A Milagrosa, un oasis en el centro de Lugo: «Está todo vacío, no hay nadie por aquí»

VÍCTOR LÓPEZ / S.V. LUGO / LA VOZ

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Las terrazas de Divina Pastora, en A Milagrosa, vacias durante la tarde de ayer
Las terrazas de Divina Pastora, en A Milagrosa, vacias durante la tarde de ayer ALBERTO LÓPEZ

Calles vacías y rostros de preocupación en la tarde previa a la entrada en vigor de las restricciones

29 ago 2020 . Actualizado a las 13:08 h.

Último viernes de verano. Siete y media de la tarde en el reloj de la iglesia de A Milagrosa. Un agosto normal, los últimos pocillos de café se estarían dando cita con la espuma de las primeras cervezas. Se cruzarían también los niños que vuelven del parque hechos migas con las galas de los animales nocturnos más puntuales. Un juego de contrastes y trajines que ayer andaba muy lejos de la realidad.

Las cajas de los supermercados apenas tenían colas, los bancos estaban a medio ocupar y las palomas eran las únicas que menudeaban por las terrazas del concurrido barrio lugués. A mediodía se anunciaron restricciones específicas para dicho distrito y la psicosis no tardó en invadir los hogares de buena parte de los vecinos. «Se o medo que temos se volvera cartos, eu tiña tanto como pesa ese edificio», asegura Antonia mientras señala con el dedo uno de los bloques que se erige sobre la Praza da Milagrosa. La señora suele juntarse con otros abuelos de su quinta en el parque contiguo a la iglesia parroquial, donde el grupo aprovecha para compartir anécdotas y analizar exhaustivamente la actualidad. «Está todo baleiro, non hai xente»; era la frase más repetida en la tertulia de ayer.

A última hora de la tarde, estupor y desconcierto dibujaban un panorama cuando menos enigmático en las pizarras de los negocios hosteleros de la zona. «Hoxe a estas horas deberamos ter a terraza chea, o xoves non parei de correr en toda a tarde», explicaba Patricia, camarera de uno de los baretos de Divina Pastora. Ayer la perspectiva era bien distinta: dos refrescos y otros tantos cafés fue lo que esta joven sirvió durante el tiempo que duró su jornada laboral.

Tres locales de ocio y restauración han cerrado ya sus puertas en A Milagrosa por casos positivos entre sus plantillas, al igual que han tenido que hacer una tienda de pinturas y otra de mascotas. «Tamén no supermercado deron positivo varios traballadores e sei de xente que está confinada nas súas casas», asegura Andrea, otra vecina del distrito lugués, que asegura que se trata de un punto muy transitado en la ciudad.

«Acabo de salir de hacer la compra y no había ni la mitad de gente que se puede concentrar aquí un viernes normal», testificaba Eulogio, también residente en la barriada, que confía en que las nuevas medidas sirvan al menos para frenar el número de contagios.

La hostelería, contra las cuerdas

«Pillounos por sorpresa, contabamos con medidas porque a situación empeorou, pero cunhas directrices xerais para toda a cidade», dice Víctor, otro hostelero de la franja afectada. Jorge, uno de sus compañeros, no sabe como afrontarán en el bar las restricciones: «Catro camareiros para atender catro mesas de terraza? Non é viable». Pocos tienen una respuesta firme a lo que se avecina, pero todos coinciden en que el peso recae sobre la responsabilidad de la sociedad.

«La gente pasa de todo, pero eso ocurre en toda la ciudad, no sólo en nuestro barrio»

¿Por qué a nosotros?, se preguntaban ayer los vecinos de A Milagrosa, que no daban crédito a las informaciones que vertían medios y redes sociales. «Me parecen necesarias las medidas, porque en esta zona hay muchos bares y se concentra mucha gente», comenta Penélope, vecina del barrio, que es de las pocas atrevidas que salía a pasear junto a su niño. «La gente pasa de todo, pero eso ocurre en toda la ciudad, no solo aquí», exclama la mujer, postergada ante la severidad de las normas en su distrito.

«Non sirve de moito facelo só nunha zona se podemos ir xuntarnos igual á calle do lado», lamenta Antonia, residente en el sector acotado, una postura con la que concuerdan los hosteleros del perímetro. La única explicación que encuentran en A Milagrosa estriba en la concurrencia y la densidad que caracterizan al barrio, pero aún así el dictamen les resulta absurdo: «A xente vai saír e ir aos bares da rúa contigua, que non teñen restriccións», augura una camarera de Divina Pastora, que lleva semanas sirviendo refrigerios hasta la una de la madrugada.

El sacerdote de la parroquia achaca la decisión al espesor de la población, ya que se trata de uno de los espectros más habitados de Lugo, pero afea a quienes insisten en culpar a los vecinos con raíces extranjeras: «Hai infectados de todas as nacionalidades, non me parece xusto nin realista culpar só a uns poucos». Ahora solo queda hacerse a la idea y confiar en una pronta vuelta a la serenidad.