«Soy inocente y no tengo ni idea de qué va esto»

Tania Taboada; E.G. S

LUGO CIUDAD

KIKE

El único acusado del crimen de San Fiz niega los hechos y al inicio y final de la vista se comportó con arrogancia

23 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Sobre las once y diez de la mañana de ayer, Ibrahima Ndiaye, el único acusado de matar el día nueve de abril del 2016 a la joven de Castro de Rei, Tatiana Vázquez Abudín, llegó a la Audiencia Provincial de Lugo con aires de autosuficiencia. Custodiado por cuatro guardias, el senegalés bajó del furgón policial engrilletado y lo primero que hizo fue echar un enorme escupitajo al suelo. Su aspecto físico trasluce que en la prisión de Bonxe sigue practicando deporte. Con una indumentaria moderna, informal, deportiva y bien combinada ?pantalones corsarios con tejido vaquero, camiseta donde se leía «CrossFit», zapatillas y gorra ? el que permanece en prisión preventiva desde el diez de abril de 2016 acusado de matar a la joven de Castro de Rei en el barrio lucense de San Fiz, cruzó, custodiado, el paso de peatones camino a la sede judicial y sin tapar en ningún momento el rostro. Una vez en la acera de la Audiencia y mientras caminaba, respondió sin ningún problema a preguntas de los periodistas. «Soy inocente, inocente. Yo no tengo ni p. idea de esta mierda que está montada», contestaba. ¿Está tranquilo?- «¡Hombre!», decía. Porque los agentes lo guiaron para dentro de la Audiencia que si no, probablemente Ibrahima Ndiaye seguiría respondiendo a las preguntas.

En las afueras de la Audiencia se encontraban también varias compañeras de la joven fallecida, a diferencia de sus padres (Carlos Vázquez y Manuela Abuín), su hermano (Christian Vázquez Abuín), una amiga íntima de la familia de nacionalidad portuguesa pero afincada en Castro de Rei y otros allegados. Estos se encontraban en el interior. A la espera de entrar en la sala, en un momento, el padre de Tatiana desafió con la mirada al acusado cuando éste fue acompañado al servicio por varios agentes de la Policía Nacional.

Pasadas las doce de la mañana comenzaba el juicio con público. Tras la lectura del escrito de acusación por parte de la secretaria, el fiscal, Roberto Brezmes, tomaba la palabra para explicar a los miembros del jurado popular ?siete mujeres y cuatro hombres, dos de ellos suplentes? su función. En el relato de la acusación, cuando el fiscal se dirigía al jurado, Ibrahima le interrumpió: «Eso es mentira. No me voy a callar», manifestó el procesado, por lo que la presidenta del Tribunal, María Luisa Sandar, que en todo momento demostró una gran pericia, le llamó la atención e incluso le amenazó con sacarlo de la sala si se mantenía en su actitud. «Compórtese», le advirtió la magistrada.

Desafiante y engrilletado

Con una actitud desafiante se mostró Ibrahima Ndiaye ante el fiscal, al que se negó a responder a sus preguntas, y ante la acusación particular, que representa a la familia de la víctima, a la que contestó al inicio y, tras varias cuestiones, también tomó la decisión de no contestar.

Tras una hora de declaración, que arrancó con la convivencia de la asesinada y del acusado en una vivienda de Campos Novos y de Estrada da Granxa, el procesado respondió en ocasiones con coletillas y afirmaciones a la acusación particular como «yo que sé, tío» o «mierda» y a su propio abogado con afirmaciones como «sonrío como mecanismo de defensa porque me hace mantener la calma» o «yo en la televisión no veo las noticias».

Otro detalle que resultó curioso fue que en todo momento, el acusado habló de Tatiana Vázquez cariñosamente y se refería a ella como «Tati». Gesticulaba bastante con las manos, pese a estar engrilletado.

En el transcurso de la declaración, se hizo mención a la relación del senegalés con el gerente de un bar de la zona de Augas Férreas, donde Ibrahima dijo que «Tati» había estado trabajando durante un tiempo. También salió a la luz el nombre de otra chica, que supuestamente había mantenido una relación abierta con Ibrahima y con la que Tatiana Vázquez supuestamente tuvo trifulcas. «Cuando ellas se peleaban, yo me largaba», afirmó el senegalés.

Dos teléfonos y las llamadas que Ibrahima hizo desde uno de esos móviles el día del crimen salieron a relucir. «Existían dos móviles. En la madrugada del crimen, usted llamó 19 veces a las cinco de la mañana y a varios amigos, que algunos residían en la calle San Pedro. Además, con ese móvil se registraron 341 llamadas en un mes, y unas 29 fueron al blablacar», le espetó el abogado de la acusación particular, a lo que Ibrahima restó importancia.

Negó que maltratara a la joven, que es otra inculpación además del crimen, y ha negado que la llamara «loca». Mantuvo en todo momento que la «relación era buena», desde que empezaron a salir a mediados de 2013. «Nunca le hice nada, nunca le pegué», indicó.

Tras el acusado, tocó el turno de declarar a Carlos Vázquez, el padre de la joven asesinada. Al igual que Ibrahima Ndiaye, reconoció su enemistad entre ambos e indicó que su relación con su hija era brillante «éramos amigos, mais que pai e filla» hasta que se enteró de que estaba con Ibrahima y se opuso a ello. «Non quería que estivera con él porque sabía o que facía e sospeitaba de que se adicaba a vender droga na discoteca», indicó.

Por su parte, la madre de la víctima, Manuela Abuín, aseguró no tener «ninguna duda» sobre la responsabilidad de la ex pareja de su hija. «No tengo ninguna duda de que fue él», afirmó con los ojos llorosos. Según indicó, ella hacía de tapadera de su hija y le ocultaba a su esposo que Tatiana estaba con el senegalés.