La casa «okupada» para la que Maruja ahorró a base de nueces y castañas

Lorena García Calvo
Lorena García Calvo LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

La propietaria de una vivienda «okupada» de As Gándaras relata su calvario

10 mar 2019 . Actualizado a las 21:04 h.

Son las dos del mediodía y la manifestación de los vecinos de As Gándaras contra la okupación ilegal de sus casas alcanza su última parada. Tras recorrer durante una hora una ruta de calles en las que el problema está latente, llegan a la vivienda (ahora okupada) que fue el hogar de Maruja. «Esta era la casa de mi tía», cuenta Margarita, «durante años y años se levantó a las cinco de la mañana para ir a recoger castañas y nueces. Las vendía en la plaza para conseguir un dinero con el que sacar adelante a su familia y su casa. Para ahorrar para una puerta, para una ventana...».

A Margarita se le llenan los ojos de lágrimas. El pasado 22 de enero llegó a la vivienda y se encontró con que una familia de okupas se había instalado en ella. «Les pagamos y se fueron», desvela. Cuando se le pregunta la cantidad, dice que una compra. Pañales, potitos, unos cincuenta euros, como mucho. Ese fue el precio. «El problema es que se fueron unos y llegaron los otros».

Una familia formada por dos adultos y tres niños se ha instalado en la que un día fue la casa de Maruja y de su hijo, también fallecido. «Siento tanta impotencia, tanta rabia», describe Margarita mientras las lágrimas le ruedan por el rostro. A su alrededor se escuchan pitidos, panderetas, cencerros. Banda sonora de manifestación. Más de un centenar de vecinos del barrio lucense han respondido de nuevo a la convocatoria para pedir soluciones contra la okupación ilegal de sus viviendas. Mientras Margarita mira de reojo la casa que ha heredado junto a otros familiares y a la que no tiene acceso, de las gargantas de los vecinos continúan brotando consignas. «Queremos solucións e non ocupacións», o «okupas fóra». Sencillo y directo.

La persiana de la vivienda se baja de repente y los manifestantes aumentan los decibelios de su protesta. «¡Sal para fóra!», grita uno de los vecinos a los okupas. Otro incluso timbra bajo la atenta mirada de los policías locales y nacionales que controlan que la manifestación discurra en paz. Nadie sale. Lo contrario hubiera sido una sorpresa.

Mientras esto sucede, Margarita continúa con su relato. «Cuando vimos que habían ocupado la casa lo denunciamos. Ahora nos han dicho que tiene que ser por lo civil, hay que contratar abogado y procurador. Nosotros estamos en el paro, imagínate...», se lamenta.

Los vecinos de As Gándaras, cuentan entre pancartas y pitos, se sienten desamparados. «Es que ellos, los okupas, se ven fuertes. Se sienten protegidos por la ley, nuestra única salida es seguir protestando», dice Prudencio González. Hoy, en su ruta por las calles del barrio se han encontrado una sorpresa. En un cartel cargado de faltas de ortografía se puede intuir un «no me voy, iros a la mierda» que los vecinos atribuyen a los okupas. «¡Encima no saben escribir!», suelta una vecina indignada.

Desde que hace poco más de un mes unos desconocidos intentaron apoderarse de la casa de Otilia, la paciencia de la gente del barrio ha tocado a su límite. El miedo a dejar sus viviendas solas les acompaña y no quieren vivir con él. Reclaman soluciones. Llevan varias semanas haciéndolo a golpe de pancarta y megáfono y seguirán así, porque no encuentran otras vías. Eso sí, el próximo fin de semana se lo tomarán de descanso. Son las fiestas del barrio y también se merecen un respiro.