«El agua no cura, pero mejora la calidad de vida de los enfermos»

J. Á. Fariñas

LUGO CIUDAD

18 may 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

«Si tengo un problema de reumatismo y hago un tratamiento en un balneario, el agua no me cura, pero me alivia el dolor y mejora mi calidad de vida. Cuando aún no se había inventado la insulina, si uno era diabético iba a tomar las aguas a Mondariz y le bajaba el nivel de azúcar en sangre. Con las aguas no se curaba la diabetes, pero la insulina tampoco la cura». Así de gráficos y de contundentes son los argumentos del doctor ourensano Luis Rodríguez Míguez, uno de los padres del termalismo gallego actual, quien recalca que un tratamiento terapéutico ha de durar un mínimo de 11 días.

Un breve recorrido por varios balnearios gallegos y los testimonios de los usuarios avalan plenamente los planteamientos del doctor Rodríguez Míguez.

María Esther Noia , de 73 años, vecina de Ordes, padece una artritis que le afecta a las rodillas, la cadera, la columna y los hombros. A todo ello se suma una lesión medular consecuencia de una caída por unas escaleras. Su traumatólogo le recomendó un tratamiento termal. Desde hace cinco años, realiza curas termales en el balneario ourensano de Baños de Molgas; al igual que la mayoría de los 48 clientes que la pasada semana se alojaban en el hotel del balneario, gracias a los programas del Imserso.

Bastón en vez de muletas

«Me encuentro de maravilla. Al principio tenía que venir con muletas y ahora ya me muevo con un simple bastón». Un bastón del que, por supuesto, María Esther se desprende para bailotear con sus compañeros al son de la música.

Purificación García Pita, de Fene, arrastra desde hace 30 años un problema de cadera. Desde hace 13, acude al menos una vez al año al balneario de Lugo y se paga íntegramente de su bolsillo la estancia y un tratamiento de al menos nueve días. «Esto -explica- me sienta muy bien, porque a mí se me encogían los tendones. La primera vez que vine, casi no me podía meter en el coche y casi me doy la vuelta desde Rábade. Pero, una vez aquí, pronto empecé a sentirme mucho mejor».

Purificación no recurrió a la terapia termal por indicación de un médico. Se enteró de la existencia del balneario de Lugo por la televisión. ¿Por qué Lugo y no Arteixo o Carballo, que le quedan más cerca? «Estoy acostumbrada a esto y aquí me tratan como si fuera de la casa». Este año, por primera vez la acompaña su marido, un jubilado de Astano. «A él le duelen mucho las rodillas y, como tiene las plaquetas muy bajas, no puede tomar muchos medicamentos».

Visitación Carballido está a punto de cumplir los 80 años. Hace tres, descubrió las instalaciones del spa situado en la Casa de la Salud de Matogrande en A Coruña y, desde entonces, todos los días de la semana, salvo el domingo, que está cerrado, cruza la calle con su bolsa y sin ayuda de ningún tipo de bastón y se pasa casi una hora en la piscina de chorros y entre las burbujas del yacusi. «Desde hace mucho tiempo, mi problema -explica- son los tendones, que se agarrotan y no me dejan andar. Recurrí a todo, incluso fui a un coreano a Santiago al que acudí un día a la semana durante un año».

Como el problema avanzaba, decidió hacer caso a su nuera y acudir al spa que tiene delante de casa. «Desde que vengo aquí, con los chorros y las burbujas me va de maravilla», explica a los pocos minutos de salir del agua. Visitación probó antes suerte con el balneario de Partovía, pero no le convenció. Su ejemplo cundió en casa. Un hijo y un nieto han seguido su ejemplo. Solo le falta convencer a la nuera.