Mujeres que dejaron huella

Antonio Prado Gómez LUGO

LUGO CIUDAD

Fondo del instituto Lucus Augusti

Por las aulas del Instituto de Lugo pasaron alumnas que desarrollaron carreras brillantes

28 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

De una manera especial debería destacarse, entre quienes pasaron por las aulas del Instituto Provincial, a las dos hermanas Fernández de la Vega y Lombán, Jimena y Elisa, muy brillantes alumnas que además demostraban sus capacidades académicas en una sociedad de carácter eminentemente masculino y en la que las mujeres veían muy dificultadas sus posibilidades de acceso a los estudios medios y universitarios. No podemos olvidarnos tampoco de los futuros catedráticos y directores del Instituto Alfredo Rodríguez Labajo y Delio Mendaña Álvarez, ni de Ramón Buíde Laverde, nieto del antiguo profesor y director Gumersindo Laverde Ruiz, y él mismo doctor en Derecho, autor de varios libros y especialista en sindicalismo y agrarismo. Los tres alumnos mencionados fueron los primeros en recibir el premio Portabales, instituido desde el curso 1915-16 por el ínclito profesor del mismo nombre para premiar a los alumnos más aventajados del centro.

En los siguientes cursos, y hasta la desafortunada incidencia de la Guerra Civil, recibirían estos premios, entre otros, el oficial de Telégrafos y significado dirigente político Ángel Balboa Amado, los tres hermanos Blanco Martínez de Velasco, José, Carlos y Marta, miembros de una familia que por lo que se ve estaba interesada en la instrucción de sus vástagos, el militar y político franquista Antonio Pedrosa Latas, el futuro profesor de Matemáticas Eliseo Blanco Darriba, el hematólogo Arcadio Ónega Basanta, el más tarde catedrático de Geografía e Historia del Instituto Jesús Díaz López, el político Jesús Pedrosa Latas y el activo empresario Rafael Ratón Muñoz. En los años de la II República las bolsas de ayuda permitieron estudiar el bachillerato a algunos alumnos de escasos recursos, como Emilio Fernández Murias, José López Silvarrey o Sergio Latorre Barreiro, circunstancia que no impedía que fuesen elogiados por sus profesores por el talento y esfuerzo que demostraban.

No faltan en las relaciones de estos premios la mención de alumnas, alguna ya apuntada y a la que podrían añadirse otras como las de María del Carmen Soto López, María de los Dolores Valcarce Quiroga, Purificación Pérez Fernández, Esther Río Barja, Eladia Vega Amiama, María del Carmen Fernández Folgueira o María Luisa López Rábade, aunque sea más difícil seguir sus posteriores identificaciones profesionales porque en la sociedad de la época el papel de la mujer se contemplaba más en el ámbito doméstico que en el público; lo que no quiere decir que no existan algunas excepciones, como la de Ignacia Ramos Díez y las de las hermanas María y Rosario Torviso Monge, luego profesoras del Instituto de Lugo.

No olvidamos que durante el primer tercio del siglo XX también estudiaron y se examinaron en el centro lucense otras ilustres figuras de nuestras artes y letras, como el músico Jesús Bal y Gay, los escritores Álvaro Cunqueiro Mora, Ánxel Fole Sánchez y José María Castroviejo Blanco?Cicerón, o el filósofo Celestino Fernández de la Vega, aunque sus expedientes escolares no fuesen tan brillantes como los de los mencionados más arriba.

Después de la Guerra Civil se continuaron otorgando durante los años cuarenta los premios Portabales a los alumnos más aplicados, por cierto, en muchos casos alumnas, y a ellos se unirían los recompensados con otros premios instaurados con los nombres de los hermanos Pedrosa, Ramón Carlos y Jacobo, considerados mártires de la Cruzada. Pero mencionar aquí a los estudiantes que obtuvieron estos reconocimientos sería excesivo e impulsaría a considerar este trabajo como una guía telefónica, por eso remito a los interesados en conocerlos a mi libro O Instituto provincial de Lugo, 1842-1975.

Sí que merecen recordarse, en el marco temporal anterior al enfrentamiento, algunos nombres singulares por su doble condición de hijos de profesores y de alumnos destacados, como son los casos de Luciano Fernández Penedo, hijo del catedrático de Matemáticas Luciano Fernández y Fernández, y de Salvador Velayos Hermida, hijo del catedrático de Física y Química Salvador Velayos y González. El primero de ellos ganaría en los años cuarenta una de las cátedras de Matemáticas del Instituto Masculino y en los años cincuenta pasaría a los servicios de Inspección en los que llegaría a ocupar el cargo de inspector jefe; fue, además, autor de un libro sobre el centro: Historia viva del Instituto de Lugo y de otro que recordaba su vocación docente: Momentos estelares de la enseñanza en España. El segundo alumno, Salvador Velayos, tras su paso formativo por Madrid y su estancia en la Residencia de Estudiantes, llegaría a ser un físico eminente especializado en ferromagnetismo. Su colaboración con la República durante la Guerra Civil le obligaría a someterse a un consejo de guerra en el que se le acusó de rebelión y del que salió absuelto con algunos cargos. Superada esta censura sería catedrático de Física en la Universidad de Valladolid y luego en la de Madrid, en la que ocupó desde 1956 la cátedra de Electromagnetismo. Hoy lleva su nombre el Instituto de Magnetismo Aplicado.

*Antonio Prado Gómez

es doctor en Historia. Catedrático jubilado del IES Lucus Augusti.

Durante los años 40 se siguieron otorgando los premios Portabales