María Fernanda Ampuero: «Cuántas cadenas hubiésemos roto si todas supiéramos que somos mujeres»

La Voz

LUGO CIUDAD

La escritora ecuatoriana presenta el viernes 8 en Lugo su libro «Pelea de gallos»

07 mar 2019 . Actualizado a las 12:30 h.

María Fernanda Ampuero (Ecuador, 1976) presenta su libro de relatos Pelea de gallos, el viernes 8 a las 18.00 horas en O Vello Cárcere de Lugo.

-¿Es un libro sobre violencia?

-Es un libro que va sobre la vida, y la vida es violenta, somos el resultado de diferentes violencias: la furia del deseo, la embestida, el parto...Luego viene el ansia por ser queridos, la consciencia de la muerte, la pelea por hacernos un hueco en este mundo que siempre es ajeno, el desafecto, la imperfección, la comprobación de que no somos imprescindibles para nada ni para nadie, el daño. Lo que llamamos personalidad o identidad es daño, sin él seríamos todos iguales. El daño determina, endurece, dulcifica, hace madurar, une y separa. Los años se miden en daños: los fines del mundo de cada uno. Así que ¿cómo no iba a hablar de la violencia si vivir es en realidad sobrevivir?

-Es usted mujer, periodista, escritora y emigrante.

-Sí, mujer, escritora y emigrante. Esas son tres características que me definen bastante bien, que dieron a mi columna vertebral una rigidez y a la vez una flexibilidad muy particulares. Y los ojos... cómo cambian cuando emigras, no es que te mudes a un nuevo país, es que el nuevo país te muda a ti. Emigrar es lo más brutal que he hecho y, como todas las cosas brutales, me transformó para siempre en una persona distinta.

-Latinoamérica está muy presente en la novela...

-Latinoamérica es monstruosa y yo también. He crecido en la desigualdad, la he mamado, la he ejercido sin siquiera sospechar que estaba siendo clasista o racista. Mi pensamiento, mi formación, mi cuerpo son producto de la desigualdad social, soy porque otros y otras no fueron. En ese sentido creo que los diez mil kilómetros que puse de distancia entre Latinoamérica y yo fueron más bien diez mil lentes de aumento, que salirme de ahí me permitió verlo de verdad y, claro, me espanta esa tierra desigual, machista, clasisto-racista. Pero exactamente en la misma medida la amo como amo a todos mis monstruos.

-En la novela predominan los personajes femeninos...

-Yo soy mujer desde hace relativamente poco, antes era alguien que intentaba vivir y que se enfrentaba al mundo con las herramientas que tenía, que vivía las injusticias, pero que no las relacionaba con su sexo. Es devastador pensar que hay mujeres que se mueren sin haber sido mujeres, es decir, sin haber sabido de sus condiciones diferenciadas, de sus múltiples opresores y de su poder. Cuántas cadenas hubiésemos roto si todas supiéramos que somos mujeres. Me duele mucho haber pasado más de la mitad de mi vida siendo una mujer que no sabía que era una mujer, pero una vez que lo aprendes ya no hay vuelta atrás, todo se recoloca, se resignifica, el absurdo de la superioridad del hombre chirría hasta ensordecer, empiezas a decir «no, por ahí no paso».