«Las mujeres y los niños son los grandes silenciados de la sociedad»

LUGO CIUDAD

ISabel Wagemann

Déjense zarandear por este ciclón mexicano que llega este sábado a Galicia. «La memoria donde ardía» es el celebrado debut de Socorro Venegas en España

24 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En Galicia «tienen libreros que son militantes, y es una suerte impagable», aprecia Socorro Venegas (San Luis Potosí, 21 de agosto de 1972), que ha debutado en España con los cuentos La memoria donde ardía (Páginas de Espuma), un fuego difícil de sofocar. La autora mexicana que señala el duelo, la pérdida, el tedio de las parejas, las infancias truncadas, la maternidad real y el poder de los niños para cambiar el enfoque del relato de la vida pide un lector dispuesto a mirarse por dentro. Este ciclón que sacude el canon del cuento visita este sábado, 25 de enero, la librería Lectocosmos, de Lugo. ¿Su primera vez en Galicia? «Sí, y estoy encantada», asegura. Y revela su remedio para el mal tiempo, «¡tequila!».

­-Nos movemos a ciegas, sintiéndonos solos entre el dolor y el desamparo en «La memoria donde ardía». ¿Es una devastación intencionada?

-Sí, claro. No sé si decir gracias...

­­-Sorprende la brevedad de estos cuentos frente a la densidad, la carga íntima y la denuncia que encierran. ¿Cuál es su manera de trabajar con las palabras?

-Es un poco como podar bonsáis, ir tratando de encontrar la perfección a escala podando, eliminando. Para mí es la clave: ¿dónde puedo sugerir y no revelar? Prefiero la sugerencia a la descripción. Quiero que el lector se meta y complete la historia. A veces dejo espacios amplios, que exigen que trabajes con una imaginación potente. Mi escritura busca provocar. Quiero mantener al lector todo el tiempo conmigo en la historia, en una historia donde él sea capaz de ver sus propias costuras. Mis cuentos quieren que revises tus heridas, tus vestigios. Porque somos lo que ha quedado de nuestros naufragios.

-Nos interpelan sus «malas madres». ¿Aún incomoda que una mujer no tenga instinto maternal o la madre que no asume el sacrificio, la que se queja?

-Hay muchos mensajes que idealizan la maternidad, que dicen: «No eres mujer si no eres madre». La mujer que no es madre está bajo sospecha, como la madre que no es eso que se espera. Si eres madre, no puedes decir que no estás bien, que vives tu maternidad como una pesadilla. Yo muestro una maternidad transgresora; las madres de estos cuentos son mujeres reales, imperfectas, recorridas por emociones. Me parece grave que una sociedad que defiende, aparentemente, tantos derechos, no dé espacio al malestar, el dolor y la inseguridad de las madres. La literatura te permite decir lo que no se puede, adentrarte en lugares oscuros para salir sabiendo quiénes somos. Y eso puede ser aterrador, por supuesto [risas].

­-Los niños tienen un lugar en su libro. ¿Les damos mucho, pero no oímos su voz?

-Los niños y las mujeres son los grandes silenciados de nuestra sociedad, son personajes marginales, y eso tiene que ver con esta forma en la que estamos organizados. En general, se menosprecia la infancia, la sensibilidad del niño, y tiende a pensarse que si ocurre algo terrible en la infancia se olvidará. Me parece lo contrario, la infancia te define, es determinante en la clase de adulto que serás. Y lo mismo ocurre con las mujeres; aún no está bien visto hablar de ciertas cosas, como el derecho a un aborto seguro. La mujer sigue pidiendo permiso a la sociedad. Hay muchas razones equivocadas por las que las mujeres seguimos pidiendo permiso sobre nuestro cuerpo. Y no puede ser.

-¿Cómo ve tan compleja la infancia?

-La infancia es un mundo rico, profundo. Los niños son capaces, poderosos. Esta visión tiene que ver con una experiencia. Tuve un hermano al que a los 5 años le detectaron leucemia. Murió con 9 años, eso estuvo en mi infancia. Sé que no hay infancias idílicas... Pero ahora vuelvo a esa niña que fui y que perdió a un hermano. Y en medio del dolor, sé que una puede encontrar también la belleza.

-¿La belleza que más conmueve nace de la experiencia del dolor?

-Sí, probablemente.... Por eso, en el primer cuento está esa pregunta [junto a un cuadro de Goya]: ¿quién no es o no ha sido un perro semihundido? Casi todos.

-Su escritura nace de una herida...

-Sí, pero no nace de una herida abierta. Es una herida que se puede mirar con perspectiva, y eso se llama cicatriz. Aquí hay un pacto con el dolor. No escribo en el momento del dolor y la pérdida inmediatos, sino en el momento en que ya se puede contar lo que sucedió.

-¿Es un consuelo contar?

-Hay una gran paradoja en la literatura, que no está hecha para sanar, pero puede sanar mucho más que cualquier otro libro hecho con fines terapéuticos.

-¿Se refiere a la autoayuda?

-Sí. Un amigo suele decirlo con la frase: «Toda la literatura es de autoayuda, excepto la que se llama de autoayuda», jajaja.

-El bum latino está en las letras, en voces femeninas poderosas como las de Mariana Enríquez, Selva Almada, Rivera Garza o Valeria Luiselli. ¿Se reconoce en esas voces, ve un parentesco literario?

-Hay un bum, sí, y es interesante. Las cosas más interesantes que he leído recientemente están escritas por mujeres. Es una literatura potente que invita a mirar a lo que está pasando en otros países. Es una ola que debemos aprovechar para que encuentren su eco otras voces también muy reveladoras e interesantes pero menos conocidas; entre ellas, la de la ecuatoriana María Fernanda Ampuero.