Un hombre destrozado por un conductor que tomó un chorro de coñac porque le dolía la garganta

Xosé Carreira LA VOZ / LUGO

LUGO CIUDAD

Lugar del accidente en el kilómetro 14 de la N-540
Lugar del accidente en el kilómetro 14 de la N-540 OSCAR CELA

El fiscal reclama que el causante del accidente ingrese en prisión por homicidio por imprudencia

12 may 2016 . Actualizado a las 14:17 h.

El 26 de mayo de 2012, el monterrosino Pablo L. traía a su abuela al médico a Lugo. Circulaba tranquilamente en su coche por la N-540 y, al llegar al kilómetro 14, un Audi A6 se le echó repentinamente encima. Trató de apartarse lo máximo posible hacia la derecha, pero llegó un momento en que ya no pudo más porque había un quitamiedos. Fue aplastado. Su abuela murió en el acto y él, con 35 años por aquel entonces, quedó totalmente destrozado.

Ayer Pablo acudió como testigo al juicio al que fue sometido el conductor del otro coche, P. G. D., para quien el fiscal pide tres años de cárcel porque lo considera autor de un delito de homicidio por imprudencia grave, otro de lesiones y otro contra la seguridad del tráfico. Los agentes de Tráfico que fueron al lugar para levantar atestado, le hicieron la prueba de alcoholemia. Dio 0,48 miligramos de alcohol por litro de aire espirado en el control que le hicieron a las 9,25 de la mañana, media hora después del trágico suceso ocurrido en el término municipal de Guntín.

El acusado dijo que ese día se levantó a las ocho de la mañana y que como le dolía la garganta tomó un vaso de leche caliente al que le echó un chorro de coñac. Después, dijo, ingirió un sobre de antibiótico y otro de ibuprofeno. Y así salió a la carretera.

El conductor explicó en la vista que no sabe si fue por los efectos de la medicación o la calefacción, se quedó en algún momento como inconsciente o con somnolencia y, cuando reaccionó, ya era tarde. Dijo que no tomaba alcohol porque era deportista y expresó que el chorro de coñac que echó en el vaso de leche fue muy pequeño.

La situación en la que quedó Pablo L. es realmente dramática. Y encima, cuando salió del hospital, la compañía aseguradora no quiso pagar los gastos sanitarios y el Sergas, informó, lo amenazó con embargarle un piso. «Quedé atrapado dentro del coche sin poder moverme ni tan siquiera para tocar a mi abuela. ¡No podía hacer nada! Empecé a tocar el cristal con fuerza y entonces apareció el otro conductor que me dijo que había avisado a la ambulancia», relató.

El calvario de Pablo L. comenzó en el hospital en el que estuvo mes y medio ingresado. Después aún pasó cinco meses encamado; otros cinco más en silla de ruedas y finalmente consiguió empezar a caminar en un andador con la ayuda de una persona que le asistía. Actualmente tiene que utilizar muletas para moverse.

Le tuvieron que quitar parte del intestino, lo que le provoca que haya días en los que, según dijo, casi no puede comer ni beber. Destrozó la cadera y ahora tiene dificultades para poder vestirse No puede arrodillarse. Sufre dolor constante, además de estrés y depresión. Pablo, amante del baile tradicional, tuvo que decir adiós a su práctica. No puede correr. Camina con dificultad y casi no puede estar un rato de pie.

Según los forenses, tardó 555 días en curar. El fiscal pidió en el juicio que el acusado pague al afectado 21.420 euros por las lesiones causadas; 70.000 por las secuelas y también los gastos médicos. El acusador fija en casi cien mil euros la indemnización por la muerte de su abuela. De todo ello, en caso de sentencia condenatoria, tendría que hacerse cargo la aseguradora del acusado.