudios de Teología en Santiago de Compostela, en cuya universidad cursó leyes. De todos modos, su vocación religiosa parecía pesar en él mucho más que las reconocidas aptitudes para el aprendizaje, y con apenas 25 años se trasladó a Ocaña (Toledo), sede de uno de los conventos de los dominicos en España. Ese tampoco iba a ser su destino definitivo. En 1844, tras haber recibido las órdenes en Cádiz, tomó un barco hacia Filipinas. Sin su formación no se explica su vida en Asia, pues ejerció como profesor en la Universidad Pontificia de Manila, aunque pronto quedó comprobado que su vocación era la de misionero. Se trasladó a Tonkín, en donde llegó a ser nombrado vicario central y obispo.

Las persecuciones que sufrían los misioneros europeos, franceses y españoles, en esa zona de Asia acabaron por afectarle. Fue arrestado y decapitado, si bien las consecuencias de su ejecución, que tuvo lugar en el 20 de julio de 1857, fueron mucho más amplias. En respuesta a la ejecución de ciudadanos suyos, Francia decidió mandar tropas a la zona y pidió la participación de España, comprometida por el Tratado de la Cuádruple Alianza. El conflicto terminó en 1862 con la firma de un tratado entre el emperador de Francia, Napoleón III, y el rey de Annam.

Su cabeza fue traída en 1891 a Ocaña. En años posteriores se divulgó la voz de que había obrado milagros y curaciones, que en un caso dio como hecho auténtico la curia arzobispal de Toledo. Así comenzó su trayectoria hacia los altares, pues fue beatificado en 1951 y canonizado en 1988. Su presencia no se ha borrado de su zona natal, ya que algunos, como Manuel Labrada, viven en Pol.

Por otro lado, la casa natal, aunque muy reformada, se mantiene en pie. La presencia de un santo en la familia, reconoce Labrada, no se olvida: «Iso sempre se fala», dice.

Mañana, peregrinación a su lugar de origen

En vísperas del segundo centenario de su nacimiento, que se cumple el jueves 25, para mañana está prevista una peregrinación que termina en Suegos. La salida se realiza en Mosteiro a las diez de la mañana, con paradas en varias capillas en las que se rezarán oraciones. El programa incluye, a la una de la tarde, una misa en la iglesia de Suegos, oficiada por el obispo de Lugo, Alfonso Carrasco Rouco, seguida de una comida de confraternidad.

Expedición a Roma para asistir a los actos de su canonización

Familiares y vecinos de la zona viajaron a Roma para asistir a la canonización de José María Díaz Sanjurjo, que pasó al santoral como san José María de Suegos. También fray José Gómez, entonces obispo de Lugo, se desplazó para participar en la ceremonia, igual que el arzobispo de Santiago, Antonio María Rouco Varela. Al día siguiente de la canonización -que se celebró el 19 de junio de 1988, domingo- hubo una audiencia con el papa.

Su figura ha ocupado libros y conferencias. No hubo que esperar mucho a que se hablase de él en charlas: en marzo de 1989, en un acto en el Centro Gallego de Madrid, José Ramón Ónega disertó sobre el santo. Ónega, actual director de la Casa de Galicia en Madrid, también es natural del municipio de Pol.