La muela que Isabel II se dejó en As Nogais

Fernanda Follana LUGO

LUGO CIUDAD

CEDIDA

Luis Becerra Chao, curandero de Viladicente, le sacó un diente y recibió la Cruz de Caballero de Isabel II

12 jul 2019 . Actualizado a las 16:08 h.

Era el 14 de septiembre de 1858 y la reina Isabel II pasaba por As Nogais, tras una larga visita oficial por el noroeste de España, cuando la sorprendió un dolor de muelas. A mediados del siglo XIX este tuvo que ser un contratiempo importante y, sin embargo, la reina halló remedio a la urgencia médica en la montaña lucense. Según la tradición popular, Luis Antonio Becerra Chao, curandero de Viladicente, extrajo la muela de Isabel II en el antiguo mesón Herbón, una de las últimas casas de As Nogais en la salida hacia Doncos por el conocido como Camino Real, que ya entonces era Nacional VI. Becerra Chao debió de hacerlo bien, porque la reina lo agasajó con la Cruz de Caballero de la Orden de Isabel la Católica, distinción que figura en el libro parroquial de defunciones y en la lápida de su tumba de Viladicente.

El séquito real salió de Lugo a las tres de la tarde y diez horas después llegó a Villafranca del Bierzo. De lo que sucedió en el trayecto, Juan de Dios de la Rada y Delgado, que formaba parte de la comitiva, no cuenta nada en su libro Viaje de Sus Majestades y Altezas Reales por Castilla, León, Asturias y Galicia en el verano de 1858. Esta crónica oficial se salta, por tanto, el episodio de la muela y el paso de la comitiva por el entonces impresionante puente de Cruzul, que aunque es de Carlos III, ha quedado en la memoria colectiva como de Isabel II. De la Rada solo menciona que «diez horas después de haber salido de Lugo, los regios viajeros llegaban a Villafranca del Bierzo», lo que permite suponer que el incidente de la muela se resolvió con rapidez, teniendo en cuenta la distancia, la orografía de la zona y los coches de caballos.

Sin datos oficiales

A falta de datos oficiales hay que echar mano de la tradición oral para reconstruir los detalles del suceso. Cuando la reina llegó a As Nogais con dolor de muelas, tuvo conocimiento de la existencia del curandero Becerra Chao, en Viladicente, a algo más de dos kilómetros, y un miembro del séquito fue a buscarlo acompañado por un vecino, según refiere Adolfo de Abel Vilela en su libro Personajes reales en Lugo. Becerra Chao, puesto en la obligación de quitarle la muela a la reina, le dijo, continuando el relato del historiador lucense, que «le había servido con las armas en sus años mozos, y que deseaba volver a servirla, pero que era consciente de la alta responsabilidad de aquel acto».

Por cierto, la amplia comitiva real contaba con un experimentado y bien pagado equipo sanitario: tres médicos, dos boticarios y un sangrador, que venía siendo algo equivalente a un cirujano.

ÓSCAR CELA

Hijo de labradores

Luis Antonio Becerra Chao, hijo de labradores, y «de oficio dentista», según su partida de defunción, nació en el año 1814 en la aldea de Viladicente (As Nogais). A los 21 años partió voluntario hacia Ourense para luchar contra los carlistas. En Pallar de Xubín (Ourense) vivió los años de miliciano haciendo amistad con un médico. Al morir este, Luis Antonio se casó con su viuda y regresó a Viladicente, donde algún tiempo después enviudó y contrajo segundas nupcias con Manuela Pombo, de Ferreiros de Balboa (Becerreá). No tuvo descendencia con ninguna de sus dos esposas.

Un conocido dentista y vendedor de ungüentos

Habiendo cursado algún estudio relacionado con la medicina en Madrid, donde vivió una temporada, ejerció el oficio de dentista en Viladicente, vendiendo también ungüentos que él mismo preparaba. La tradición oral le atribuye el hecho de haberle sacado la muela a Isabel II, por lo que recibió la Cruz de Caballero de Isabel la Católica, siendo conocido en As Nogais como “el caballero cubierto de Viladicente”, por estar protegido por la reina.

Luis Antonio Becerra Chao murió en octubre de 1900 en Viladicente, a los 86 años de edad y en su funeral, como él había pedido, las campanas repicaron todo el día.

El puente de Cruzul, de Carlos III.

El monarca ilustrado transformó los caminos reales en la seis carreteras nacionales y el puente de Cruzul es un símbolo de la antigua nacional en Becerreá. Su construcción a cargo de Carlos Lemaur comenzó en 1775, y el viaducto permanecería al menos cien años después como una de las obras de ingeniería civil más importantes de España.

Por el puente de Cruzul tuvo que pasar necesariamente Isabel II en 1858, probablemente ya con dolor de muelas. La fugaz visita de la reina quedó en la memoria colectiva tan marcado que en la zona se le atribuye su construcción.