Las gemelas que resisten en el casi abandonado mercado de Fingoi, en Lugo

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

Regentan con éxito una frutería y son las últimas inquilinas, junto con una pescadería que abre tres días, de una plaza que antaño estuvo llena de vida en Lugo

04 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A tan solo unos metros de la céntrica avenida Ramón Ferreiro, en el corazón de Lugo, se encuentra el mercado de Fingoi, un espacio privado cuya época de esplendor pasó hace mucho tiempo. En su momento, hasta una treintena de negocios funcionaban con éxito en la plaza, hoy resisten solo dos, y uno de ellos abre únicamente tres días a la semana.

María y Sonia Fernández son dos hermanas gemelas que regentan el puesto de frutería y alimentación que queda en el mercado. Abren a diario, de lunes a sábado, y con mucho éxito. Tres mañanas a la semana se les suma una pescadería cuyos clientes también hacen cola. En el resto de locales cuelgan desde hace años carteles de se alquila o se vende en los que pocas esperanzas hay depositadas. Prácticamente, María y Sonia son las últimas de la plaza de abastos de Fingoi.

«El mercado comenzó a funcionar en los años 70, aproximadamente. Entonces en Lugo no había ni supermercados y esto, por lo que cuentan los que lo vivieron, estaba siempre de bote en bote, tenía muchísimo ambiente», narra María. En la década de los 90 la madre de las gemelas decidió adquirir un puesto y montó un negocio, Alimentación Lola, cuyo nombre conservan las hijas.

El exterior del mercado de Fingoi
El exterior del mercado de Fingoi ALBERTO LÓPEZ

«Cuando dejé de estudiar, poco antes del cambio de siglo, me vine a trabajar con mi madre, y cuando ella se jubiló, mi hermana Sonia, que había tenido también una tienda de alimentación, se vino también para aquí». Así fue cómo las hijas tomaron el testigo de su madre detrás de un mostrador de la plaza. Por entonces, carnicerías, pescaderías, un bazar o una floristería convivían junto a su puesto.

Un espacio privado

El mercado de Fingoi no es un espacio al uso. Se trata de una plaza privada, instalada en el bajo de un edificio, y que funciona como una comunidad de propietarios. Cada puesto debe pagar una cuota mensual para los gastos comunes de luz y agua.

Ya en el exterior del mercado se observan las huellas del tiempo. Toldos y carteles de se alquila o se vende y verjas bajadas cuentan la historia de un espacio antaño lleno de vida y que fue languideciendo. El acceso al interior es por una puerta que abre paso a un pasillo y, nada más entrar, se encuentra la pescadería. Los días que abre, el corredor está lleno de vida, con un trajín constante de clientela fiel que sabe que el género que despachan merece la pena. De hecho, cuando hace un tiempo el propietario del negocio se jubiló, una de sus empleadas no dudó en tomar el relevo.

Unos metros más adelante, casi enfrente, se encuentra Alimentación Lola. En medio del gris que tiñe el mercado, el puesto de María y de Sonia es un auténtico vergel. Frutas, verduras, pan, algunas salazones... Es un bodegón «instagrameable» por la calidad del producto que despachan y por su buena presentación. Todo orden, color y buen aspecto.

En los años 70, cuentan, el mercado era todo un éxito, pero fue langiudeciendo
En los años 70, cuentan, el mercado era todo un éxito, pero fue langiudeciendo ALBERTO LÓPEZ

La imagen de su local es como un arco iris en medio de un día plomizo. Como los demás puestos están vacíos, solo se ilumina el pasillo de la frutería. Los locales, la mayoría espacios más bien pequeños, tienen las verjas bajadas. La sensación general es desalentadora, pero eso contrasta con la buena marcha de los negocios que resisten.

«Nosotras trabajamos muy bien, y la pescadería también. Por eso nos da mucha pena que no vengan más comercios. Realmente, si aquí hubiese alguna carnicería y algún negocio más, esto tendría otro aire», opina Sonia. Las últimas carnicerías echaron el cierre con la pandemia, y las fruteras tienen claro que hoy, que la clientela prioriza la comodidad y el tiempo, triunfan los espacios en los que tienes todo a mano.

Hoy, abundan las rejas bajadas allá por donde se mire
Hoy, abundan las rejas bajadas allá por donde se mire ALBERTO LÓPEZ

Clientela variada y fiel

«Contamos con una clientela muy fiel y de todas las edades. Gente de barrio o que trabaja en los centros educativos próximos que vienen a comprar. Trabajamos con buen producto y cuidamos bien a los compradores, y supongo que aprecian todo eso», explica María, que tiene claro que si se sumase algún negocio más a la plaza, a todos les iría mejor. «Yo invito a que se instalen aquí, porque la ubicación es muy buena y, aunque la plaza no es bonita, si tienes buen producto la gente te compra, hay clientela. Además, este barrio creció mucho y la gente se anima», abunda.

Tanto Sonia como María han sido testigos de primera mano de la paulatina decadencia del mercado de Fingoi pero también tienen claro que quieren seguir allí. «Aunque sea feo, mientras sigamos teniendo la confianza de los clientes, de aquí no nos movemos».