«Las palizas de mi padre eran patadas, puñetazos y golpes con toalla mojada»

m.C. LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

ALBERTO LÓPEZ

La hija declaró en un juzgado de Lugo que su niñez había sido un calvario por la violencia de su padre alcohólico

28 mar 2018 . Actualizado a las 22:22 h.

«Mi padre ha maltratado tanto a mi madre como a nosotros, tres hermanos, en numerosas ocasiones. Recuerdo las palizas, sobre todo a mi hermano, desde que nuestro padre se divorció de nuestra madre. Esas palizas consistían en patadas, puñetazos, golpes con una toalla mojada, mantenerse en pie toda la noche, o de rodillas con los brazos en cruz y con libros en ambas manos...». Quien relata esto ante la Guardia Civil es una joven, U.G, que cumplió los 18 años hace dos meses, y que en septiembre pasado se fugó de Lugo siendo aún menor para escapar a las palizas que recibía de su padre desde pequeña. Huyó en autobús desde una casa de campo en un pueblo de la montaña de Becerreá, en donde su padre la había confinado, sola, por suspender varias asignaturas. En ese pueblo, a 14 kilómetros de Becerreá, tenía que apañárselas sola durante toda la semana, y cuidar de algunos cerdos, conejos, gallinas y tres perros, contó la chiquilla en su declaración. Iba y volvía sola al colegio en el bus escolar y sin dinero. Su padre vivía en Lugo y solo los fines de semana acudía a esa casa de la montaña y compraba los víveres que él consideraba necesarios.

La joven que ahora cumplió la mayoría de edad contó un auténtico calvario de torturas en los últimos diez años, desde que sus padres se separaron y los tres hermanos se quedaron bajo la custodia del padre porque la madre se fue a vivir al Mediterráneo. Explica que el padre se emborrachaba con frecuencia y que entonces las palizas eran brutales. Recuerda en su denuncia casos como el de un día que tras prepararle la cena a su padre, él llegó muy tarde a cenar, y como no le gustó la comida porque además ya estaba fría, la levantó de la cama y le dio una paliza dejándole un ojo morado. No fue al médico ni contó nada. Tampoco lo hizo cuando le dio otra paliza con patadas incluidas en el pueblo de Becerreá porque tardó más de lo debido en encender la chimenea, tal como le pidió su padre. En esa ocasión le dejó una pierna morada por los golpes, pero el centro médico estaba a 14 kilómetros de distancia y no tenía ni como salir del pueblo.

La fuga a Madrid

La gota que colmó el vaso de su resistencia ocurrió el pasado septiembre. Suspendió seis asignaturas y falsificó las notas para que pareciese que solo eran tres. Pero su padre desconfió y dijo que iba a ir al instituto de Becerreá a preguntar. Fue entonces cuando la joven decidió huir por temor a la paliza. Tomó el autobús a Madrid y llamó a su madre, que vive en la zona del Mediterráneo, para que fuese a buscarla e irse a vivir con ella, incluso unos meses antes de cumplir la mayoría de edad que le permitiría decidir por sí sola. La semana pasada declaró por videoconferencia en los juzgados de Lugo y explicó, además de las palizas, las humillaciones, menosprecios e insultos y la soledad de vivir sola en un pueblo de montaña, sin Internet ni biblioteca, y con solo tres ancianos por vecinos.

Su denuncia por torturas fue corroborada por otro de sus hermanos, que ahora tiene 23 años y que dijo que las denuncias de su hermana eran absolutamente ciertas. El hijo también inculpó a su padre en una pasado similar de torturas frecuentes también con él. El hijo denunció golpes con cinturón e incluso con varas, con zarzas y con ortigas que el padre le obligaba a recoger a él. El chaval recuerda que tras una brutal paliza poco antes de cumplir los 18 años, en octubre de 2014, lo echó de casa sin ropa ni maleta y estuvo cuatro días y cuatro noches en la calle durmiendo en un portal de la calle Montevideo, hasta que un amigo lo recogió en su casa unos días. Desde entonces tuvo que trabajar en todo lo que pudo, estudiar el bachillerato de adultos y actualmente vive independizado. También fue enviado a la casa de la montaña solo por suspender, y obligado a pasar noches enteras de pie o de rodillas. El juzgado instruye el caso por torturas.

«Me decía que era una hija que no valía para nada y que casi prefería a una drogadicta»

«Me mandó a vivir sola con 17 años a una pueblo aislado de la montaña por suspender»

«A mi me echó de casa sin ropa y pasé cuatro noches en un portal. Hice de todo para salir adelante»