Los lucenses recuerdan especialmente a Antonio Resines y Charo López, que andaban casi siempre juntos y cuya presencia era muy habitual, también la de Federico Luppi, en los locales de ocio que en aquellos momentos estaban más en boga en la ciudad como el Pub Dvorak o el refugio de todos los noctámbulos lucenses para cerrar la noche, el añorado Papaventos. Allí departían amablemente con todos los que se acercaban a saludarlos.