Hace 32 años los breoganistas montaron en 15 pollinos para celebrar el ascenso
13 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Conseguir quince burros capaces de trasladar sobre sus lomos a unos hombres larguiruchos durante un recorrido de dos kilómetros. Ese fue uno de los grandes objetivos que hace 32 años afrontaron directivos y algunos incondicionales del Breogán para celebrar el ascenso dando una vuelta a la muralla en pollino, una idea que partió de José Luis Torrado, O Bruxo, (preparador físico del club blanquiazul por aquel entonces) y otros miembros de la Peña Boinas y Zocas de la que formaba parte el recuperador. Si es hoy, fijo que los animalistas montan un buen escándalo. Por aquel entonces los burros y los jugadores breoganistas no solo recorrieron buena parte de la ronda sino que también lo hicieron por las portadas de numerosos periódicos nacionales.
Lo de conseguir los burros no fue tarea fácil. No había ganadero en Lugo que tuviese tal «stock». Torrado, que por aquel tiempo tenía una clínica reparadora en Ferrol, se las arregló para contactar con unos gitanos a los que convenció, previo pago, para que trajesen un camión cargado con los jumentos a Lugo el domingo de Pascua de 1984, que era cuando el club lucense jugaba el último partido en casa frente al Español de Barcelona. «Y ojo, con equivocarse. No me vayáis a aparecer con los burros en Sober en la Feira do Viño de Amandi, que se celebra ese día», parece que les dijo el preparador físico a los propietarios de los animales. No se equivocaron, no. A las nueve de la mañana ya estaban los burros en Lugo.
Los de Boinas y Zocas buscaron antes al burro «capitán» en la zona de Vilalba. Horas antes del partido lo prepararon a conciencia: le pusieron los calcetines del equipo y trataron de hacerle una camiseta, pero no era plan. Entonces, lo engalanaron con guirnaldas y lo colaron dentro del pabellón. El jumento aguantó la gran algarabía y eso que el Español le dio una paliza al Breogán, que acabó perdiendo por 79 a 100. El resultado, por fortuna, no era decisivo porque el ascenso, bien en el primer puesto, bien en el segundo, estaba asegurado. Y menos mal, porque sino los burros volvían sin conocer el monumento que por aquel entonces aún no era Patrimonio de la Humanidad y que, después de haber pasado las profundas restauraciones de once años atrás, estaba bastante degradado.
Los organizadores del acontecimiento debatieron de si dar la vuelta por arriba o por abajo. Al final imperó el criterio de los que pensaron en la posibilidad de que algún burro falso «chimpase» de su lomo a cualquier baloncestista y lo acabase «encestando» de cabeza sobre el asfalto de la ronda.
La vuelta discurrió con gran expectación, pero sin grandes incidencias. Alguno de los burros se negó a caminar. Otros acabaron tan frescos. La vuelta duró tres cuartos de hora contando el «avituallamiento» realizado en A Mosqueira para que los jumentos tomasen de almuerzo la hierba del césped.
El burro ganador fue el del jugador Suso Fernández. El segundo transportó a Tito Díaz. Y entre los últimos llegó Torrado y su pollino. Pirulo, el entrenador, también estuvo algún tiempo peleando para que el animal dejase de terquear y caminase.