«Na miña casa había luz, pero recordo ir a algunha aldea de noite e usar o candil»

Xosé María Palacios Muruais
Xosé María Palacios VILALBA/LA VOZ.

LUGO CIUDAD

El presidente del Iescha se siente afortunado por haber conocido un mundo rural que va desapareciendo

14 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Manuel Castro Santamariña vino a Vilalba, siendo un niño de unos diez años, para realizar un examen. Reconoce que tardó algún tiempo, años más bien, en volver, porque su vida fue tomando otros caminos.

Los caminos de la vida lo trajeron entonces de su Guitiriz natal a la localidad donde ahora lleva casi veinte años asentado. Pero luego lo llevaron, como estudiante, a Lugo y a A Coruña; después, acabada la carrera de Magisterio, lo movieron por diversos destinos -Cariño, As Pontes y Aranga-, y finalmente le hicieron recalar en la capital de Terra Chá.

Volviendo la vista atrás, Manuel Castro cuenta que el Guitiriz donde pasó sus primeros años era una villa con más personalidad agraria que la actual, con un sistema de economía que podría definirse como mixto aun a riesgo de que los expertos en dicha ciencia descarten esa afirmación como poco rigurosa: la cuestión radicaba en que en muchas casas había varias vacas. Los tiempos cambiaron, como él mismo reconoce, aunque lo vivido entonces no parece haber desaparecido.

El balance de aquel tiempo, visto desde hoy, parece positivo: «Considérome afortunado -dice- por ter esas vivencias do pasado. Teño a experiencia do arado romano. Na miña casa había luz, pero recordo ir de noite a algunha aldea e usar o candil de carburo».

No fueron esos, sin embargo, los únicos cambios que hubo en su vida. Sus años de estudiante, sobre todo los de los últimos años de Bachillerato y de Magisterio, también le reservaban una butaca para ser espectador de años decisivos: «Teño as vivencias da época predemocrática; da transición, que foi unha época moi interesante, e da actual».

Hoy los cambios parecen otros. «Hoxe hai progreso, pero -opina- poucas sorpresas está habendo». De todos modos, en el paisaje vilalbés que contempla habitualmente también se han producido cambios cuyas consecuencias no deja de apreciar: «Hai vinte anos, destacaba a torre do parador, e hoxe non se ve».

Tampoco parece verse una barrera, no geográfica pero sí perceptible desde su punto de vista, que hace unas dos décadas podía marcar una cierta diferencia. La separación entre vivir en la zona urbana y en la rural parece menos intensa que entonces, algo que Castro relaciona con la llegada de nuevos habitantes, muchos de ellos procedentes de parroquias, al casco urbano.

Villa con entidad

Castro recuerda que los habitantes de Vilalba tenían algo así como una mayor conciencia de pertenecer al mundo urbano, detalle que parecía más bien ajeno al Guitiriz donde se crió. Pensando en el hoy y en el mañana, cree que Vilalba forma parte, por derecho propio, del grupo de villas gallegas «con certa entidade», aunque agrega que es una localidad interior: «Iso marca», dice. La abundancia de gente mayor y la tendencia de la población joven a buscar otros destinos no son, según él, cuestiones extrañas a esa condición interior de Vilalba.

En cualquier caso, hay cuestiones que no solo dependen de la ubicación interior o costera. Así, en Vilalba no oyó una expresión de asombro o de sorpresa -«¡Fou!»- que era habitual en Guitiriz y que también encontró en Cariño.