Una víctima de violencia de género que rehabilitaba a maltratadores: «Fue duro trabajar con ellos mientras sufría lo mismo en casa»

André Siso Zapata
André S. Zapata LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

Una manifestación frente a los juzgados de Lugo en el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Una manifestación frente a los juzgados de Lugo en el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Carlos Castro

Psicóloga en ALAR Lugo, esta gallega vio el maltrato desde ambas perspectivas de forma simultánea. Ahora, anima a las mujeres a «denunciar y pedir ayuda»

26 nov 2021 . Actualizado a las 09:00 h.

En Galicia, al menos 6.000 mujeres sufrieron alguna agresión machista en el último año. Se trata de uno de los deberes pendientes de la sociedad actual, motivo por el que este pasado jueves, 25 de noviembre, se conmemoró el Día de la Eliminación de la Violencia de Género. Aún con todos los casos que tantas mujeres sufren cada día, hay salida. Así lo atestiguan muchas víctimas que se pasaron años inmersas en casos de maltrato.

Es el caso de la psicóloga Ana Baamonde —nombre ficticio, ya que prefiere no dar el suyo ni mostrar su rostro—. Desde hace unos meses, trabaja en la asociación lucense ALAR, encargada de acompañar y asesorar a personas que necesitan ayuda en asuntos de violencia de género, adicciones, bullying u orientación laboral, entre otros. Ana pudo acceder a un puesto como psicóloga porque, tal y como exigía la oferta de trabajo, está registrada como víctima de violencia de género.

En la actualidad, la gallega trabaja acompañando y asesorando a menores de edad en un programa promovido por la asociación. Sin embargo, en el pasado, su empleo la hizo estar en los lados de una situación de maltrato, uno de ellos en su propia casa y el otro, en el trabajo.

«Primero, estuve trabajando en unas sesiones de rehabilitación de hombres condenados por delitos de violencia de género, que acudían a estos talleres a cambio de no entrar en prisión. Luego, también estuve acompañando a mujeres maltratadas, tratándolas psicológicamente y ayudándolas a superar ese trauma», cuenta. Estuvo un año en cada puesto. La vida, sin embargo, puso a prueba a la psicóloga: «Fue muy duro dar la cara en el trabajo, explicando los perjuicios que tenía el maltrato, mientras vivía lo que vivía en mi propia casa», explica Baamonde.

La situación a la que hace referencia es la relación de pareja que mantuvo con un hombre durante años, cuando aún no residía en Lugo. «Denuncié dos veces. Después de la primera, tuve una recaída. Él dijo que cambiaría, nos echábamos de menos... Pensé que me había equivocado y accedí a retomar la relación. Con la segunda, me mudé de ciudad y conseguí salir de aquello», cuenta la gallega.

Las dos perspectivas

Lo que hace su historia realmente especial es que, según cuenta ella misma, convivía con una pareja maltratadora mientras, en su trabajo, impartía talleres para hombres que habían hecho lo mismo en el pasado. «Era durísimo ignorar en casa lo mismo que intentaba erradicar en el trabajo», cuenta.

Según ella, «muchos de los que venían al taller no querían que una mujer les dijera que tenían una actitud machista o que habían hecho cosas malas. Otros, sin embargo, accedían a rehabilitarse y hasta pedían consejo». Y es que «el maltrato te crea inseguridades, te hace pensar que es tu culpa y te hace tolerar actitudes que no se pueden permitir», afirma.

En los tratamientos, explica Baamonde, «intentaba hacerles ver a los participantes que las actitudes que tenían con sus parejas eran intolerables, pero en mi casa buscaba excusas para justificar esos mismos comportamientos que mi novio tenía conmigo. Lo pasé muy mal».

Su experiencia es útil para que pueda describir de forma muy detallada cómo se sentía en aquel momento, y la forma en la que el maltrato engaña a la mente de las mujeres que lo sufren: «Nos meten en la cabeza que tenemos que aguantar. Odio esa palabra: 'aguantar'. ¿Aguantar el qué? ¿Hasta cuándo? ¡No hay nada que aguantar! Lo que hay es que entender que las líneas rojas son necesarias, y que hay que actuar rápido cuando alguien las intenta sobrepasar», explica.

En su caso, no sufrió «mucho» maltrato físico, sino que la mayoría de los abusos eran psicológicos: «En realidad, es peor. Una herida física, por muy profunda que sea, es curable. Una mental puede estar ahí toda la vida».

Salir de una relación en la que la violencia es la tónica dominante no es fácil. Baamonde, ahora, anima a todas las mujeres maltratadas a «no esperar para buscar ayuda y denunciar». Además, dice que es muy necesario «contar con un círculo de personas de confianza que te alerten si ven algo raro, como la familia y los amigos». 

Desde hace unos meses, la psicóloga está «encantada» en su nuevo trabajo, en ALAR. Allí, cuentan también con un servicio de atención a mujeres víctimas de violencia de género. «Lo que es seguro es que nadie que acuda a nosotros se va a ir peor de lo que vino. Animo a todas las mujeres que se estén pensando si pedir ayuda, que lo hagan. Si tienes dudas de si la necesitas, es que la necesitas», concluye.