El jabalí está de moda

Manuel Arias GANADERO EN TABOADA

LUGO CIUDAD

21 mar 2019 . Actualizado a las 08:50 h.

El jabalí es portada de telediarios, de programas de entretenimiento y de buena parte de la prensa escrita. Todo el mundo comenta la novedad: «Los jabalíes campan a sus anchas por las carreteras gallegas», «se estima que cada día ocurren ocho accidentes de tráfico provocados por estos animales», «tres jabalíes se pasean por A Piringalla», «Lugo utilizará arqueros profesionales para abatir jabalíes en el centro urbano». Siendo verdad lo que nos cuentan, hacen que desviemos el foco del verdadero problema: la procedencia de estos animales y por qué llegan a la ciudad. Si en la Ronda da Muralla, o en A Piringalla corretean tres o cuatro jabalíes, hurgando o comiendo en los jardines, intentando huir de las luces de neón y de un asfalto extraño para ellos, cuántos de esta especie habitarán en su entorno natural.

Lo triste es que el jabalí sea noticia en el medio urbano y lo preocupante es que lo anecdótico haya superado a la realidad, a los daños que esta especie causa en su entorno natural. Praderas levantadas, plantaciones de maíz arrasadas y millones de euros perdidos que van al plato de la balanza, ya a rebosar, de los problemas económicos soportados por agricultores y ganaderos.

Piensen ustedes en el ganadero viendo sus hectáreas de prado levantadas o las de maíz, que le ha costado un riñón sembrar, devastadas. Y, de vuelta a casa, cansado, abrumado, derrotado, ausente porque su cabeza está ocupada en pensar cómo afrontar esta situación, se sienta a la mesa con su familia y en su televisor escucha que alguien anuncia que unos arqueros vendrán a Lugo ciudad a luchar contra los jabalíes. «¡No puede ser verdad!», le dirá a su esposa. Y su hijo, más espabilado, pero también más ingenuo, les recordará «que sí papá, seguro que son los arqueros del bosque de Sherwoody cuando acaben con los de la ciudad vendrán para matar a todos los que nos han hecho tanto daño a nosotros».

Y entre anécdotas, la vida en el paraíso sigue igual, en permanente lucha por subsistir, aferrados a un orgullo heredado de generaciones que nos susurra que la tierra es del hombre y el hombre debe amarla, cuidarla, trabajarla y ella le pagará con su fruto.