Y Guillermo al fin conoció Lugo desde el adarve...

Lucía Rey
Lucía Rey LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

El veterano hostelero ha cedido el testigo del Polvorín a Gonzalo Pía y Suso González, en imagen, que, según destacan, mantendrán la filosofía del negocio.
El veterano hostelero ha cedido el testigo del Polvorín a Gonzalo Pía y Suso González, en imagen, que, según destacan, mantendrán la filosofía del negocio.

El antiguo dueño del Polvorín ha empezado a salir por placer y a viajar después de 26 años trabajando sin descanso

18 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Y Guillermo al fin conoció Lugo desde el adarve de la Muralla... Así podría comenzar el relato sobre la nueva vida de Guillermo Ameijide Vázquez, el hostelero que ha pasado los últimos 26 años de su vida trabajando sin parar detrás de la barra de la cafetería El Polvorín. Sin vacaciones ni días de descanso. Pero ahora, con 70 años y recién jubilado tras traspasar el negocio a Gonzalo Pía y Suso González, el hombre está empezando a descubrir lo que es salir a la calle por placer, con el único objetivo de dar un paseo y de conocer lugares distintos. Lo primero que ha hecho es subir a lo más alto de una fortificación que lleva décadas promocionando. «Sempre lle dicía aos clientes que non marchasen de Lugo sen subir á Muralla, porque é espectacular, e eu nunca o fixera», reveló tiempo atrás Guillermo Ameijide Vázquez, que nació en la parroquia de Hermunde, en el concello de Pol. Nada más entregar las llaves del local, se desplazó a Meira, donde tiene familiares, para pasar un tiempo con ellos.

Ya de vuelta en Lugo, sigue visitando con frecuencia el negocio que ha sido su vida durante cerca de tres décadas, y en el que ha hecho multitud de clientes y amigos.

Fiestas, romerías y gentes

Sin embargo, en breve tiene intención de emprender viaje hacia destinos más lejanos. Le gustaría visitar Galicia casi de cabo a rabo. «Coñecer as festas, as romerías, as xentes... É que non coñezo nada, parece mentira», sonríe. Ahora que está retirado también tendrá tiempo para dedicarse a una afición de juventud que ha recuperado hace muy poco: tocar la gaita. «Aprendín de oído cando era neno. Meu pai tiña unha gaita que atopei nun armario hai tempo e prepareina», comenta.

crónica la nueva vida de un veterano hostelero