Una veintena de inmigrantes pasaron el San Froilán bajo un árbol

Xosé Carreira LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

carlos castro

La cara B de las fiestas patronales de Lugo

13 oct 2018 . Actualizado a las 12:52 h.

Alrededor de una veintena de subsaharianos pasaron las fiestas de San Froilán, que oficialmente acabaron ayer, «viviendo» debajo de un árbol próximo al principal parque de Lugo y a solo unos metros de las casetas del pulpo donde cientos de personas comen y cenan desde hace 11 días. Esta fue la cara B de una de las grandes celebraciones del otoño gallego.

El minicampamento pasaba casi desapercibido porque quienes lo montaron aprovecharon el tupido ramaje no podado que tenía el árbol en su base. Las ramas sirvieron para dar privacidad y proteger de las posibles inclemencias del tiempo a media docena de tiendas de campaña de plástico. No hay constancia de que ninguna organización recibiese peticiones de ayuda.

En el campamento del San Froilán residieron una parte de los inmigrantes que vendieron bolsos, zapatos y otro tipo de artículos en una docena de puestos que, desde hace unos años, se montan a lo largo del vial que comunica la zona de las casetas del pulpo, las atracciones infantiles y las tómbolas con la de los grandes artilugios mecánicos para adultos. Este mercadillo es el único que el Concello de Lugo decidió conservar en sus fiestas desde que hace varios años la Policía Municipal echó a los cientos de vendedores que llenaban la larga avenida de Ramón Ferreiro.

Los vendedores africanos, mayoritariamente senegaleses, no dispusieron en el lugar de agua corriente ni tampoco de baños. Tuvieron que utilizar los grifos que había en las inmediaciones de las casetas del pulpo y los urinarios que la organización de los festejos montó en el parque Rosalía y también en la calle Frei Plácido Lemos.

Cocina comunitaria

Debajo del árbol pusieron bombonas de butano e improvisaron una cocina comunitaria en la que preparaban la comida diaria que luego trasladaban en grandes cuencos hasta la proximidad de los puestos de venta.

Ese campamento fue colocado justo al lado de una gigantesca águila de bronce fundido que fue colocada en 1976 en la plaza de Santo Domingo, en pleno centro de la ciudad, para conmemorar los 2.000 años de historia de Lugo. El ave no gustó a la ciudadanía porque en vez de águila parecía un «pombo» y fue arrancada de su pedestal y llevada al parque después de que fuera encargada otra pieza. En los últimos días su emplazamiento sirvió para que los habitantes del campamento colgaran a secar sus ropas, que lavaban en grandes tinajas.

Un empresario lucense que instaló un negocio en el ferial de San Froilán, y que dijo conocer por encima la realidad de los vendedores africanos, explicó que la mayoría trabajan para empresarios que les facilitan la mercancía. Lo que sacan de ganancia al día, que iría en función de las ventas que realizan, no les da para pagar una cama ni la comida, de ahí que tengan que vivir en unas condiciones difíciles. Hay días que ni se podrían pagar una ración de pulpo en las casetas, que este año estuvo a 12 euros.

A la calle a vender collares

Durante el primer fin de semana de las fiestas de San Froilán, más de cincuenta jóvenes subsaharianos (la práctica totalidad, hombres) fueron «puestos» en las calles del centro de la ciudad para que vendieran collares y otro tipo de baratijas. Trabajaron para otros que les pusieron encima la mercancía y a los que rendían cuentas cada mañana, después de «patear» el centro de la ciudad hasta altas horas de la madrugada. Quienes salieron durante el pasado fin de semana a las terrazas de los establecimientos del centro, aprovechando el buen tiempo, se encontraron con que recibieron en algunos casos hasta diez vendedores diferentes ofreciendo artículos variados e incluso amuletos. Muchos se conformaron con un euro de ayuda.