¿Te acuerdas de los espectáculos en el Gran Teatro? ¿Y de las tapas de mejillones del Verruga o los cucuruchos del Papa´s?

Luis Latorre

Lugo es una ciudad en que las costumbres son casi tan estables como la Muralla. Somos una población a la que le gusta insistir en sus hábitos, pero algunos de ellos, que eran prácticamente el pilar de la vida social de toda una generación, ya son imposibles de cumplir. Aquí hay diez de las cosas que los lucenses nacidos a mediados de los 70 nos marcaban el día a día pero hoy ya no podemos hacer:

1. Ir al Gran Teatro a ver un espectáculo. Las grandes salas han desaparecido al perder la guerra contra los multicines. Aquellos enormes patios de butacas entre los que destacaba el Gran Teatro son solamente un recuerdo, y también pasaron a la historia el Kursal, el cine Ronda, el Paz o el Victoria.

Manifestaciones en octubre de 1992 para evitar el derribo del Gran Teatro
Manifestaciones en octubre de 1992 para evitar el derribo del Gran Teatro Archivo

2. Sabores que ya no existen. El cierre de establecimientos históricos también supuso la desaparición de tapas míticas como los mejillones del Verruga, los pinchos morunos de A Tasca o la tortilla del 14. Emblemas de una forma de hostelería que va desapareciendo y con ella muchos recuerdos. También eran míticos los cucuruchos del Papa's, con su largo listado de salsas con nombres peculiares (yo tomaba la Ali-Vou), o El Madrileño, con sus míticas patatas bravas. En la Calle de la Reina, junto a Madarro, los helados de la Suiza son los que perduran en la memoria colectiva de nuestra generación. También los de la heladería de Camiño Real (entonces 18 de Julio) y que combinaban la confección artesanal con un encantador local del que destacaban las sillas blancas de diseño de los años 70.

3. Establecimientos inolvidables. Las bicis de Hijos de Félix Latorre en la Ronda de la Muralla, los estilógrafos de la Stende de Campo Castillo o la papelería de la Librería Celta, la ropa infantil de Las Gutiérrez… eran metas para los niños de Lugo en una época en que se consumían menos cosas. Míticos establecimientos a los que se acudía para comprar donde lo habían hecho nuestros padres e incluso abuelos, hoy desaparecidas. Algunas cerraron hace poco, como la tienda de las velas de la calle de la Cruz, una referencia del casco histórico hasta la jubilación de Víctor y Teté. Un negocio peculiar, con el irresistible encanto de las antiguas tiendas de barrio con un producto único que desde que cerraron ya no se puede encontrar.

El Verruga lucense
El Verruga lucense No disponible

4. Alternar en locales bajo tierra. Bajar las escaleras del Quijote y calentarse ante su inolvidable chimenea, o las de La Bodeguita o el Ancla, que después se convertiría en el SuperFly, era otra cosa. Daban una sensación de club alternativo de película de espías de los años 40. Hoy día probablemente las normativas de accesibilidad los convirtieran en ilegales.

5. Tardar siete horas en llegar a Madrid por la N-VI y dos en ir a Foz. La autovía A6 supuso sin lugar a dudas un antes y un después en la ruptura del secular aislamiento de Lugo por carretera. Los impresionantes puentes y túneles de esa imprescindible obra de ingeniería acercaron Madrid en más de una hora y media, y solo cuando ocasionalmente hay cortes que nos desvían por la vieja Nacional VI recordamos lo que eran aquellos viajes eternos llenos de curvas. Lo mismo pasaba para ir a la costa de Lugo, a la que se tardaba tanto que todos íbamos a Miño porque se llegaba antes hasta la apertura de la A8.

La mítica librería Souto cerró a principios del 2015
La mítica librería Souto cerró a principios del 2015 ALBERTO LÓPEZ

6. Jugar en los recreativos. Los salones de máquinas, que estaban estratégicamente situados junto a los institutos u otros más a desmano como el de García Abad, eran puntos de encuentro de expertos en videojuegos y otros que éramos menos duchos. El Bomb Jack, el Galaxy o el Super Mario Bros…

7. Ir a los conciertos de Mecano en el San Froilán. El grupo ya no existe y las tendencias lógicamente son otras, pero los inolvidables conciertos de las primeras figuras del panorama musical español eran uno de los grandes atractivos de las patronales de Lugo. Mecano, Miguel Bosé, Luz Casal, Hombres G y los primeros puestos de la lista de Los 40 Principales no dejaban de venir a Lugo a celebrar el San Froilán.

8. Colarte en la antigua Frigsa. El edificio fantasmagórico de la vieja Frigsa, hoy demolido, era un escenario de película de terror que teníamos a un paseo de casa. Colarse en sus pasillos, bajar a los sótanos y curiosear por las enormes salas del antiguo matadero era un imán para los más atrevidos. Los rumores sobre ritos satánicos y prácticas ocultas en los pisos más bajos siguen presentes en el imaginario colectivo de nuestra generación.

Derribo del antiguo matadero de Frigsa
Derribo del antiguo matadero de Frigsa No disponible

9. Quedar en Souto. Era el punto de encuentro por antonomasia. Muchas veces ni siquiera había que decir el lugar: con llamar por teléfono a casa de los amigos (y esperar que no te cogieran los padres porque inexplicablemente te daba corte) y decir «nos vemos a las cinco y media», ya sabías que el punto de encuentro era el escaparate de la Librería Souto… para acabar sentados a pocos metros junto a los viejos leones metálicos que hoy están en el MIHL.

10. Ir a las fiestas de tarde. Cuando éramos menores de edad las fiestas de tarde de Yguazú, Valentino o Studio 3 eran la alternativa de ocio que nos hacía sentir “mayores”. Ocio nocturno a plena luz del día con guiños a una edad adulta en que ahora a muchos les gustaría poder volver atrás en el tiempo.

Recuerdos irrepetibles, como ir a por cintas al videoclub, usar el locutorio para llamar a casa, conectarse a Internet en un ciber… que los años convierten en experiencias que atesoramos con el cariño de un tiempo que, mejor o peor, ya no volverá.