¿Qué plazas de Lugo funcionan y cuáles no?

Suso Varela Pérez
suso varela LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

Los espacios públicos con bancos y peatonales no necesariamente son los usados por los lucenses

04 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Las personas, cuando salimos a las calles de las ciudades para pasear, descansar y charlar con otros vecinos, buscamos los lugares públicos más cómodos y no necesariamente los que nos marcan los ayuntamientos con sus intervenciones. En la ciudad de Lugo hay numerosos casos de plazas y calles peatonales llenas de bancos pero en las que nadie se atreve a pasar cinco minutos sentado; y al contrario, lugares de entrada menos atractivos pero que tienen aquello que más desea un peatón: sombra, abrigo, zona verde, tránsito, comercios y hostelería y juegos infantiles.

La pregunta que nos deberíamos hacer es: ¿Dónde nos apetecería pasar la tarde? ¿La respuesta es en la Horta do Seminario, donde sí podríamos ver pasar a la gente, o en el Calexón do Hospital, que está lleno de bancos para sentarse y no pasa ningún coche? ¿O nos gustaría estar una tarde con nuestra familia o amigos en Campo Castelo? ¿Nos invita a disfrutar del tiempo de descanso la Praza de San Marcos o la de Nemesio Cobreros? ¿Son estos lugares donde le daríamos la merienda a nuestro hijos, o sería mejor hacerlo en la Praza do Ferrol?

Como ven son preguntas, algunas con respuestas, sobre lugres públicos del centro de Lugo. Algunos están muy juntos en el espacio pero los resultados a la hora de ser atractivos distan mucho de la realidad.

La ciudad en el centro está plagada de calles peatonales que apenas tienen uso a pesar de que no circulan coches: María Balteira, Amor Meilán o Soto Freire son tres lugares sin alma, sin ningún valor que anime a sus vecinos a pasar cinco minutos en sus bancos. En cambio, calles como Menorca, la Praza Fonte do Rei, o el parque de la Ronda das Mercedes sí se utilizan gracias a que o bien tienen locales abiertos o disponen de sombra y abrigo para descansar.

La orientación de las plazas y calles influye a la hora de que los vecinos las usen. Por ejemplo, en Xosé Castiñeira, junto al edificio del INSS, hay una amplia zona verde, pero al estar junto a la avenida de Madrid el viento desanima estar más de cinco minutos. Lo mismo ocurre en el jardín Simón Bolívar de la Ronda do Carme. En cambio, a escasos metros, la explanada junto a la fuente de Fonte dos Ranchos es lugar de encuentro de muchos mayores del barrio de la Residencia gracias a que tiene zonas de sombra y a la vez otras soleadas.

Luego hay dos plazas que nacieron con el espíritu propio del urbanismo duro pero que a medida que han pasado los años y se han modificado aspectos urbanísticos están cambiando hábitos sociales positivos. Son las plazas de Agro do Rolo y Augas Férreas. La hostelería, la colocación de zonas verdes y los juegos infantiles las hacen más animadas.

Un simple banco puede transformar la vida de una calle

A veces la simple colocación de un banco puede transformar para bien la vida diaria de los vecinos de un barrio. Que se lo digan a los lucenses de la avenida da Coruña, junto al cruce con Angelo Colocci. Desde que se tiró un histórico tapón urbanístico que dificultaba el paso de peatones y se colocó un banco, los vecinos se sientan en el mientras ven pasar los coches, los peatones y el sol de poniente los calienta a última hora de la tarde.

Un caso similar acontece en los bancos que dan acceso al Parque de Frigsa en la avenida da Coruña. A pesar de ser un espacio lleno de ruido por el tránsito de muchos vehículos, precisamente los vecinos utilizan los bancos para charlar y comentar lo que ven a diario ante sus ojos.

Recientemente, el Concello de Lugo colocó algunos bancos en la Rúa Trapero Pardo, que junto a otros en la avenida das Américas, son utilizados a diario por los vecinos. Ni hay calles peatonales, ni árboles, ni comercio, ni hostelería. Solo los bancos ya animan a que los vecinos se detengan en sus paseos cuando salen de casa. La clave, en estos casos, es que los bancos estén bien orientados tanto al transcurrir de la vida como al abrigo de los vientos más fríos.