El aumento de las denuncias por ataques al personal sanitario empieza a dar visibilidad a un fenómeno creciente y antinatural
01 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Hace aproximadamente dos semanas, un hombre y una mujer se presentaron en el servicio de urgencias de un centro de salud de Lugo. Eran las siete de la mañana y la pareja pretendía que el médico le hiciera a ella un test de embarazo. El facultativo se negó por considerar que no se trataba de una urgencia, con lo que la pareja acabó marchándose. Pocos minutos después, otra persona irrumpió en el centro avisando de que había alguien desplomado y sin conocimiento en el exterior. El médico y una enfermera salieron para atender la urgencia y allí se encontraron con la trampa. La pareja y dos personas más agredieron al médico hasta que se cansaron.
La salvaje agresión, una de las peores que se han registrado este año en el ámbito de la sanidad, supera con creces los episodios que denuncia el sector sanitario en Galicia y que en el 2010 crecieron un 40% La mayoría de esas denuncias fueron por violencia verbal, insultos o amenazas, pero retratan un problema creciente que tiene malhumorada e inquieta a una parte importante del colectivo.
En total, en el 2010 se contabilizaron 255 denuncias por violencia contra el personal sanitario. El incremento es consecuencia, por una parte, de la labor de concienciación de organizaciones colegiales y sindicatos para que los profesionales denuncien y no dejen pasar este tipo de episodios, pero estas mismas organizaciones entienden que la violencia contra el personal sanitario es un fenómeno creciente y con causas distintas: la frustración de las expectativas del usuario, la propia dinámica del sistema, que genera largos tiempos de espera, y un deterioro de la cultura cívica que el personal sanitario nota especialmente.
Con un cubata en la mano
Amenazas del tipo «Se va a enterar de quién soy yo» o «Ya verá como pase algo», son tan habituales que la mayoría de los profesionales ni siquiera las tienen en cuenta, según admiten los consultados: «A mí me vino un chaval a urgencias a las dos de la mañana con un cubata en la mano porque le había salido un grano», expone un celador del área de A Coruña. «Hemos explicado muy bien los derechos y casi nada las obligaciones», lamenta Carmen García, secretaria general en Galicia del sindicato de enfermería Satse: «Hace falta mucho civismo sanitario».
El problema ha generado ya reacciones por parte de la Administración, que pretende radiografiar a fondo el fenómeno para conocer su verdadera dimensión (algunos estudios apuntan a que las denuncias apenas suponen un tercio de los incidentes reales). Los profesionales han recibido pautas de actuación ante una situación de conflicto y han sido dotados de algunos recursos de alarma para pedir ayuda. Sin embargo, varios representantes de los trabajadores apuntan que más educación y mejor información hacia el usuario contribuirían a mejorar la situación. Un empleado informando con alguna frecuencia en una sala de urgencias supone una enorme descompresión y un eficaz instrumento preventivo.