De las necrópolis romanas a San Froilán, pasando por el cementerio bajo el Gran Hotel

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

Resto del viejo cementerio de Ramón Ferreiro
Resto del viejo cementerio de Ramón Ferreiro Carlos Castro

El camposanto de la Estrada Vella de Santiago tomó el relevo en 1948 del que durante años ocupó una hectárea en la Avenida Ramón Ferreiro. En él descansan desde Novoneyra a Fole, pasando por Xoán Montes o Pimentel

31 oct 2020 . Actualizado a las 19:59 h.

Desde hace más de 70 años, la ciudad de Lugo entierra a sus difuntos en el cementerio municipal de San Froilán. Un camposanto reconocido a nivel europeo que esconde pequeñas grandes historias, unas escritas y otras que solo la tradición oral se atreve a conservar. Pero antes de que la ciudad despidiese a sus muertos en ese lugar, hubo otros diseminados por la ciudad que todavía hoy se conservan en la memoria o en los libros.

O cemiterio municipal de Lugo es una obra breve escrita hace un puñado de años por Darío Xoán Cabana que hace un recorrido por la tradición de la ciudad en cuanto a la muerte. En él menciona las necrópolis romanas que hubo donde hoy es la Praza de Ferrol, San Roque o la de incineración del Carril das Estangigas. Habla de los restos cristianos que hubo en su momento en la Rúa da Raíña o de la apertura, en 1288 de un cementerio y una capilla de ánimas cerca de la Porta Falsa.

 En ese particular viaje por el tiempo, recuerda cómo durante la Edad Media y la mayor parte de la Moderna los enterramientos, generalmente, se realizaban dentro de los templos, ya fuese la Catedral, la capilla de la Virxe do Camiño, San Marcos, San Xoán de Deus, que hoy es la parroquial de San Froilán, San Lázaro... Y también había cementerios más pequeños, en los que daban con sus huesos la gente más humilde que no podía, por ejemplo, pagar el precio que en 1721 costaba enterrarse en la Catedral: entre 15 y 44 reales, según la tumba.

El cementerio de Magoi

En la segunda mitad del siglo XVIII la población de Lugo comenzó a dispararse, y con ella la necesidad de tumbas. Los difuntos, describe Darío Xoán Cabana en su obra, se enterraban por entonces en cementerios como los de San Xoán de Deus, en uno que se creó en Recatelo o en el del Hospital Provincial, en San Fiz, donde hoy está el Conservatorio. Pero estos camposantos empezaban a quedarse pequeños, así que el Concello decidió comprar unos terrenos en Magoi y construir uno nuevo. Esas fincas, entonces rurales, son las que hoy ocupa el Gran Hotel en el bulevar de Ramón Ferreiro.

En 1858 se inauguró el cementerio, de una hectárea y al que años más tarde se trasladaron algunos restos de otros camposantos, si bien la mayoría continúan a día de hoy bajo capas y capas de tierra y pavimento de la actual ciudad. Por aquel entonces, los enterramientos ya tenían su parte de negocio, y una muestra es que en Bispo Aguirre se generó toda una industria alrededor de la marmolería.

Pero en la historia del llamado cementerio de Magoi hay capítulos oscuros, como los crímenes que ante las tapias del cementerio se cometieron en 1936, recuerda Cabana en su libro.

El traslado del camposanto

Con el siglo XX avanzando, el cementerio de Magoi también se fue quedando pequeño. Tocaba hacer mudanza de nuevo, y el Concello planificó el nuevo camposanto. Sería en unos terrenos que compró en la actual Estrada Vella de Santiago, un lugar que dos milenios atrás ya había acogido una necrópolis megalítica. Tras invertir 2.024.000 pesetas, el 15 de junio de 1948 el cementerio de San Froilán, ideado por Eloi Maquieira y cuya dirección de obra corrió a cargo de Ruperto Sánchez, abría sus puertas.

Con la ciudad creciendo, los restos del viejo cementerio de Magoi se fueron trasladando, igual que sus elementos arquitectónicos más singulares, que se mudaron también al de San Froilán. Un camposanto que también tiene sus intrahistorias. Recoge «O cemiterio municipal de Lugo» que en la construcción del cierre del cementerio civil (se había reservado una zona para las inhumaciones no católicas) trabajó un protestante evangélico que, sin que trascendiese, disimuló una pequeña puerta muy baja en un muro por la que accedían a visitar a sus difuntos. Cuando se suprimió la separación, también lo hizo la puerta.

A tumba de Xoán Montes no cemiterio de San Froilán
A tumba de Xoán Montes no cemiterio de San Froilán Óscar Cela

Aquí descansan Fole, Novoneyra, Pimentel, Montes e Freire

Mesturaba Ánxel Fole en Historias que ninguén cre relatos reais con feitos e situacións que xurdían do seu maxín. Ese mesmo exercicio, e salvando as inmensas distancias literarias e creativas, podería facelo hoxe calquera lector cos vimbios que lle pon en bandexa o cemiterio municipal de San Froilán. Porque no camposanto atópase todo o necesario para cociñar unha boa historia: unha localización que invita a fabular e un puñado de vidas e mentes dignas de novelarse.

A tumba de Gustavo Freire no cemiterio de San Froilán
A tumba de Gustavo Freire no cemiterio de San Froilán Óscar Cela

 A vida, ou neste caso a morte, quixo que algunhas das cabezas máis privilexiadas da cultura galega dos dous últimos séculos compartan cemiterio. Na terra de San Froilán descansan os restos dos músicos e compositores Xoán Montes e Gustavo Freire. A un puñado de metros, tras unha lápida na que non se distinguen todas as letras, agóchanse os osos de Luís Pimentel, e na outra esquina do vello cemiterio lucense, descansa o seu amigo Ánxel Fole. Cruzando ao novo camposanto, nun nicho engalanado cunhas humildes flores frescas, pode lerse: Uxío Novoneyra. Sen máis. Non é necesario.

O nicho de Luís Pimentel no cemiterio de San Froilán
O nicho de Luís Pimentel no cemiterio de San Froilán Óscar Cela

Xoán Montes naceu no 1840 e morreu pouco antes de que o século XX petara á porta. A música de Negra Sombra é a carta de presentación dun músico e compositor do que hoxe apenas queda unha vella lápida esnaquizada e da que poucos se acordan. Quizais as súas pezas musicais serviran de inspiración a Gustavo Freire, nado no 1885 e finado no 48. Violinista, compositor e amante das artes, unha arpa e unha partitura acompañan a súa lápida.

O nicho de Uxío Novoneyra no cemiterio de San Froilán
O nicho de Uxío Novoneyra no cemiterio de San Froilán Óscar Cela

Máis humildes son os nichos que acollen a Fole e Pimentel, dous homes amigos en vida que compartiron faladoiros e que, cada un dende o seu prisma, deron pulo á letras feitas en Galicia. Xa fora bebendo da tradición popular ou introducindo as vangardas.

O nicho de Ánxel Fole no cemiterio de San Froilán
O nicho de Ánxel Fole no cemiterio de San Froilán Óscar Cela

Quizais nun faladoiro entre os cinco xurdira na conversación O Courel, terra da que beberon e á que glorificaron dende as letras Novoneyra e Fole. Ben poderían debullar historias, falar de natureza, debater de literatura ou música ou simplemente falar de Lugo, punto en común de todos eles ao longo de sucesivas décadas. Pouco tería que ver o Lugo de Novoneyra co de Montes, pero a mirada intelectual que os cinco compartían ben daría para unha boa tertulia en San Froilán.