Ciertamente a la familia lo que menos parecía importarle era el Gran Teatro y lo que pretendía era que el Ayuntamiento diera la luz verde para la entrada de la piqueta, para hacer un bloque de lujosas viviendas que nunca debieron llegar a ese espacio. Y finalmente la pala en abril de 1996.
Saqueo de butacas que fueron vendidas en el rastro
Antes de que llegaran las máquinas el Gran Teatro fue saqueado, a pesar de fueron puestos candados y cadenas en las puertas de entrada. Muchas de las butacas, antes del incendio, fueron cargadas a toda prisa en furgonetas e incluso vehículos particulares. Algunas se vendieron a 1.000 pesetas (6 euros) en el rastro de la Praza da Soidade. Ahora están en los salones de casas particulares. Algo muy similar ocurriría años después con las del cine Kursal que también fue derribado en la época de la terrible fiebre constructiva. Cuando ya se supo que el Gran Teatro iba a cerrar, los cinéfilos comenzaron a recopilar material que hoy ya es de culto. De hecho, hay grandes colecciones de coloristas programas de mano que todavía es posible encontrar rebuscando en tiendas especializadas.