Un alpendre en las entrañas de la Muralla romana de Lugo

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

Una visita de la Xunta permitió visitar un espacio inédito para el gran público que en tiempos del Conde de Pallares fue utilizado para guardar aperos de labranza

22 mar 2023 . Actualizado a las 21:13 h.

¿Alguna vez se ha parado a pensar de qué está rellena la Muralla romana de Lugo? Pues de toneladas y toneladas de materiales, de opus caementicium (el cemento romano) y de sorpresas. Porque 1.700 años después de su construcción, la edificación sigue guardando secretos y curiosidades.

Una de esas sorpresas se encuentra junto al canil del Carril das Estantigas. En ese punto, discretamente, una moderna puerta metálica franquea el paso al interior de la Muralla. Al traspasarla y descender unos cuantos peldaños, uno se encuentra de repente en las entrañas del monumento. En un espacio de unos cuatro metros de largo por tres de ancho y con mucha altura en los que la humedad y el frío entumecen.

Al mirar arriba lo que se ve es una alta bóveda sobre la que se asienta el adarve por el que caminan y trotan lucenses y visitantes a diario. Un espacio curioso cuyo pasado lo es todavía más.

Cuenta el arqueólogo Celso Rodríguez Cao, experto en la construcción, que en algún momento entre la edificación de la muralla (allá por el siglo III después de Cristo) y el siglo XVIII, debió romperse la estructura en ese punto, generándose un gran hueco. Y como en aquellos tiempos (siglo XVIII) no estaba el tema como para desaprovechar las cubiertas, ese gran hueco fue utilizado por los labriegos que trabajaban para el primer Conde de Pallares como alpendre en el que guardar los aperos. Es decir, lo que hoy es un Patrimonio Mundial cuidado y reconocido, en su momento albergaba sachos y horcas.

La altura del lugar es importante y sobre la bóveda se asienta el adarve
La altura del lugar es importante y sobre la bóveda se asienta el adarve Óscar Cela

Pero esa función prosaica del reconocido monumento no fue la única. Se cree que durante las guerras Carlistas se levantó en ese punto del gran muro una batería. Como era necesario fortificar el espacio, probablemente fue en ese momento cuando se construyó la bóveda actual. Corría la mitad del siglo XIX.

Superados los tiempos bélicos, y ya en el siglo XX, a ese espacio abovedado todavía se le daría un tercer uso: allí se colocó un transformador eléctrico que se retiró no hace muchos años. De hecho, todavía se puede observar en el lugar la estructura en la que se asentaba. Y ese punto de la Muralla no fue el único en el que la modernidad eléctrica dejó su huella, puesto que hubo otros transformadores en puertas tan insignes como la de San Pedro o Porta Miñá.

Esta velada parte de la historia de la Muralla fue solo uno de los detalles que cerca de 50 personas conocieron este lunes de la mano de los arqueólogos de la Xunta Roberto Pena y Rubén Asorey. Ellos, junto con Rodríguez Cao, guiaron a los visitantes en un recorrido por la construcción para celebrar la Semana de la administración abierta.