La última taquillera del Gran Teatro recuerda sus años en el insigne espacio cultural lucense

lorena garcía calvo
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Teresa Díaz tenía poco más de 20 años cuando en 1972 comenzó a trabajar en el Gran Teatro de Lugo. Allí pasaría más de dos décadas, hasta su cierre. Un tiempo en el que vio pasar por el escenario a Arturo Fernández, Florinda Chico o Bibiana Fernández. También disfrutó de las películas que promovía el club cultural Valle Inclán y de las sesiones de ballet. Casi siempre desde la distancia prudencial que le exigía su trabajo. Porque Teresa fue una de las últimas taquilleras del Gran Teatro.

«Primero la taquillera principal fue mi hermana Puri. Estuvo hasta que se casó y luego ocupó su lugar Anita, y para el puesto de Anita me propusieron a mí. Por aquel entonces buscaban una chica que hablara en español», relata Teresa. Al principio su función era despachar los billetes para la sesión infantil de las 4, «y luego fueron los domingos, despachar para butaca y gallinero. Mi cometido eran los tiques y la contabilidad», recuerda.

Asistentes a una sesión de cine de autor
Asistentes a una sesión de cine de autor Pepe Álvez

El lugar de trabajo de Teresa era especial. «Las instalaciones eran poderosas, había 409 butacas y en total, incluyendo los palcos, cabían mil personas. Recuerdo que había reservas especiales: la policía siempre tenía dos butacas y luego los del Palacio del Mueble, que eran los que dejaban los mueble de atrezo para las funciones, tenían también su sitio, aunque no solían ir», relata.

Las anécdotas que Teresa desliza en la charla son increíbles. «Recuerdo que cuando se estrenó Jesucristo Superstar se organizaron manifestaciones, y a mí me tocó vivir dos amenazas de bomba. Una fue con ese estreno. Cogía la llamada, me decían que habían colocado una bomba, llamé al gerente y luego vino la policía a desalojar».

En aquellos tiempos en los que España todavía vivía bajo los estertores del franquismo, Teresa también que vivir más episodios delicados. «Un día, cuando volví a las diez de cenar, estaban todos los de la Falange cantando el Cara al sol. Tuve que pedirle una tila a Manolo del España. Luego entré a trabajar como si nada. Vinieron dos días a la misma hora por el estreno de Hair».

La atrciz Bibiana Fernández, preparándose para salir a escena
La atrciz Bibiana Fernández, preparándose para salir a escena Pepe Álvez

Pero no todos los recuerdos que conserva Teresa son accidentados. «Por allí pasaron todos los artistas, desde Lola Herrera a Bibi Andersen. Y allí se estrenaron Spiderman, Terremoto. Se hacía la semana del cine. Me di cuenta de que a los lucenses les gusta mucho el teatro y el cine, y son muy exigentes. Sabían de qué se hablaba. Al teatro iba un público selecto y al cine, salvo el de Fonmiñá, era más generalista», cuenta la taquillera, que recuerda cómo la revista, que era tipo ballet ruso, era su género favorito, junto al cine de autor.

Escobar triunfó

Al repasar la lista de artistas que pasaron por el Gran Teatro, Teresa habla de los más grandes de los años 70 y 80. «Yo entré a trabajar con 20 años y con Máximo Valverde pagué la novatada. No sabía que el teléfono de la taquilla no lo podían usar los artistas, ellos tenían que usar el del despacho, que tenía contador para contar los pasos. Máximo Valverde entró a la taquilla y dijo: ‘señorita, ¿puedo llamar?'. Yo le dije que sí, y él estuvo hablando con su novia que una cosa y la otra, y yo mirando el reloj porque era la hora de cerrar. Me echó una bronca mi jefe cuando se lo conté», recuerda entre risas.

De aquellos tiempos, Teresa recuerda a una Bibi Andersen «majísima, me encantó. Lola Herrera era más majestuosa, más diva, y Amparo Rivelles, actuaba un poco como la reina del teatro». Con Manolo Escobar, por ejemplo, el éxito estaba garantizado. «Triunfó muchísimo». Y otras grandes de la época, como Florinda Chico, le dejaron anécdotas para toda la vida. «Por aquellos tiempos en España empezaban a permitirse algunas cosas, como jugar a las maquinitas. Recuerdo que Florinda Chico cruzaba al España y le metía unas pesetas a las tragaperras».

El emblemático edificio de Lugo era de aires racionalistas y se derribó hace un cuarto de siglo
El emblemático edificio de Lugo era de aires racionalistas y se derribó hace un cuarto de siglo Pepe Álvez

En aquel teatro de aires racionalistas, Teresa conoció a Arturo Fernández, al «simpático» de Pepe Rubio o a Antonio Gades cuando llevó a Lugo sus Bodas de sangre. También a Teresa Rabal, «que era más chiquitita de lo que yo pensaba», y a un Juan Pardo del que no consiguió el autógrafo.

Durante años, había dos funciones, a las 8 y a las 11, que era la que tenía más tirón, y en cuyo descanso «la gente salía y había vida social alrededor. Por aquel entonces había un bar, pero a principios de los años 90 llegaron las chicas de las palomitas» y buena parte de esa magia se perdió. Se fue diluyendo al mismo ritmo que un teatro que acabó languideciendo y con sus últimos trabajadores ganando el juicio. «Era un espacio cultural único y nada en Lugo heredó eso», lamenta Teresa.

De aquellos últimos años del Gran Teatro, la taquillera recuerda la actuación de Moncho Borrajo, que llegó a dedicar un poema al lugar; y la de Cruz y Raya, llenando la sala. Los últimos carteles de un espacio del que miles de lucenses conservan grandes recuerdos.