El albañil con la vida a medio enladrillar

tania taboada LUGO / LA VOZ

OUTEIRO DE REI

Óscar Cela

Con 367 euros al mes, sin agua, ni luz ni calefacción, Manuel Ferreiro reside en el garaje de la que iba a ser su casa. «Cando teño frío, métome na cama», cuenta

01 feb 2017 . Actualizado a las 13:55 h.

oUTEIRO DE rEIManuel Ferreiro tiene 65 años y es natural de la parroquia de Pino, en el municipio lucense de Cospeito. Desde hace diez meses vive entre las cuatro primeras paredes que fueron levantadas allá por el año 1986 en una finca de la parroquia de Folgueira, en el concello lucense de Outeiro de Rei. La idea era construir su futura vivienda, pero todo se quedó en una simple estructura que ahora le da cobijo. «Teño dez anos cotizados e cobro 367 euros mensuais da pensión non contributiva. Só me chega para comer. Antes vivía nun piso en Lugo, pero tiven que vir para aquí», indica este exalbañil y pintor.

No tiene luz, ni agua ni calefacción. Se las arregla como puede con una pequeña linterna y acudiendo a buscar agua a casa de su vecina. No se ducha. «Lávome por parroquias», dice. Lo que iba a ser el garaje de la futura vivienda se convirtió en su hogar diario y el portalón por el que tendrían acceso los vehículos es ahora su puerta de entrada. Varios bloques cubren parte de este espacio, por el que se cuelan el frío, el aire y otras inclemencias meteorológicas.

Lo que tenía que ser la primera planta de su casa se quedó en una placa de cemento, cubierta con una lona y de la que sobresalen varios pilares. No hay puertas ni ventanas. Solo unas pequeñas vidrieras, y la mayoría están rotas. «Cando teño frío, métome na cama. E polo resto, estou ben aquí. Non teño ningunha enfermidade. Desde que vin para aquí non collín ningún catarro. Hai uns meses fun vacinarme contra a gripe e sigo en bo estado de saúde», indica este sexagenario.

El espacio donde habita posee suelo de arena y no está dividido. Un colchón, al que llama su cama, se asienta sobre unos bloques en una esquina del habitáculo. Es aquí donde duerme. Y un hornillo enganchado a dos bombonas de butano es su cocina. «Aliméntome de pan, cozo patacas, fago algo de verdura...», explica. Por el resto del espacio se encuentra ropa tirada y amontonada, así como una bicicleta, que utiliza para ir a Rábade a hacer la compra o arreglar papeles. Según explica este lucense, se dedicó toda su vida a realizar trabajos de albañilería y también a pintar casas. Paradojas de la vida, acabó viviendo entre los cuatro pilares de la que tenía que ser una vivienda en condiciones.

Manuel Ferreiro relata que se levanta según se presente el día. «Se vai frío, estou na cama ata as dez; se non, ás oito estou de pé», cuenta. Y en cuanto a su actividad diaria, explica que se entretiene paseando por la zona y cultivando vegetales y frutales en su pequeña huerta, que tiene al lado de las cuatro paredes de ladrillos donde reside. «A finca é grande -relata-, e permíteme poñer horta. Plantei varios froiteiros que merquei en Rábade e algunhas hortalizas. As coles e as nabizas son fáciles de cultivar e fan un bo caldo». No necesita más, dice. «Estou ben así e non teño pensado marchar nunca de aquí», concluye.

Una historia de penurias que comparten otros 40.000 gallegos

La de Manuel Ferreiro es una historia que podrían relatar otros 40.000 gallegos. Ese es el contingente de personas que, a día de hoy, cobran pensiones no contributivas en las tierras de Breogán: 367,9 euros. Se trata de hombres y mujeres que carecen de recursos y que no llegaron a cotizar los 15 años exigidos por la normativa para acceder a una pensión contributiva, más elevadas en lo económico. Para acceder a una no contributiva, es preciso acreditar que se carece de recursos (menos de 5.100 euros anuales), más de 65 años (si se solicita por jubilación) y se reside obviamente en territorio nacional. La Xunta aprobó en noviembre una paga extra para este colectivo de 200 euros.