Resuelto el misterio de Jordi Sobrado

c. cortés, x. r. penoucos MONFORTE, LUGO / LA VOZ

LÁNCARA

Jordi Sobrado, en una foto difundida por la familia
Jordi Sobrado, en una foto difundida por la familia

Todo apunta a que el desaparecido de Láncara llevaba un mes muerto en Belesar

15 mar 2016 . Actualizado a las 18:28 h.

Estaba a punto de cumplirse un mes un mes desde la desaparición del Jordi Sobrado, el chico de Láncara de 23 años al que familiares y amigos se resistían a dar por muerto. Su búsqueda terminó ayer de la peor manera posible. A primera hora de la mañana, un vecino del pueblo ribereño de Belesar se sobresaltaba al ver pasar flotando por el medio del Miño lo que le pareció el cuerpo de una persona boca abajo. Poco después, los bomberos rescataban el cuerpo unos cientos de metros más abajo. A primera hora de la tarde, la autopsia permitía confirmar la identificación y la familia recibía la fatal noticia. 

Sobre el terreno había pocas dudas de que el cuerpo era el de Jordi Sobrado. La identificación visual no resultaba fácil, porque cuando los bomberos lo sacaron del río estaba cubierto de barro casi por completo. Pero estaba vestido y en la ropa llevaba una cartera y un carné de identidad a nombre del desaparecido.

Jordi Sobrado, en una foto difundida por la familia
Jordi Sobrado, en una foto difundida por la familia

El pueblo de Belesar está a aproximadamente un kilómetro del puente con el que el corredor Monforte-Lalín cruza el río Miño. El lunes 22 de febrero apareció en una pequeña explanada al lado del puente el coche del desaparecido. Su familia había denunciado la desaparición la semana anterior. No sabían nada de él desde el día 17. Había pasado el día con su novia en Santiago y se esfumó después de despedirse de ella.

En aquellos primeros momentos, la Guardia Civil tuvo que descartar varias pistas antes de centrarse en el río. La difusión de fotografías del desaparecido, primero en las redes sociales y después en la prensa y la televisión, hizo menudear los testimonios de personas que creían haberse cruzado con él. Los investigadores estuvieron especialmente pendientes de uno que apuntaba a Monterroso. Un hombre aseguraba haber visto a alguien muy parecido a Jordi en las proximidades de una entidad bancaria de esa localidad. El banco tiene cámaras, pero un problema técnico retrasó el visionado de la grabación durante días. Y todo para comprobar que el que salía en las imágenes no era él. Las esperanzas se esfumaban. Había dejado su teléfono móvil roto en un piso de Lugo que utilizaba en ocasiones cuando salía de noche por esa ciudad, para evitar coger el coche para volver a su casa en Láncara. Tampoco el rastreo de su cuenta bancaria daba resultado, porque el último movimiento había sido la retirada de cincuenta euros el día 18. Después, nada.

El día 26, José Sobrado lanzaba un llamamiento desesperado a través de los medios de comunicación: «Creo que mi hijo está vivo y espero que lea esto y que no nos haga sufrir más». Para entonces, la Guardia Civil ya se centraba prácticamente en exclusiva en el río. Hubo rastreos por las orillas con perros y en el agua con buceadores, un helicóptero sobrevoló el embalse de Os Peares de arriba a abajo, agentes especializados en rescate de montaña inspeccionaron con cuerdas la ladera situada bajo el puente...

Un río muy revuelto

Pero el cadáver apareció casi un mes después y en un tramo del Miño ya revisado previamente, con Chantada en su margen derecha y O Saviñao en la izquierda. Cuando se supone que pudo caer o arrojarse al agua, el Miño iba muy lleno y los embalses tenían las compuertas abiertas. Con el caudal tan revuelto, el cuerpo pudo engancharse en cualquier recoveco del fondo. Hasta que ayer la misma fuerza del agua lo hizo salir a flote y puso un trágico punto final al misterio de la desaparición de Jordi.

Ningún problema técnico para analizar el cuerpo y sacar una conclusión fiable

En el caso de los cadáveres que son encontrados y que es preciso identificar, el procedimiento oficial requiere siempre que se les practique una autopsia completa, destinada a determinar las causas de la muerte e identificarlos.

El trabajo de los técnicos comienza inicialmente por realizar un completo reportaje fotográfico en el propio lugar en el que se localiza el cuerpo, al mismo tiempo que se comprueba si los rasgos externos permiten que sea identificable.

Una vez realizado el trabajo sobre el terreno se traslada el cuerpo a un centro hospitalario para realizarle la autopsia. El primer paso es descartar si existen señales de violencia, para lo que se analiza la posibilidad de encontrar alguna fractura o si están intactos los tejidos blandos o presentan alguna evidencia de haber sido dañados con arma blanca. En el caso de un cuerpo que se encuentre en el plazo de un mes, como es el caso del joven de Láncara, es bastante sencillo determinar si hay indicios de criminalidad.

Métodos para identificarlo

Otro paso importante en caso de posible ahogamiento es determinar si la persona entró viva en el agua o ya estaba muerta. Para ello comprueban de manera exhaustiva si tiene una elevada cantidad de líquido en el estómago y en otros órganos, lo que indicaría que su fallecimiento se produjo por sumersión.

Lo habitual es que se averigüe con exactitud la identidad del fallecido mediante el análisis de ADN al compararlos con restos biológicos de la propia persona desaparecida o, si no existen, compararlos con los de sus padres. Si esta posibilidad no es factible se recurre a la historia clínica del muerto para hallar datos concluyentes como fracturas o intervenciones en la dentadura.