Adiaratou Iglesias: «Pienso: ¡Qué suerte tengo!»

LUGO CIUDAD

OSCAR CELA

La mujer más rápida de Galicia nació en Mali, es albina y conserva un 20 % de la visión. El año que viene buscará una medalla en los Juegos Paralímpicos

15 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Adiaratou Iglesias (Bamako, Mali, 1999), Adi, como le gusta que la llamen, tiene una vida de película. Albina en un país lleno de prejuicios contra los de su condición, tuvo que salir muy jovencita hacia España y pasar por una serie de peripecias hasta acabar en Lugo, donde floreció su velocidad. Es campeona gallega absoluta de 100 y 200 metros y medalla de plata en el mundial paralímpico. Solo conserva un 20 % de la vista, pero tiene, por lo menos, un 120 % de alegría.

-Habla muy bien castellano.

-Ya llevo aquí nueve años, pero sí, me lo dicen mucho. Muchos africanos que vienen a España se relacionan solo entre ellos y por eso hablan peor.

-La pandemia no le habrá venido muy bien para su progresión deportiva.

-Al principio entrenaba en el piso y tras el confinamiento ya empecé a salir y practicaba junto al Miño. Ahora ya entreno con normalidad. Además, pude competir hasta octubre.

-¿Cuál es su objetivo?

-Estoy entrenando para los Juegos Paralímpicos. Y quiero estar a mi máxima velocidad en junio o julio.

-Tiene la mejor marca gallega de 200 metros absolutos.

-Sí, es verdad. Y también soy campeona gallega de 100 metros lisos.

-Así que en Galicia no hay ninguna mujer más rápida que usted.

-Sí, se podría decir eso, ja, ja.

-¿Y quiere repetir ese título?

-Debería intentar defenderlo. Si lo hago, estoy trabajando también para mi participación en los Juegos.

-Usted fue albina en África. Seguro que pasó una infancia difícil.

-Sorprendentemente no, gracias a mis padres. Solo conocía mi barrio y me explicaron que estas personas salían una o dos veces al año a perseguir a los albinos. Así que, fuera de esas fechas, yo me movía con libertad en mi barrio. No, mi infancia no fue horrible.

-¿Cómo vino a España?

-Yo tenía un hermanastro en La Rioja y mis padres decidieron enviarme allí para que tuviera una mejor vida. Pero las cosas no salieron bien con mi hermano y tuve que ir a un centro de menores. Y allí me fue a buscar mi madre adoptiva para traerme a Lugo.

-Lugo, qué diferente a Bamako.

-Sí. Al principio pensaba: «¡Qué ciudad más apagada!». Pero pronto vi el lado positivo: al no haber tanto sol, no me quemo. Y ahora Lugo es mi hogar. Yo me adapto fácil. Eso es lo que hay que hacer, no comerte la cabeza.

-¿Ha vuelto por allí?

-Todavía no. Quiero hacerlo alguna vez, pero la situación ahora no está bien..

-¿Cuándo descubrió su velocidad?

-Creo que una vez, cuando tenía 7 años, vi en la tele a unas chicas corriendo, que eran del mismo color que yo y me dije: «Yo quiero hacer eso». Allí me sentía muy rara y quería ir a algún país donde hubiera gente como yo. Y me gustaba correr; veía poco, pero siempre corría. Cuando llegué a Lugo fue mi madre adoptiva la que conocía a un atleta paralímpico y me puso en contacto con él. Y ya empecé a hacer atletismo.

-No empezó muy joven.

-No, con 15 años. Pero tenía talento.

-Tiene un 20 % de visión. ¿Cómo evoluciona eso?

-La verdad es que no lo sé. En España fue cuando empecé a tener control de la vista. Desde ese momento, el problema no ha aumentado. Me han dicho que no va a aumentar, pero ¿qué se sabe en esta vida? No lo sé.

-Yo me imagino corriendo y con poca visión y creo que sentiría miedo. A caerme, a chocar...

-Yo siempre vi como vi; no sé ver de otra forma. No sé cómo lo hago, pero no tengo miedo. Correr como corro, para mí, es lo normal. Y no corro con guía pero, de alguna forma, voy segura.

-Seguro que tiene un montón de medallas.

-Pues sí, tengo unas cuantas.

-¿De alguna se siente más orgullosa?

-Me decían que las del Mundial debía guardarlas en un sitio especial, pero las tengo con las demás. Sin las medallas que he ganado a nivel gallego, no habría llegado al Mundial. Por eso le doy la misma importancia a todas.

-¿Cómo ve sus posibilidades; se fija en las marcas de sus rivales?

-No, me fijo en la mínima para ir a los Juegos. Y cuando la tenga y esté allí, ¡a muerte!

-¿Nunca ha pensado que haber nacido con esta discapacidad es mala suerte?

-Me hace mucho esta pregunta, pero yo no me arrepiento de las cosas. Nunca le echo la culpa de lo que me pasa a mi condición de albina ni he pensado «¿por qué me ha tocado a mí?». Y si algún día lo pienso, creo que merecería una leche, o algo. Tengo una pérdida de visión pero tenga piernas, soy independiente. Hay gente que está peor. Lo que pienso es «¡Qué suerte tengo!».

-¿Cómo le fue la selectividad?

-Bien, aprobé. Este año será un año sabático porque quiero prepararme para los Juegos. Luego iré a Madrid a estudiar Fisioterapia en la escuela de la ONCE.

-¿Que es lo que más le gusta de Galicia?

-Todo, le he cogido cariño hasta al clima.

-También habla gallego.

-Con mi entrenador, en clase y con mis amigos que hablan gallego. No tengo tanta fluidez como ellos y a veces me trabo, pero me defiendo y lo hablo bien.

-¿Cuántos idiomas habla?

-Español, gallego, me defiendo en inglés, hablo francés y mi dialecto que se me está olvidando, porque no lo practico con nadie. ¡Ah, y estoy estudiando el lenguaje de signos!

-¿Ya se despidió del San Froilán?

-Nah. Volveré de vez en cuando. Y mi madre adoptiva también está aquí. No me voy para siempre.

-¿La gusta el pulpo?

-Antes no, pero se me cruzó el cable y ahora me encanta. Me gusta el San Froilán. ¡Y el Arde Lucus!

-¿Cómo diría que es usted en cuatro palabras?

-Apasionada, empática, generosa y... extrovertida.

-La gente suele tardar mucho al contestar esta pregunta, pero usted lo ha hecho casi del tirón.

-Supongo que me conozco bien a mí misma.

-¿Cómo se ve dentro de 20 años?

-Como una fisioterapeuta y tal vez entrenando a chavales.

-Dígame una canción.

-Cualquiera de Salif Keita, un cantante africano que es también albino.

-¿Qué cree que es lo más importante en la vida?

-Aprovechar el momento y no arrepentirse nunca de lo que hacemos. Hay que corregir los errores, pero no amargarte la existencia.