Si este miembro del jurado del crimen de Sober se ha decidido a hablar es, sobre todo, porque se ha sentido insultado por el torrente de críticas que se desató tras la inesperada confesión pública del único acusado, José Carnero. «Aquí se ha dicho de todo, y se nos ha tratado prácticamente de tontos que nos dejamos engañar, y me parece completamente injusto», alega.
No quiere aclarar si fue una de las dos personas que votaron a favor de la condena o si se alineó con la mayoría, pero insiste en que con las pruebas que les presentaron difícilmente se podía esperar un veredicto distinto. «Que no eran nueve días -enfatiza-, que se trataba de condenar a una persona a 19 años de cárcel».
Él asegura que nadie presionó para que la decisión fuese unánime y que no hubo apuros para acelerar el veredicto para evitar que los convocados tuvieran que pasar otra noche en Lugo. Insiste en que todos votaron en conciencia.
¿Pero no se vieron superados por los trucos retóricos de un abogado defensor que demostró más capacidad que el fiscal para conectar con ellos? «El abogado lo hizo muy bien, pero si alguien nos hubiese presentado una prueba, como por ejemplo huellas del acusado en el mazo o en el hacha, entonces estoy seguro de que lo hubiéramos condenado».
Este jurado salió agotado de la experiencia. La noche que tuvo que pasar en un hotel a la espera de la segunda sesión del juicio apenas pudo pegar ojo porque, abrumado por la responsabilidad, no era capaz de dejar de pensar en lo que había visto en el juicio.
Se lo dijo un compañero
«Cuando vi que confesaba, aluciné», cuenta para explicar qué sintió cuando se enteró de que José Carnero admitía después de salir de la cárcel que él fue quien mató a Pilar Palacios Caballero. Un compañero de trabajo lo llamó a primera hora por teléfono para contarle lo que publicaba La Voz de Galicia. Poco después se hacía con un ejemplar del periódico: «Leía la entrevista, veía las respuestas de este hombre y no me lo podía creer».