La Muralla romana de Lugo: las certezas sobre su construcción y su historia

Suso Varela Pérez
suso varela LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

Recreación de cómo era la Muralla de Lugo tras su construcción entre los siglos III y IV
Recreación de cómo era la Muralla de Lugo tras su construcción entre los siglos III y IV CONCELLO

Tuvo 85 torres con dos pisos y entre dos y cuatro ventanas cada uno, se construyó entre los años 265 y 310 d.C. y su uso fue algo más que defensivo

15 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La Muralla de Lugo es uno de los monumentos más importantes de la Hispania romana y un bien Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000, cuando la Unesco reconoció su valor único en el mundo, principalmente por su conservación íntegra (que no igual a como fue construida). Hasta aquella declaración, se habían hecho muchos estudios, pero fue a raíz de las excavaciones que se han llevado a cabo durante estas dos décadas cuando se ha podido ir completando más el puzle sobre su historia, su construcción y su evolución a lo largo de los siglos.

Este carácter único, de fortificación completa en todo su trazado, y su reconocimiento por la Unesco, ha hecho que sea el monumento más estudiado de la Galicia romana y uno de los más significativos para entender el tipo y grado de romanización del noroeste peninsular.

La Xunta, que impulsa un plan director, en el que se incluirá un detallado estudio sobre su evolución histórica, expone en el documento base para conseguir el citado plan un somero resumen sobre lo que se conoce hasta el día de hoy sobre la Muralla romana de Lugo. Estas son las principales y básicas conclusiones

Características

Dimensiones y materiales. Tiene planta cuadrangular y forma oblonga. Sus lados curvos y el perímetro aproximado es de 2.140 metros, con una altura que oscila en 12-14 metros y un largo que varía entre 4,5 y 7 metros en el camino de la Ronda.

Entre los paramentos de losas de loseta hay un macizo de losas, cantos rodados y otros materiales unidos por argamasa, generalmente estratificados en capas bien asentadas y compactas. En algunas torres y lienzos, especialmente en los de flanqueo de las puertas de traza romana (que son la Nova, Miñá, Santiago, San Pedro y posiblemente también la Falsa), se conservan perpiaños de granito dispuestos en el sistema de soga y tizón.

Los técnicos destacan que aunque es probable que este tipo de fábrica existiera en la original de manera abundante, ya en origen a mayoría de la construcción era de esquisto, material próximo y accesible, que resultaba apropiado para una obra erigida con cierta urgencia y prisa sin comprometer la resistencia de los muros. Esta resistencia se aseguraba y aumentaba también con la reutilización de otros materiales de construcción y epigráficos: aparecieron más de 40 inscripciones en el relleno o en los paramento de la muralla, así como algunas piezas escultóricas.

La cimentación del recinto es escasa pero muy bien pensada y la existencia de fosos parece comprobada en algunas zonas (lados sur y este), a cierta distancia del muro exterior.

cómo era en origen

85 torres con dos pisos. La Muralla de Lugo tuvo en su origen 85 torres de planta semicircular pero no siempre del mismo diámetro y flecha. Las torres, próximas entre ellas, estaban proveídas (probablemente todas) de dos pisos altos con 2, 3, o 4 grandes ventanas cada uno. A día de hoy, de estos huecos solo queda uno restaurado en la zona de la Mosqueira. Se conserva un grabado de 1850 y otras descripciones antiguas.

Grabado de 1850 del Seminario Pintoresco Español, donde se ven algunos cubos de la Muralla
Grabado de 1850 del Seminario Pintoresco Español, donde se ven algunos cubos de la Muralla

Los técnicos de Patrimonio de la Xunta destacan que la mayoría de aquellos pisos son acordes a lo que Richmond denominó «estilo legionario hispánico» (las murallas de León y Astorga, además de las de Gijón) que era apropiado para una defensa de fuego cruzado de armas arrojadizas, más que para «ballistae», u otras máquinas similares, que serían utilizadas en otros recintos como Barcelona, Zaragoza o Girona.

Cuándo se construyó

Entre los años 265 y 310. La fortificación lucense se erigió en la época tardorromana a raíz de la crisis general del Imperio en el siglo III d.C. y de las noticias de ruptura del «limes» o frontera del Rin. Teniendo en cuenta los paralelos conocidos, los epígrafes y materiales reutilizados (ninguno posterior al 240-250), el propio contexto arqueológico de Lucus Augusti y el contexto histórico en general, se puede asignar a la Muralla de Lugo una fecha de construcción entre 265 y el 310. «Esto es suponiendo que el recinto se había hecho de una sola vez y de modo continuado, pues no se pueden documentar fases constructivas diversas por lo menos separadas en el tiempo (con independencia de las reformas y reconstrucciones posteriores a la época romana)», señala el informe de Patrimonio.

Por otra parte, la extensión del área fortificada (unas 34 hectáreas) superó a la del núcleo originario (quizás de campamento) del Lucus Augusti alto imperial y dejó zonas eriales por los lados norte y oeste con una finalidad aún no bien esclarecida. En cambio recortó otras áreas urbanas, (sobre todo por el sur y suroeste), donde también se documentan necrópolis tardorromanas.

Su uso

Algo más que defensivo. El historiador Adolfo de Abel Vilela, autor hace 50 años uno de los primeros grandes trabajos de referencia sobre la Muralla, destacaba en una reciente entrevista que desde aquel 1972, cuando se comenzó con la operación «Muralla Limpia», se desconocía sobre la Muralla «como era a técnica construtiva, como eran as portas orixinais e os corpos de garda, que tivera foso, que os muros estiveron revocados con morteiro, que en cada torre había unha escaleira, o motivo polo que ten unha rampla, incluso o da súa construción. Ese coñecemento adquiriuse grazas a labor dos arqueólogos, dos arquitectos e da documentación».

Sobre su uso, Abel Vilela, cuyos estudios valieron a las intervenciones que se han llevado a cabo en el monumento romano, afirma que «é evidente que unha muralla é unha fortificación militar, por tanto ten unha función defensiva, pero no caso de Lugo eu estou convencido que a construción se debeu a outras dúas causas, unha económica e outra climática. Un edificio que se tardou en facer 60 anos, non pode ter a súa orixe nunha cuestión de urxencia defensiva». 

El historiador lucense explicaba, de forma muy gráfica: «Para min foi o Plan E de Aureliano, nun momento de crise política, económica e social a receita é facer obra pública, o mesmo que se fai agora. As cidades para sobrevivir teñen que ter un motor económico, e a construción precisa de moita man de obra cualificada, de distintos oficios, de xentes que cobran un xornal e que o gastan. Na Idade Media será o arraxo da muralla, a construción da ponte, da catedral e dos conventos. Outro aspecto polo que foi útil a muralla ao longo da súa historia, é que era un excelente corta ventos, creaba un microclima, e iso foi unha das razóns alegadas para conservala. Sen ela o Lugo anterior ao século XX sería inhabitable».

Cambios históricos

Deterioros y «limpieza». El recinto fortificado de Lugo sufrió varias y continuas destrucciones y reformas que sin embargo no arruinaron ni deformaron excesivamente su fábrica, excepto en el referente a los pisos altos de las torres ya citados y al trazado del muro romano en un punto del lado sur de la ciudad (el llamado Reducto Cristina en la Mosqueira).

Los mayores deterioros y destrucciones en la Muralla de Lugo se produjeron, posiblemente, en la Baja Edad Media y con seguridad documentada durante las Guerras Carlistas. Durante los siglos XIX y XX es cuando se produce la apertura de nuevas puertas (otras cinco) y también cuando se desmochan o eliminan algunas torres, para ampliar la calzada exterior o por acciones de desarrollo urbanístico.

La Muralla fue objeto de «limpieza» de edificaciones arrimadas, de restauraciones diversas y de otras actuaciones -«para unos necesarias y para otros excesivas en el resultado final»- sin que se haya tenido en cuenta de modo decidido y con criterios definidos, la conservación e integración de su entorno urbano.

En los últimos años, las actuaciones en la muralla se centraron en actuaciones restauradoras de las fábricas y adarve de aquellos cubos y lienzos que tenían problemas estructurales y en una acción continua de mantenimiento y conservación preventiva de lienzos y adarve.

Descripción del monumento

46 torres completas. La fortificación romana de Lugo, que abarca 34 hectáreas tiene un perímetro, por su camino de la ronda, de 2.117 metros. (o 2.219 y hasta 2.140 según algunos autores). Su espesor es de 4,20 metros, aunque en algunos puntos alcanza los 7 metros. Entre los dos parámetros hay un relleno de argamasa caliza, piedra suelta,cantos rodados y materiales arquitectónicos y epigráficos romanos reutilizados. La altura de la Muralla oscila entre los 8 y los 12 metros.

Tiene diez puertas, cinco antiguas y cinco modernas. Las puertas modernas se abrieron a partir del año 1853 por necesidades del crecimiento urbano. La longitud de los lienzos entre los cubos oscila desde los 8,80 y 9,80 metros hasta los 15,90 y 16,40 metros

Se conservan 46 torres (o cubos) antiguas completas, y 39 que hoy están cortadas total o parcialmente. En las enteras, el hueco o segmento oscila entre 5,35 metros y 12,80; y la flecha entre 4,80 y 6 metros. En una de las torres, la de A Mosqueira, se conservan dos ventanas de medio punto, de 1,43 por 1,15 metros y 1,53 por 1,15 metros.

Al paseo de la ronda o adarve se accede por cinco escaleras y una cuesta. En diferentes épocas se descubrieron cuatro escaleras de hala doble que se despliegan en el adarve frente a los cubos, y consta la existencia de otras de las mismas características, hoy ocultas.

Características arquitectónicas

La traza. Todo de una vez. A pesar de las destrucciones y reformas sufridas por el recinto, desde Patrimonio de la Xunta indican que hoy puede hacerse una aproximación al aspecto funcional histórico-militar romano del recinto a partir del estudio de los caracteres arquitectónicos de la Muralla romana de Lugo con una base arqueológica (y la veces documental).

Lo más probable, señalan, es que el muro romano se construyera todo él y de una sola vez, ya que no se observan señales ni hay documentación de la existencia de más recintos arrimados o paralelos como en Barcino, ni de que haya más de un período constructivo cómo en la «muralla de Aureliano» en Roma.

Recreación de cómo era la Muralla de Lugo cuando se construyó en entre los siglos III y IV
Recreación de cómo era la Muralla de Lugo cuando se construyó en entre los siglos III y IV concello

La fortificación se erigió debido a las necesidades de su momento histórico y, posteriormente, sufrió reformas, destrucciones y saqueo de materiales. Sin embargo, aún hoy puede advertirse bien el perímetro y el trazado original de los muros, de las torres y de las puertas.

El perímetro se disponen en forma cuadrangular con los ángulos redondeados y los lados ligeramente cambiados. El recinto se adaptó a la topografía del terreno y siguió sus líneas de subida y bajada que se traduce algunas veces en una gran diferencia de altura entre el paramento exterior y el interior, como en el sector entre la Porta de Bispo Odoario y la Porta Miñá. El trazado del recinto bajo imperial supuso problemas y consecuencias para el casco urbano romano, cortando parte de la ciudad por el sur y sudoeste y ampliándolo notablemente en los lados norte y este.

Por ejemplo, la Domus do Mitreo se vio afectada por la construcción de la Muralla, y la gran casa romana tuvo que ser sacrificada en parte para asumir la fortificación. Por este motivo, en el actual yacimiento se puede llegar a ver el arranque de la Muralla y comprobar como su altura era casi igual en sus cimientos como en la parte superior.

Muros y aparatos. El muro está compuesto de cantos rodados de río de distinto tamaño, piedra generalmente de loseta y esquisto también diverso, escombro, e incluso restos materiales arquitectónicos y epigráficos, y una argamasa caliza por partes bastante arenosa. Todo eso aplastado y en ocasiones (cómo en el sector de la Porta Aguirre) perfectamente estratificado, intercalándose filas o capas interiores de piedra en sentido vertical, probablemente para favorecer el drenaje del macizo, algo que también se comprobó en la cimentación durante las obras de restauración de los años 1972 y 1973.

Efectivamente, indican desde Patrimonio, se vio que en la zona ubicada a la derecha de la Porta de San Pedro y a un metro o metro y medio de altura, sobre el nivel actual de la calle y la Ronda exterior, había bajo las últimas filas en vertical piedras grandes de todo tipo, apoyadas en una capa de arena arcillosa, que precede el suelo natural o «grixo» con el que se aseguraba el perfecto drenaje de las filtraciones de las partes superiores.

Las dificultades de abrir una brecha en el recinto son aún hoy muchas

Los paramentos que encierran este macizo son como un encofrado perfectamente imbricado -en la fábrica romana, no así en las reformas posteriores-. El interior, siempre es de fábrica de loseta mientras que el exterior ofrece algunas variantes. Este paramento exterior es, en su mayoría, de fábrica irregular de losas de loseta unidas por argamasa caliza de muy buena calidad, dejando aparte lógicamente las zonas reconstruidas en los años 90 en las que las losas de loseta fueron rejuntadas con cemento. Pero también hay zonas del muro externo que tienen sillarejos de granito, bastante bien escuadrados, como nos cubos y cortina adyacentes de la Porta Miñá, la de Santiago, y A Nova y restos de ellos en la de San Pedro.

La función defensiva de los muros en relación con su resistencia es indudable. Así le pareció, indican, tanto a Morales y la Molina, como posteriormente a los reformadores del siglo XIX. Las dificultades de abrir una brecha en el recinto son aún hoy muchas, por lo que es de suponer que sería mucho más con la obra finalizada. Es significativo, apuntan, que los derrumbamientos producidos en los últimos años fueron y afectaron precisamente a las partes reformadas y retocadas, mientras que el macizo y los muros originales (siempre bien imbricados) dan muestras de una mayor consistencia.

Las torres. El número de cubos o torres que debió de tener el recinto en su inicio es 85 (86 señalaba Pallares). La Muralla de León, con 1.430 metros de perímetro tiene casi tantas torres como la de Lugo, pero en esta son de mayor tamaño. Richmond ya indicaba que Mélida en su plano de 1921 no indicaba todas las torres que existieron ni los lugares en los que habían sido destruidas. El plano de Richmond intentó suplir tal deficiencia pero, el autor ya aclaraba que no todas las torres pudieron ser completadas con certeza y que su número - él lo situaba entre 79 90- era impreciso.

En las obras de restauración de 1972 y 1973 se reconstruyeron total o parcialmente 19 cubos. En la actualidad hay 71, once de los cuales están incompletos o mutilados. Después de los estudios hechos sobre el terreno se sabe que había 85 torres primitivas, separadas por lienzos de distinta longitud (entre 8,80 y 16,40 metros). El tamaño de las torres varía, pudiéndose distinguir dos grupos uno con un promedio de 13,40 metros de diámetro y otro con un promedio de 10,15 metros.

Los cubos mayores están en el sector Porta Nova, Porta Bispo Odoario y los más cautivos en el tramo que va de la Porta de Bispo Izquierdo a la Porta de San Pedro. El material utilizado en las torres es losa de loseta, excepto como ya se dijo, en los que flanquean a la Porta Miñá, Nova, y de Santiago y en los perdidos de la Porta de San Pedro, que son sillarejos graníticos.

En la mayoría de los cubos que aún se conservan completos, la base es ligeramente más ancha que la parte ubicada en el camino de Ronda, creemos que tanto debido a reformas posteriores como a la fábrica original, buscando una mayor estabilidad de las torres. 

Los técnicos destacan que en el recinto de Lugo todas las torres o cubos originales son de planta semicircular, mientras que en otras fortificaciones bajo imperiales hay cierta variedad de tipos. Uno de los mayores problemas que aún nos encontramos en el estudio de esta muralla es lo de la primitiva existencia y disposición de los cuerpos altos de las torres: el único resto que hoy queda de estos cuerpos altos es el existente en la zona de la Mosqueira, y correspondería al piso bajo de los que tenían las torres y que estaba situado al mismo nivel que el camino de la ronda.

Edificaciones pegadas. La situación de estas edificaciones fue variable desde el siglo XVIII, alternándose períodos en los que se permitían construcciones con los derribes causados en las guerras de la Independencia y Carlistas o en el alzamiento del Coronel Miguel Solís y Cueto. A partir del año 1870 se inicia de nuevo la construcción de edificaciones arrimadas en la zona comprendida entre la Porta de San Fernando y la Porta Nova en el exterior de la Muralla.

En la ronda interior, fruto de la acción del arquitecto Nemesio Cobreros en 1876, se exigen retranqueos de 6 metros a partir de la muralla para poder edificar. En 1953 fue un año de vital importancia, ya que el Concello de Lugo en colaboración con la Dirección General de Bellas Artes, deciden eliminar las edificaciones arrimadas en el exterior de la Muralla, las cuales ascendían a un total de 130 edificios y 1.429 cubiertos.

De este período y bajo el proyecto del arquitecto Antonio González Trigo, se reconstruyen los cubos LXX y LXXI, entre otros. Posteriormente por los decretos de 8 de julio de 1971 y 3 de agosto de 1971, se declarará de utilidad pública la demolición de los dichos edificios y su urgente ocupación, comenzando así las actuaciones que culminarán con la demolición de dichas edificaciones y la restauración posterior de la Muralla en el 1974.