«La prioridad era frenar los camiones»

Miguel Cabana
Miguel Cabana LUGO/ LA VOZ

LUGO CIUDAD

Alberto López

Alfonso Pérez y otros dos viajeros evitaron una tragedia mayor agitando chalecos desde el arcén. Lograron que los tráileres que iban llegando no aplastasen la cola de vehículos

29 jul 2014 . Actualizado a las 19:26 h.

«Hubo tres héroes anónimos que evitaron decenas de muertos. Me gustaría encontrarlos para agradecérselo personalmente, porque agitando sus chalecos desde el arcén fueron consiguiendo que muchos coches -y sobre todo camiones- se detuviesen antes de arrollar el atasco». Así lo explicaba ayer un periodista mariñano, Beni Mántaras, que fue uno de los atrapados en el choque en cadena sin llegar a impactar, gracias a que vio agitar los chalecos reflectantes unos metros antes de encontrarse los coches parados en medio de la niebla. Una vez que acabaron los impactos porque ya se atascó por completo la vía y se detuvo el tráfico, muchos conductores bajaron de sus vehículos para ver lo que había pasado y estuvieron más de una hora retenidos hasta que los agentes pudieron abrir el tramo en sentido contrario para facilitarles una salida. En ese tiempo de espera el periodista se fue a buscar a los héroes anónimos de los chalecos, y encontró a uno de ellos, con el que entabló conversación para agradecerle que quizá les hubiese salvado la vida a él y a otros. Se quedó en la memoria con algunos detalles, como su nombre de pila y su profesión -comercial en la ciudad de Lugo- con los que no fue difícil ayer dar con uno de los tres héroes anónimos. Se llama Alfonso Pérez Martínez y es comercial de redes sociales y medios de comunicación. Tras ser localizado, él mismo identificó a los otros dos voluntarios de los chalecos: una de ellos era su novia, pero del otro solo pudo decir que es un hombre de Lugo, de mediana edad, con barba y que conducía un Renault Mégane de color verde.

A Alfonso Pérez también le hubiese gustado haberse quedado con los datos de este otro héroe porque asegura que fue el primero en tomar la iniciativa del chaleco, y probablemente le salvó a él mismo. Por eso, una vez que se bajó del coche, Alfonso y su novia tomaron los chalecos y se fueron al mismo lugar para colaborar con la buena iniciativa del perspicaz conductor, convirtiéndose así en los tres héroes anónimos que describía el periodista mariñano.

Aunque Alfonso Pérez todavía estaba ayer bastante afectado por lo vivido, accedió a acompañar al fotógrafo de La Voz hasta el lugar de los hechos para explicar lo que hicieron e intentar evitar en el futuro los mismos errores y otra posible catástrofe.

«Lo que más me preocupaba cuando detuve el coche sin chocar era que llegasen los camiones que unos minutos antes habíamos adelantado. Eran dos muy pesados y subían lentamente el puerto. Yo pensaba que cuando aquellos bichos enfilasen la cuesta abajo y se encontrasen con los coches detenidos ante su morro en medio de la niebla, aquello iba a ser una catástrofe. Además, había conductores y familias enteras que no se bajaron de los vehículos y permanecían dentro, quizá porque el frío y la humedad de la niebla eran insoportables sin ropa de invierno. Aquella imagen me estremeció y por eso salimos corriendo a ayudar al hombre que habíamos visto agitar el chaleco unas decenas de metros antes», explica Alfonso.

Los tres movían los chalecos con fuerza y gritaban a medida que iban llegando los coches. Observaban que casi todos reducían la ya de por sí lenta velocidad a la que circulaban en medio de la niebla. A medida que la autovía se iba llenando de vehículos retenidos en el atasco -llegó a haber un tramo de 400 metros abarrotado de coches en los dos carriles en sentido Lugo- Alfonso y sus compañeros se iban desplazando hacia atrás para seguir avisando con la antelación suficiente y que su alerta fuese eficaz.

«Fuimos retrocediendo hasta que me di cuenta de que estaba sobre un viaducto y que me había colocado por el exterior de la valla, así que salí corriendo de allí, porque estaba sin ninguna protección y podía caer al vacío». Ayer, reconstruyendo la situación junto al fotógrafo, ambos pudieron observar que Alfonso llegó a caminar por una pequeña plataforma de cemento que hay en el exterior de la barandilla del viaducto de O Fiouco: uno de los puentes de mayor altura de esa autovía y de 112 metros de largo. Por fortuna se dio cuenta a tiempo y no cayó al vacío, porque la niebla también le impedía ver que estaba suspendido en un viaducto y sin barandilla de protección.

«Una vez que pudimos salir de aquel infierno sanos y salvos y nos paramos a tomar una manzanilla ya cerca de Lugo, encontramos a algunos de los que vivieron con nosotros aquella pesadilla. Y a todos les decíamos lo mismo: no podíamos creer lo que había pasado. Si el choque principal se hubiese producido sobre el propio viaducto, unos 400 metros antes, las muertes hubiesen sido numerosas, porque nadie tendría a donde escapar, y los que saltasen las barandillas caerían al vacío. Hubo suerte».

Y aunque Alfonso no quiere decirlo, la otra gran suerte fueron esos agentes improvisados agitando los chalecos.

Tras volver al lugar de los hechos, a Alfonso Pérez le queda una asignatura pendiente: encontrar al hombre del Mégane verde.