El funcionamiento del Centro de Investigación de Lourizán, creado décadas atrás, era un pilar en el que se apoyaba la pretensión pontevedresa, aunque Lugo acabaría ganando ese pulso con la ciudad del Lérez, en donde la situación se causó un evidente malestar. Tanto Lugo como Pontevedra eran entonces urbes con alcalde popular (Tomás Notario y Javier Cobián, respectivamente), igual que ocurría en las diputaciones (Francisco Cacharro en Lugo y César Mera en Pontevedra).
En 1991, ya podía comprobarse claramente que el perfil agropecuario del campus lucense era una realidad. Casi 3.000 de los 4.961 alumnos que cursaban estudios superiores en Lugo estaban matriculados en centros relacionados con la agricultura o con la ganadería. El 77 % de los universitarios que estudiaban a orillas del Miño eran gallegos, y su presencia difícilmente podía pasar inadvertida: como apuntó Rigueiro en su discurso, la matrícula en centros universitarios lucenses se había multiplicado por siete en apenas cinco años.