Roi y Usoa cambiaron Madrid por Negueira de Muñiz, donde han puesto en marcha un negocio artesano en un entorno en el que todo es heroico

lorena garcía calvo
lorena.garcia@lavoz.es

Ernes es una pequeña aldea anclada a la ladera del embalse que serpentea a lo largo del concello de Negueira de Muñiz, a caballo entre Galicia y Asturias. Es un lugar recóndito en una zona en la que décadas atrás se instaló la última comuna hippie de Galicia, y en la que todavía el tiempo y la vida se mueven a un ritmo más pausado, más lento. Y así, Lento, es precisamente como la vasca Usoa Areitio y el ferrolano Roi Agulla, bautizaron su negocio, una panadería artesanal ubicada en uno de los lugares más remotos de la comunidad.

Una enorme casona de piedra construida en parte en el año 1700 y en parte en el 1895 acoge el hogar y la panadería de la pareja desde hace casi siete años, cuando decidieron emprender una aventura que nada tenía que ver con su vida anterior en Madrid. Usoa y Roi se conocieron en la capital de España. Él, sociólogo, trabajaba haciendo estudios de mercado y ella, artista visual, compaginaba su tarea en la Universidad con el trabajo en un centro de arte. En un momento dado, todo se alineó para salir de Madrid: cierto desencanto laboral, el embarazo de su primer hijo, la dificultad para conciliar... «Foi un pouco de todo. Nesa época vimos que había xente que poñía en marcha negocios con base social e pensamos en facelo nós tamén. Decidimos probar na Coruña montando unha cafetería-ciclista con produtos de calidade e ecolóxicos. Tiña sentido. Sempre fomos uns cocinillas e cuns amigos fixeramos un par de mercados en Madrid con produtos de pan e repostería que funcionaran moi ben», relatan. Vieron que lo que era una afición podía ser el sustento de un nuevo proyecto vital.

Roi y Usoa en el nuevo obrador que han puesto en marcha
Roi y Usoa en el nuevo obrador que han puesto en marcha Manuel

El problema fue que encontrar local, y sobre todo socios, en A Coruña se convirtió en misión imposible. «Nese tempo fixemos pan para algún mercado e algún grupo de consumo da área, e vimos que tiñamos amigos con proxectos en zonas rurais, así que comezamos a pensalo, aínda que nunca viviramos no rural», explican Usoa y Roi.

Su salto a la aldea fue vertiginoso. En el 2014 Roi participó en un encuentro de la red «O rural quere xente» en Negueira, y así fue como conoció Ernes. «Viñen case cunha libreta buscando un proxecto colaborativo ao que sumarnos», dice. Le dieron vueltas y se percataron de que el de Negueira era el que más niños parecía tener, y ellos querían que su hijo creciese en un lugar con más pequeños. «Foi o primeiro sitio ao que nos diriximos, e cando saímos de alí, dixemos: ‘Non vivimos aquí nin de coña'. Dous días despois pensamos ‘a ver, igual non está tan mal'», relatan entre risas. Y así, conscientes de que nunca habría un sitio «perfecto» y de que necesitaban «deixar de flotar», se adentraron en la aventura de su vida. 

Una casa en ruinas

El primer obstáculo en su intento de asentarse en Ernes fue lograr un hogar. «A compra foi tortuosa, e o que veu despois, tamén. Fixemos paredes, chans, quitamos dous metros de lixo que se acumulaba na lareira, chovía dentro... Estivemos tres meses sen luz nin auga quente. Menos mal que somos moi entusiastas e positivos, porque o traballo foi inmenso, e queda aínda moitísimo. Pero viñemos a iso, eu quería unha aventura na miña vida, algo apaixonante», dice Usoa. Y eso fue lo que se encontró.

Cuando se asentaron en Ernes, un grupo de vecinos tenía un proyecto colaborativo de pan para autoconsumo y venta de excedentes y se sumaron durante varios años. Cuando este se fue desintegrando, ellos tomaron el relevo y comenzaron a hornear de manera más regular y a llevar su producto al mercado de Ribadeo y a clientes de la costa. «Pouco a pouco foi funcionando e xusto antes da pandemia decidimos dar o salto. O ano pasado constituímonos en cooperativa e da man de varias axudas puxemos en marcha Lento. Hai pouco máis dun mes que empezamos no novo obradoiro. Pasamos de fornear nun forno do século XIX a un do XXI».

Es en ese obrador moderno donde cuatro días a la semana cuecen un producto hecho a base de materias primas ecológicas, cariño e investigación. Cada hornada son unos 70 kilos de pan a los que quieren añadir una línea de repostería y empanadas.

El original logotipo de Lento
El original logotipo de Lento Manuel

El reparto: 6 horas en furgoneta enfrentando los elementos

Cada pan de Lento tiene detrás 36 horas de trabajo que incluyen una fermentación en frío a base de masa madre. Todos los productos que utilizan son ecológicos y en cada hogaza hay horas y horas de investigación. Porque ellos no solo hacen pan. Se zambullen en su historia, en sus matices, en busca de un producto que primero les satisfaga a ellos, y luego a sus clientes.

«Tivo boa acollida, uns clientes porque buscan un produto feito con materia prima ecolóxica e singular, e outros porque lles recorda ao pan de antes», explican. Esa buena acogida también la recibieron cuando se asentaron en Ernes, una comunidad variopinta en la que uno puede encontrar belgas, suizos o argentinos, y donde no queda nadie que pase de los 60 años.

Roi y Usoa se distribuyen a diario el trabajo del obrador, pero la otra parte fundamental de la panadería, el reparto, es cosa de ella. Y tiene mucha miga. Ernes, al no tener un puente cerca para cruzar el embalse, está casi aislado. Para llegar hay que recorrer una carretera sinuosa a lo largo del pantano, y todo queda lejos. Muy lejos. En sus primeros años viviendo allí ya vieron a qué se enfrentaban. «Isto, como marco fotográfico, é xenial, pero vivir aquí é moi estresante. Tes que levar unha motoserra, unha pala e unha manta no coche porque se hai vento e se cruza unha árbore no camiño, tes que sacala ti», ejemplifica Usoa, que estando embarazada ya vivió algún capítulo así cuando se dirigía a hacer reparto. El pan de Lento llega a lugares como A Fonsagrada, Vegadeo, Ribadeo, Lugo... Cada día que distribuyen son unas 6 horas al volante. Un esfuerzo entusiasta, como todo lo que hacen.