La historia de reloj que cabreó a los curas contada para los de Albacete

Xosé Carreira LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

X. C.

Una guía lucense descubre a 52 visitantes albaceteños las polémicas del reloj del consistorio

18 oct 2017 . Actualizado a las 09:42 h.

No hay duda de ningún tipo: Mónica Díaz no es una guía turística tostón. Ayer, con sus interesantes explicaciones, mantuvo atentos a 52 turistas de Albacete a los que enseñó lo más representativo de la capital lucense. Los visitantes formaban parte de una excursión y la agencia que les organizó el viaje contrató a esta guía oficial. Por cierto, las visitas turísticas que organizaba el Concello de Lugo ya se acabaron. Solo eran para el verano.

Los albaceteños pasaron la noche viajando en un autobús. Mónica los llevó a ver lo más interesante del Lugo histórico y, de forma muy amena, les explicó a los visitantes las polémicas que en su momento generó el reloj del consistorio. Menos mal que el artilugio esta vez se portó y funcionó. Eso fue lo primero que preguntó alguien del Concello cuando se enteró de que a las puertas de la consistorio estaban cincuenta personas que no le quitaban el ojo a la torre.

Mónica les contó que el reloj llegó de Londres y comenzó a funcionar, a trancas y barrancas, en el año 1874. Los munícipes de aquel entonces buscaron la fecha más adecuada y decidieron que el aparato empezase a marcar las horas en el mismo momento en que pasase la procesión del Corpus. Así fue, el reloj se estrenó pero su vida no estuvo exenta de achaques y, ahora, va tirando.

De Londres

El reloj fue encargado a la casa Guillet&Blant en el año 1871. Y curiosamente la casa fabricante sigue en activo porque hace unos años se encargó de hacer una pieza especial para la maquinaria que mueve las agujas de Lugo. Y menos mal porque la que hizo mano en un tornero de aquí convertía al reloj en una «trécola» que atrasaba o adelantaba.

En la historia del reloj, según contó ayer la guía a los visitantes, tienen mucho que ver los curas. Lo querían inicialmente los de la catedral de Málaga, pero finalmente el destino quiso que se quedase en Lugo.

Mónica Díaz contó a los albaceteños que, por aquel entonces, los periodistas de la época escribían que la llegada del reloj había causado un gran malestar en el clero lucense. Los curas locales no querían, de ningún modo, que Lugo tuviese un segundo reloj público. Entendían que había uno en lo alto de la torre de la catedral y era más que suficiente. Querían que fuese la referencia de la hora y probar si así, quien se acercaba a ver qué momento vivía, entraba en la catedral.

La puesta en servicio del reloj municipal que, por fin, quitaba la exclusividad a los curas, fue todo un gran acontecimiento para los lucenses del centro. Con el paso del tiempo, recordó la guía, resulta que el de la catedral dejó de funcionar y parado sigue.