«Tres maneras de inducir un coma», ácida comedia negra que supone el debut literario de la lucense Alba Carballal

LUGO CIUDAD

La escritora lucense Alba Carballal debuta en la novela con «Tres maneras de inducir un coma»
La escritora lucense Alba Carballal debuta en la novela con «Tres maneras de inducir un coma» MARCOS MÍGUEZ

Escritores como Antonio Muñoz Molina o Eduardo Mendoza elogian la novela de la narradora gallega, que estudió arquitectura por la Universidad Politécnica de Madrid

04 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

-«¿A las doce? Hace siglos que no me levanto tan pronto.

-No esperaba menos de usted. Me refería, por supuesto, a medianoche. Segunda mesa a la izquierda. Venga solo».

Así es como Federico, uno de los protagonistas de la primera novela de Alba Carballal (Lugo, 1992), queda citado con alguien que lo llama para darle un trabajo, a pesar de que en el anuncio por palabras que puso en el periódico decía que era «un completo inútil sin ambiciones». Es el inicio de Tres maneras de inducir un coma (Seix Barral) que la autora presentó hace unos días en Las tertulias literarias del Sky Bar (Hotel Plaza) de A Coruña y en la librería Biblos de Lugo. Allí, en la capital lucense, vivió hasta los 18 años esta arquitecta por la Universidad Politécnica de Madrid que, asegura, siempre supo que quería escribir.

Si Federico, un cuarentón en paro que vive con su madre en un bajo porque tiene fobia a las alturas y al agua, es un personaje peculiar, no lo son menos los otros que transitan por la novela como el empresario Mendoza, un misógino que no le perdona a su hijo Eduardo que se transformara en Natalia, o el secundario Javier Saiz, tabernero forofo del Atlético de Madrid, cuyo saludo a Federico, la primera vez que entra en su bar es: «A ver, tú, gilipollas. ¿Tomas algo o te tengo que sacar de aquí a...?».

Sobre la procedencia de estos personajes, explica Carballal: «El primero que surgió fue Federico, que casi lo veía físicamente y lo tenía muy claro. Pero cuando empiezo a escribir no sé lo que va pasar». Lo que pasa es que el protagonista acaba convertido en un pringao, como lo califica Natalia, en una especie de espía mercenario que parece ir de lado a lado sin un rumbo definido. Y lo que ha pasado es que en la narrativa de Alba Carballal emerge «una mirada ácida y crítica sobre la realidad del presente, transformada en brillante literatura mediante las referencias al género policial y más allá de él a nuestra ficción picaresca». Esto ha escrito Antonio Muñoz Molina. «Tuve la suerte de que él me apadrinó con una carta para la Fundación Antonio Gala», explica la novelista, tras relatar cómo había estado de Erasmus en París, donde empezó a escribir este libro; «allí volví a tener tiempo», concede. Pero fue en Córdoba, en la Fundación Gala, donde concibió casi toda la novela. «Es un lugar excepcional por las facilidades que dan a artistas jóvenes, de 18 a 25 años, porque es una oportunidad que no te da nadie», ensalza.

«Un granizado de limón»

A la pregunta de si entonces ya tenía editorial para publicar responde con un «¡ni de coña!» y detalla que era un proyecto que presentó, «sin haber publicado nada antes, bueno, nada de narrativa, porque sí tenía cosas sobre arte y arquitectura».

A la hora de ubicar la novela, comenta: «Dicen que es una comedia negra, y algo de eso hay, porque tiene hasta chistes. La trama tiene ese tono humorístico pero la historia es triste, sórdida, amarga y al final los que parecen buenos hacen cosas que no lo son tanto». De todos modos, una de las definiciones que más le ha gustado es la que escribió en su cuenta de Twiter Miqui Otero [autor también de origen lucense] cuando después de leerla la calificó como «un granizado de limón».

En cuanto al lenguaje, en ocasiones políticamente incorrecto, anota: «No quise traicionarme en mi forma de ser, y lo bueno de los personajes es su desfachatez. Planteo una pandilla de criaturas con unas actitudes bastante reprobables, pero el lector puede empatizar con todos ellos».

La novela «está hecha como de pequeñas escenas, porque mi forma de pensar es con una estructura del lenguaje más próximo al audiovisual». Además, «cada apartado arranca con un texto como de clásico de la picaresca [De cómo Federico salió en busca de Joaquín y de las cosas que hicieron juntos], y hay citas muy diversas, a veces contradictorias, sacadas de la Historia, de canciones, unas más académicas, más cultas, y funcionan bien para definir el tono de la novela». Ahí están desde Machado a Woody Allen, pasando por Sabina, Saramago, Antonio Vega, Ismael Serrano o el humorista Darío Adanti, que dedicó encendidos elogios al libro. También Mendoza, un referente para la autora hasta el punto de que sus nombre y apellido están repartidos entre dos de los personajes, escribió: «Es estimulante descubrir una voz tan solvente como la de Alba Carballal, que se adentra en el peligroso territorio del humor con armas y bagaje».

«Estoy con mi segundo libro, que estará ambientado en Galicia»

Alba Carballal ha ambientado su primer libro en Madrid porque es una ciudad en la que ha vivido, que conoce bien, «que es friki, moderna y a la vez casposa, y en la que es más fácil encontrarse a personajes diferentes como los de la novela». Además, bromea, al ser la primera obra, «no estaba como para meterme en más berenjenales». No obstante, aunque a veces hay detalles que le comentan en las entrevistas y ya no recuerda, la huella galaica está muy presente, desde la tarta de san Marcos que menciona Federico como postre de una deseada comida, hasta la desconexión que busca otro de los personajes leyendo una crónica sobre el narcotráfico en Galicia.

La escritora explica que la mayor parte de su familia vive en Lugo («y siempre que puedo voy»). Además, ha empezado a escribir una segunda novela que estará ambientada en Galicia. Eligió, dice, una zona que no conoce bien; «así, con la disculpa de documentarme, tendré que hacer unas cuantas excursiones». Por el momento no avanza en qué consistirá, salvo que será distinta a la primera novela que presenta estos días. Apunta la autora que, como ocurre en Tres maneras de inducir un coma, «la ironía es marca de la casa», quizá, también, por eso de ser gallega, reflexiona.

Carballal entiende que la suerte ha jugado a su favor con hechos como que Palmira Márquez, de la agencia literaria Dos Passos -«con la cantidad de originales que reciben»-, leyera su novela y le buscara editorial. Además, agrega, «aún nadie me ha dicho que no en este mundo de la literatura, donde eso no es nada fácil». Quizá a ello pueden haber contribuido las tres últimas líneas de la dedicatoria de su primera novela: «A san Antonio, que se empeña una y otra vez en echarme un cable por medio de sus tocayos en la Tierra».