
Unos 5.000 lucenses de más de 65 años están en soledad, una cifra que crecerá con el envejecimiento de la población
30 ene 2020 . Actualizado a las 10:57 h.El 21,6 % de la población del municipio de Lugo tiene más de 65 años. Son casi 22.000 personas, de las que alrededor de 5.000 viven solas. Estas cifras irán en aumento los próximos años con la progresión de envejecimiento de la población. La atención a los lucenses que viven en soledad ya es uno de los retos que debe afrontar Lugo como sociedad. Mañana, en O Vello Cárcere, arrancará la primera jornada de trabajo en la que destacados especialistas de diferentes ámbitos sociosanitarios expondrán sus experiencias y reflexiones sobre cómo afrontar la atención de los mayores que viven en soledad.
Las jornadas comenzarán a las cinco de la tarde con la intervención de las autoridades, para luego celebrarse una conferencia, a las 17.30 horas, del médico especialista de Xeriatría del HULA Manuel Melero. A continuación comenzará la primera de las cuatro mesas de análisis (las otras tres serán el sábado) sobre valoración y atención a la soledad de los mayores. Participarán el técnico de intervención social de la central de la Cruz Roja, Jorge Cubillana; la trabajadora social del Concello de Lugo, Sonia Villasante; el jefe de servicio del centro de salud de Fingoi, Enrique Vázquez Seijas; la geriatra y vocal de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría, Sonia Barros; el voluntario de la Cruz Roja y psicólogo Mauro López; y la responsable de servicios sociales de la Federación de Asociacións de Veciños de Lugo, María del Carmen Casasnovas.
Incremento de mulleres soas
Sonia Villasante, que lleva diez años como trabajadora social en Lugo, explica cómo se han incrementado los casos de personas que viven solas y, en concreto, aquellas que carecen de recursos y de apoyo familiar. «Atopámonos cada vez máis cun perfil de muller viúva, solteira ou separada e que co paso dos anos sofren trastornos mentais que afondan no seu illamento», relata Villasante, que trabaja en barrios desfavorecidos como Lamas de Prado, Abella o A Cheda. «Vemos que son persoas que no queren participar dos recursos que se ofrecen nos centros comunitarios ou son reaccios a saír da casa». Cuando se le pregunta cuáles son las soluciones salen dos ideas: la colaboración vecinal, como canal de entrada para acceder a los mayores con problemas, y el incremento de los recursos de las administraciones, aunque también recuerda que en ocasiones si no hay una autorización judicial es muy difícil llegar a personas que no quiere recibir programas de ayuda.
Acompañamiento en el HULA
María del Carmen Casasnovas, tras 22 años de experiencia en servicios sociales, 20 de ellos dirigiendo el centro de servicios sociales de Mondoñedo, aporta el punto de vista de los mayores que viven en solos en las aldeas. Tras jubilarse, desde hace cuatro años aporta sus conocimientos en varios programas de la federación vecinal, como el Entre Veciños. «Como temos unha rede de asociacións extensa, sabemos se ingresan no hospital a unha persoa que vive soa e aí estamos nós para acompañala». Un grupo de voluntarios se encarga de ayudar a este tipo de pacientes, incluso después de salir del hospital, con acompañamiento al médico o a la farmacia.
Casasnovas señala que en las parroquias, «donde é máis difícil o acceso a servizos sociais», promueven talleres en los que intentan que participen los mayores que viven solos.
Crear redes de amistades
Uno de los puntos que más destacan los especialistas sobre los problemas que tienen las personas que viven solas tiene que ver con su bienestar emocional ya que muchos mayores sufren de ansiedad, estrés, depresión, falta de motivación e interés vital. Mauro López, psicólogo de 33 años, es voluntario de la Cruz Roja de Lugo desde el 2014. Su misión es favorecer las redes y círculos sociales que unan a los mayores que viven en soledad «y que son claves para aportar estabilidad en sus vidas».
Así, en los centros de convivencia del Concello o en los locales que dispone la Cruz Roja por la ciudad desarrollan diferentes talleres, sobre todo de memoria, que a la vez favorecen las relaciones sociales entre las personas que participan. «Cuesta mucho convencerlos de que den el primer paso, pero luego la mayoría se da cuenta de que es beneficioso para estrechar lazos emocionales. «Las pasadas Navidades había una mujer mayor, que por circunstancias familiares iba a estar sola, y hubo otra mujer del grupo que la invitó a comer en su casa con su familia; o es habitual que cuando una se encuentra mal, acuda el resto a su casa para verla, o se acompañan juntas al médico o al hospital», explica Mauro López.
«Antes había xente que coidaba a xente»
Desde el punto de vista sanitario, en la mayoría de las ocasiones los geriatras acaban recibiendo en el hospital a las personas que viven solas en su peor estado. Sonia Barros, médica geriatra en el HULA desde el 2003, señala que por su experiencia «en Lugo cada vez atendemos a máis persoas maiores soas e con máis patoloxías», y recuerda que además del envejecimiento de la población de Lugo, antes ocurría una realidad que ya ha cambiado: «Había xente que coidaba a xente, veciños que coidaban de veciños, mulleres que coidaban aos maiores nas casas e que agora se tiveron que incorporar ao mercado de traballo». Como sanitaria, Barros pone el acento en el deterioro funcional que sufren gran parte de los mayores que viven solos y que por falta de apoyo «spadecen ansiedade e depresión, que a súa vez os leva ao abandono e ao seu empeoramento no estado de saúde». Además, en este momento, dice, cuando ingresan «chega a hecatombe para eles, afúndense, e cando reciben a alta necesitan máis recursos que antes polos seus problemas de saúde».
Por este motivo, esta geriatra lucense considera que es decisiva la coordinación de equipos para prevenir y adelantarse al ingreso en el hospital, «e non esperar a que rompa unha perna para comezar a tratalo pola súa soidade». Sonia Barros señala que en el HULA realizan una valoración integral del anciano, con aspectos diversos como, entre otros, sus problemas de memoria, su situación económica o la falta de ascensor en su edificio, un problema este que cada vez es mayor en la medida en que aumenta el envejecimiento de la población en barrios más desfavorecidos.