Batalla legal por las cenizas de Marisol

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor SANTIAGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

SANDRA ALONSO

Una vecina de Santiago reclama en el juzgado los restos de su hija de 29 años, en poder de su yerno. «Solo quiero un lugar para llorar y rezar a mi niña», suplica la madre desesperada

06 dic 2014 . Actualizado a las 10:32 h.

¿A quién pertenecen las cenizas de un difunto? ¿A sus padres? ¿A su cónyuge? ¿A sus hijos? Esta es la difícil cuestión que deberá resolver un juzgado de Lugo en el que María Lago Vázquez, una vecina de Santiago, ha presentado una demanda para recuperar los restos mortales de su hija, María Soledad Martínez Lago. Falleció hace cinco años. Los mismos que esta mujer lleva reclamando sin éxito a su yerno la urna funeraria. Para ella, el dilema tiene fácil solución. «Yo la parí, yo la crie y no creo que nadie llore más por ella que yo. Solo quiero tener un lugar para poder llorar y rezar a mi niña, nada más», suplica.

Ese lugar ya existe. María ha levantado en su casa un pequeño altar para su hija. Flores, santos y una virgen de la Soledad rodean una fotografía de su hija, a la que un cáncer arrancó la vida con tan solo 29 años de edad. Es en este lugar en el que quiere colocar la urna con las cenizas. «Es una cuestión de sentimientos. Quiero saber que está ahí para poder ponerle flores, como hace todo el mundo», asegura.

Voluntad de negociar

María quiere llegar a un acuerdo con su yerno. De hecho, la demanda que ha presentado en el juzgado es de conciliación. Su voluntad es la de negociar. «Me valdría que me dé aunque sea la mitad de las cenizas, si es que él también quiere tenerlas», razona, aunque eso le lleva a cuestionarse si sería bueno dividir los restos mortales de su hija. «No sé si eso estaría bien», reflexiona.

Estas últimas semanas han sido especialmente duras para María. El 20 de octubre se cumplieron cinco años de la muerte de Marisol, como ella llamaba a su hija. Luego vinieron Todos los Santos y Difuntos y, confiesa, «llegué a sentir envidia de ver cómo los demás iban al cementerio a llevar flores a sus muertos». Esa es otra de las opciones que ella pone sobre la mesa a la hora de negociar con su yerno, la de llevar las cenizas a un camposanto. «Nosotros tenemos nicho propio en Monforte -localidad de la que es natural- y además Marisol siempre dijo que ella quería estar con su padre, así que podríamos también llevarlas allí», propone.

Lo que de ninguna manera podría soportar es que la urna siguiese en casa del que fue marido de su hija. «Él vive en Outeiro de Rei [Lugo], muy lejos de Santiago, y no es normal que tenga que ir a su casa cada vez que quiera ponerle flores o rezar a mi hija, eso no tiene sentido y no estaría bien. Él puede rehacer su vida y no voy a estar yo ahí por el medio, ¿no?», explica.

Sin regulación concreta

Los anhelos de María están ahora sobre la mesa de un juez. Y no es una cuestión sencilla. No existe una regulación concreta sobre un asunto de esta naturaleza. Lo que sí deja claro el Código Penal es que las cenizas de un fallecido merecen idéntico respeto y protección que su cadáver.

Ese limbo jurídico es el que ha llevado a la abogada de María, la compostelana Concepción Rúa, a acudir a la Justicia en busca de una solución negociada. Su señoría decidirá.