La ruta de las aldeas deshabitadas por las montañas de Muras

María Guntín
María Guntín MURAS / LA VOZ

MURAS

Pancho es uno de los pocos vecinos que quedan en Casateita, en una casa en la que viven cinco personas

08 sep 2019 . Actualizado a las 19:54 h.

Carballás, Ximarás y Bustelo son aldeas vacías en las que ya no vive nadie. Solo quedan animales. Un ejemplo que se podría extrapolar a otras muchas aldeas de Galicia. En Carballás hay huellas de vacas que informan de que los animales han pasado por allí. Hay cinco casas, todas vacías y en ruinas. Sin embargo, bidones de agua y alguna bombona de butano informan de que alguien acude a la aldea de vez en cuando. Posiblemente, los propietarios de las reses acudan a atender a los animales desde núcleos como Vilalba, Muras o As Neves.

En Ximarás queda una perrera con perros de caza y también hay bidones de agua. Los animales están solos y, al igual que en Carballás, alguien acude a atenderlos de vez en cuando.

En Bustelo, las casas están totalmente deshechas y en ruinas, pero aún quedan caballos. Las silvas salen por las ventanas y los tejados están caídos. Son lugares sin rutinas, pero con animales. Alguno de los inmuebles dan la impresión de estar habitados, pero el musgo en los canalones y las telas de araña en las puertas demuestran que hace mucho tiempo que nadie mete la llave en la cerradura.

Los testimonios

Francisco Martínez —Pancho para los amigos— es conductor de autobús. Vive en Casateita. Antes, en la aldea había ocho casas repletas de gente. Ahora, solo son tres las viviendas que están habitadas. Pancho vive con cinco personas más y recuerda a uno de esos hogares que hace 50 años derrochaban vida y movimiento.

«Agora, aquí non hai nenos, pero cando eu era pequeno eramos 30 , no ano 58. Iamos á escola de Xelgaiz. A mestra saíanos ao camiño e iamos todos xuntos andando polos camiños», cuenta Pancho, que tiene cuatro vacas. Ahora, en toda la aldea no queda un solo niño y la persona más joven tiene 40 años.

Carlos Castro

La gente de la aldea murió y la que se quedó se fue a vivir a Muras o a Vilalba para buscar trabajo. «Na miña casa chegamos a ser oito», explica este hombre, que vive a dos kilómetros de Muras. Aún así, Pancho tiene claro que, cuando se jubile, se quedará a vivir en Casateita. «Aquí collo a bicicleta e vou, nunha cidade tería que ter coidado de que non me pillara un coche», explica.

Ataques al ganado

Pancho ha vivido en primera persona los ataques del lobo y del jabalí. Hasta hace poco, sus gallinas vivían en libertad. Ahora, ha tenido que construir un recinto cerrado para que el lobo no las devore. Las ovejas las vendió por el mismo motivo: los ataques.

En toda la montaña de Muras también abundan los problemas de cobertura. Las casas son de piedra, lo que dificulta la comunicación. «Eu, para falar, teño que saír da casa. Pero é algo normal nas aldeas, que teñen os muros moi gordos e non chega a cobertura», asegura Pancho.