Only you

Emilio Rodríguez DESDE EL ALTO

LUGO CIUDAD

12 may 2021 . Actualizado a las 19:31 h.

Alguien me dijo que es verdad. Que sí, que quizá pudiera estar un poco más delgado que antes de llegar el virus, cierto…; pero que sigo igual de fofo. ¡Olé, me encanta el cante jondo! Alentador. Me miro en un espejo antes de apoltronarme… Pues no me lo parece: me veo igual que siempre. Me apoltrono. Silban el Only you en alguna parte. Cagoenlá. No son horas de silbar el Only you ni aquí ni en ningún sitio. ¿Alguien me vacila? ¡Maldita sea, el café está frío! Suele ocurrirme: cuando acabo de comer me baila la cabeza a su albedrío y me parece oír ronquidos. Imaginaciones mías. Alguna vez escribo y en el folio en vez de letras quedan signos, garabatos sin sentido. Qué cosas. Vuelve el del silbido; acompañado ahora por los golpes de un martillo. Alguien cuelga un cuadro, o arregla algo. No son horas. Alguien me vacila, fijo: ¡trabajando nadie silba el only you, carajo! El perrito del de abajo sufre incontinencia: cómo ladra el muy cabrito. Menos mal que es un chihuahua. El del B sigue arrastrando sillas, dándole al palique la del ático y los de al lado dilucidan a berridos quién recoge hoy la cocina. Nunca fallan. Mejor así que cuando están de buenas: sus aullidos y jadeos se hacen insufribles. Aquí en el alto son normales estas cosas. Y en cualquier casa, me imagino.

Y mientras tanto sigue ahí fuera la vacuna con su ritmo lento, cansino. A mí me la pusieron este sábado en el HULA. La enfermera pellizcó mi brazo fofo y encontró abundante chicha. Así da gusto ?dijo. Lo dicho: viva el cante jondo.

Mi figura, la vacuna, el virus…, sin novedad aquí en el alto, la vida sigue imperturbable su constante ritmo. El Only you sigue sonando en algún sitio.