Cuatro siglos de historia diocesana

Carlos Vázquez LUGO/LA VOZ.

LUGO CIUDAD

Los textos históricos revelan anécdotas curiosas de épocas en que los seminaristas debían vestir manto morado o pasar sin comer si faltaban a misa o a clase

20 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Cuatro siglos de historia dan para mil y una vicisitudes. En realidad todo comenzó tras el Concilio de Trento. En sus documentos se conminaba a los obispos para que establecieran en sus diócesis un seminario donde poder formar a quienes habrían de ejercer después como sacerdotes. Según relata en el libro El Seminario de Lugo Historia y Fidelidad 1893 - 2010 Gonzalo Fraga Vázquez, del Instituto Teológico Lucense, fue el obispo Asensio de Otaduy y Avendaño quien ordenó en 1593 realizar las obras en el lugar que hoy en día ocupa el convento de los Padres Franciscanos, dentro de la Muralla. Al parecer el prelado habría invertido en la ejecución alrededor de 7.000 ducados de su hacienda.

El Colegio-Seminario se dedicó a San Lorenzo y en el Reglamento se establecía que habría 36 colegiales obligados a lucir un uniforme compuesto por «manto y beca de color morado». Pero según recoge también el teólogo, habrían de ser los propios seminaristas quienes trajeran por su cuenta «el hábito, la cama, los libros y los trastos que necesitasen para su aposento». Un rector, conminado a vivir en el centro, sería el encargado de dirigirlo y a cambio tenía derecho a «libra y media de carnero castellano, un litro de vino y dos libras de pan y vela».

Quien faltare a la misa y a la lección -detalla Fraga Vázquez en el libro recopilatorio editado por el Seminario Diocesano para conmemorar la finalización de la última reforma- quedaría sin poder comer, en tanto que de asistir a alguna de las dos, cual fuere, tan solo perdería el sustento de la cena que, ojo, se servía a las seis de la tarde. A esa misma hora, se dice, se cerraba a cal y canto el Seminario.

Los horarios eran distintos

Ciertamente, pudiera sorprender que la hora de la última comida del día se hiciese a hora tan temprana, pero se entenderá mejor al conocer que la anterior se producía nada menos que a las once. Y es que entonces los horarios nada tenían que ver con los de ahora.

Salir a la calle solo era posible si se hacía de dos en dos y con el único destino de visitar la catedral, el palacio episcopal, los monasterios de San Francisco y Santo Domingo o la casa de sus familiares más cercanos, a no ser que los aspirantes a curas dispusieran de un permiso especial. El antiguo seminario contaba con tres preceptores de Gramática y los seminaristas deberían estudiar durante 5 años, un período considerado suficiente para su formación humanística, aunque todavía habrían de complementar con lecciones en la catedral y en los monasterios.