Urbanismo, crisis y rescates a cuenta del contribuyente

Enrique Gómez Souto
enrique g. souto PULSO LUCENSE

LUGO CIUDAD

25 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«No hay ninguna lógica que pueda ser impuesta a la ciudad; la gente la hace, y es a ella, no a los edificios, a la que hay que adaptar nuestros planes». Jane Jacobs (1916-2006), incansable activista del urbanismo pensado para los ciudadanos, fue un continuo dolor de cabeza para los que diseñan las ciudades sin tener en cuenta a quienes las habitan. En Lugo, salta a la vista que desde los años 60 del siglo pasado hasta el 2010 ocurrió eso: el diseño urbano respondió a todo tipo de criterios menos al interés del ciudadano. Y así, el casco amurallado se ha quedado prácticamente sin residentes y O Garañón es noticia a diario; en Garabolos y San Fiz hay urbanizaciones sin un solo edificio residencial y fue preciso solventar con fondos públicos las carencias infraestructurales de algunas urbanizaciones periféricas que se decían de lujo.

En Lugo, como en el resto de España, los gobiernos rindieron sus principios ideológicos a la lluvia de ladrillos que cayó sobre ellos. De aquellas lluvias vienen los barrizales urbanísticos y legales en los que se enfangaron las ciudades y gran número de políticos y técnicos públicos. Ahora, O Garañón, ejemplo del mal gusto y la inseguridad jurídica que impera en el país, le va a costar dinero contante y sonante a los ciudadanos lucenses; dinero que salió de su bolsillo por el roto de los impuestos. El círculo del escándalo está a punto de cerrarse. Bien puede decirse sobre el urbanismo lucense lo que Chomsky dejó escrito sobre la crisis financiera: «Siempre se acaba pidiendo al contribuyente que rescate a aquellos que la crearon». Y en eso se está en Lugo; solo el contribuyente saldrá perdiendo.

Jacobs tenía muy claro que «las ciudades tienen la capacidad de proporcionar algo para todo el mundo, solo porque, y solo cuando, se crean para todo el mundo». Y eso es lo que conscientemente olvidaron quienes diseñaron Lugo en los últimos sesenta años. Por eso, contrariamente a lo que reclamaba Jacobs, Lugo se diseñó pensando en los edificios y en rentabilizar al máximo la inversión efectuada en ellos, y no en la gente, en los ciudadanos. Y ahora están las torres de O Garañón y hay urbanizaciones sin edificios y otras cuyas infraestructuras se rematan con fondos públicos.